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Los argentinos eligen menos manzanas y peras: ¿culpa del precio o de la calidad?

El consumo de peras y manzanas en el mercado interno sigue cayendo y las estadísticas del primer semestre de 2025 lo confirman.

El primer semestre de 2025 volvió a encender las alarmas en el corazón frutícola del país. Los valles de Río Negro y Neuquén, tradicionalmente considerados el motor de la producción de manzanas y peras en la Argentina, están atravesando un período complejo marcado por el estancamiento del mercado interno, la caída de la calidad de la fruta y un creciente desvío de los volúmenes hacia la industria, lo que evidencia una preocupante transformación del modelo productivo que se viene manifestando hace ya varias temporadas.

Las estadísticas oficiales, a pesar de mostrar un pequeño repunte interanual en la comercialización de manzanas, revelan una realidad menos optimista cuando se observan con mayor profundidad. En lo que va del año, las colocaciones de manzana al mercado interno totalizaron poco más de 116.000 toneladas, lo que representa un 5% más que el año pasado. Sin embargo, cuando se compara con el promedio de los primeros semestres de los últimos cinco años (2020–2024), se advierte una caída del 3%, lo que confirma que el mercado interno sigue sin levantar cabeza.

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La tendencia descendente es clara: en 2020, se comercializaron cerca de 140.000 toneladas en los primeros seis meses del año. Desde entonces, el volumen ha ido retrocediendo de manera sostenida, estabilizándose en torno a las 110.000 toneladas en estás últimas campañas.

¿Qué explica esta contracción del mercado? Los analistas coinciden en que hay dos causas principales. La primera es de índole macroeconómica: el fuerte ajuste económico y la caída del poder adquisitivo han provocado un freno considerable en el consumo de frutas frescas, especialmente entre los sectores medios y bajos. A pesar de algunas señales de recuperación en los últimos meses, los ingresos de los hogares aún no alcanzan para restituir el consumo perdido.

La segunda causa es aún más alarmante y tiene que ver con la calidad de la fruta que se ofrece al mercado interno. Gran parte de la manzana que llega a las góndolas nacionales no logra satisfacer las expectativas del consumidor, especialmente cuando debe competir con una canasta frutal más amplia y sofisticada que se ve favorecida por la creciente oferta importada. En los segmentos de mayor poder adquisitivo (ABC1), la manzana nacional ha perdido terreno frente a frutas importadas de alta calidad. La consecuencia es clara: la manzana de baja calidad solo puede venderse a precios bajos, lo que deriva en retornos mínimos para el productor y en una espiral negativa difícil de romper.

El escenario de la pera no es muy diferente. Durante el primer semestre de 2025, las colocaciones al mercado interno alcanzaron las 62.900 toneladas, apenas 1.000 toneladas más que en igual período del año anterior, pero muy lejos del promedio de los últimos cinco años. Para ponerlo en contexto, en 2023 se habían comercializado más de 82.000 toneladas en el mismo lapso, lo que marca una caída de casi el 25% cuando se la compara con los volúmenes de la presente campaña.

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Las razones de este escenario son las mismas que en la manzana: caída del poder adquisitivo y una oferta de fruta fresca de muy baja calidad. Según datos sectoriales, solo el 15% de las peras destinadas al mercado interno son consideradas de calidad premium, es decir, con posibilidad real de obtener precios rentables. El resto termina siendo colocada en condiciones desfavorables, sin lograr captar la atención de un consumidor cada vez más exigente y con más opciones.

Manzanas: producir para la industria

Frente a este panorama, la industria aparece como el principal destino de la producción frutícola del Valle. Un dato que, lejos de representar un logro, debe leerse como un síntoma de deterioro estructural. En el caso de la manzana, el 49% de la producción comercializada en este primer semestre fue destinada a la industria, según cifras del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA). Se trata de fruta que no logró cumplir con los estándares necesarios para el mercado fresco —tanto interno como externo— y que por ello se dirigió a la producción de jugos concentrados y otros subproductos, donde los precios pagados al productor son notoriamente más bajos.

El mercado interno absorbió solo el 36% de la cosecha comercializada, mientras que la exportación representó apenas el 15%. El 49% destinado a la industria constituye la segunda cifra más alta de los últimos cinco años, lo que grafica con contundencia el problema de calidad que afecta al corazón frutícola argentino.

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La pera muestra una situación similar. El 38% fue a industria, el 50% a exportación (un dato relativamente alentador) y apenas el 12% al mercado interno. El dato del 38% industrializado, al igual que en el caso de la manzana, representa el segundo nivel más alto en cinco años, lo que confirma que cada vez se produce más fruta que no encuentra destino rentable fuera del circuito industrial.

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Esta situación, que ya no puede considerarse coyuntural, plantea serios interrogantes sobre el rumbo del negocio frutícola argentino. ¿Se está produciendo para competir en calidad y valor agregado, o simplemente para llenar las plantas industriales con fruta de descarte? ¿Cuál es el futuro para los productores si los retornos siguen dependiendo de un mercado deprimido y un producto que ya no seduce al consumidor?

El Valle tiene una historia frutícola rica, de excelencia y de orgullo. Pero hoy, más que nunca, necesita una transformación profunda que empiece por la calidad, continúe por la reconexión con el consumidor y culmine en un modelo que recupere el valor económico y simbólico de producir fruta en la Argentina. Sin estos cambios, la industria será cada vez más el refugio de una producción que no encuentra lugar en la mesa de los argentinos… ni en la del mundo. Seguir los ejemplos de lo que está haciendo Chile, Nueva Zelanda o Sudáfrica, tal vez pueda hacer entender que es lo que no está funcionando en nuestra producción del norte de la Patagonia.

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