La manzana argentina perdió el 80% de sus mercados en menos de 20 años
La producción atraviesa una crisis profunda. En 2007, la manzana argentina llegaba a 59 destinos internacionales; en 2025, apenas alcanza 12.
En los Valles de Río Negro y Neuquén, la crisis de la industria frutícola, particularmente de la manzana, sigue profundizándose. A pesar de los esfuerzos por sostener la producción y mantener la competitividad en los mercados globales, las cifras hablan por sí solas: Argentina perdió cerca del 80% de los destinos internacionales a los que exportaba manzanas en menos de dos décadas.
Según datos oficiales proporcionados por la Dirección de Aduanas, en 2007 las manzanas argentinas llegaban a 59 países. Para el año 2025, esa cifra se redujo drásticamente a solo 12 destinos. Es decir, se perdieron 47 mercados en menos de veinte años, una contracción que marca una caída sostenida y preocupante del sector exportador.
A pesar de una leve recuperación en 2014, cuando se logró exportar a 48 destinos, la tendencia descendente se acentuó con fuerza desde entonces. Hoy, la gráfica de exportación de manzanas argentinas es un reflejo claro de una crisis estructural que golpea al corazón productivo del Alto Valle.
Producción de manzana en caída libre
Uno de los factores determinantes de esta crisis es la abrupta caída de la producción. En 2011, el pico de cosecha alcanzó algo más de un millón de toneladas de manzanas. Sin embargo, para 2024, la cifra se redujo a apenas 466.000 toneladas. Esta merma del 55% limita seriamente la capacidad de exportación y deja en evidencia la fragilidad del modelo productivo vigente.
A menor producción, menor oferta exportable. Y aunque esto parece lógico, lo alarmante es que las exportaciones cayeron en una proporción aún más drástica. Mientras que la producción disminuyó un 55%, las exportaciones cayeron un 75% en estos últimos años. Las frías estadísticas reflejan que en 2007 se exportaron 283.000 toneladas; mientras que en 2024, este cifra alcanzó apenas 78.000 toneladas.
¿Por qué esta diferencia tan marcada? Porque gran parte de la producción restante fue reorientada al mercado interno. En un contexto macroeconómico inestable, donde los costos de exportación resultan poco competitivos frente a los márgenes obtenidos en el mercado nacional, muchas son las empresas que optaron por vender sus productos dentro del país. El mercado interno, aunque más limitado en términos de volumen, ofrecía mejores condiciones de rentabilidad frente a un contexto externo hostil.
Una oferta que no se adapta
Otro factor clave para entender el retroceso argentino en el comercio internacional de manzanas es la falta de diversificación varietal. Más del 85% de la producción en los valles del norte de la Patagonia se concentra en dos variedades tradicionales: Red Delicious (y sus clones) y Granny Smith. Irónicamente, son estas las variedades que han perdido demanda a nivel global.
Mientras países como Chile, Sudáfrica y Nueva Zelanda apostaron fuerte por la renovación varietal, incorporando nuevas manzanas y adaptadas a las preferencias actuales del consumidor internacional —que busca manzanas más dulces, de mejor textura, color y con mayor vida útil—, Argentina se mantuvo aferrada a su tradición. Esa falta de adaptación dejó al país fuera de competencia en muchos mercados clave, donde las nuevas variedades lideran las góndolas y generan mejores precios.
Además, hay que destacar que estos países mencionados han invertido en investigación y desarrollo para mantenerse a la vanguardia del recambio varietal, mientras que en Argentina, estas inversiones fueron escasas o nulas. Como resultado, el país se convirtió en un exportador de manzanas tradicionales poco atractivas para los consumidores internacionales y, por ende, con bajos precios de comercialización.
El salvavidas brasileño
En este escenario adverso, el único destino que ha logrado sostener el volumen de exportaciones argentinas es Brasil. Junto con Paraguay y Bolivia, conforman cerca del 80% del total de los destinos actuales de exportación. Si bien su cercanía geográfica y afinidad dentro del Mercosur facilita las operaciones comerciales, estos mercados no son precisamente los más rentables. Pagan precios bajos por kilo, lo que limita la capacidad del productor argentino para sostener su negocio a largo plazo.
El panorama de la manzana argentina es desolador. La conjunción de una fuerte caída en la producción, la falta de innovación varietal y la reorientación forzosa hacia mercados internos o regionales de baja rentabilidad configuran un cuadro preocupante para el futuro del sector. Las estadísticas no mienten: la industria frutícola del norte de la Patagonia está en picada y, sin un plan integral de reconversión productiva, inversión en tecnología y mejora de competitividad, el riesgo de colapso es real.
El desafío está planteado. La recuperación no será fácil, pero ignorar la tendencia sería condenar a uno de los sectores históricos de la economía regional a la desaparición.
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