campo

A los 80 años, Paulino Vita ve cómo el monte se come su campo de la Patagonia

El monte es visto casi como una plaga. Anotaciones en viejos cuadernos certifican el cambio climático. Después de una vida dedicada al campo, un ganadero de Río Colorado explica el fenómeno.

A la velocidad propia de la naturaleza, avanza el monte sobre los campos ganaderos del noreste de Río Negro. Se han ido levantando paredes vegetales de más de dos metros de alto, conformadas por chañares, piquillines, alpatacos y matasebos, que han ganado terreno por sobre los suelos de pastura. Debajo de sus ramas no se desarrolla la vegetación por la sombra que proyectan. Y como se va haciendo cada vez más tupido, tampoco pueden entrar los animales.

"Hay un montón de campo que está quedando inútil", se lamenta Paulino Vita, un productor de 80 años cuyo establecimiento se encuentra 100 kilómetros al este de la ciudad de Río Colorado y que si uno pregunta a los que frecuentan la Sociedad Rural local, lo califican como “Una institución” y una voz autorizada.

Luego de un agasajo campero, que tuvo como plato principal una paleta y costillar de cordero, este ganadero que se ha ganado el respeto de sus pares, ofrece a +P una recorrida por los distintos cuadros de un campo de 3.750 hectáreas para demostrar porque la “vegetación arbustiva”, es hoy el principal motivo de preocupación de los ganaderos.

WhatsApp Image 2025-12-05 at 13.04.16
Antes 1.100 animales, hoy apenas 400. El mismo campo, otro planeta. Foto: Fabricio González.

Antes 1.100 animales, hoy apenas 400. El mismo campo, otro planeta. Foto: Fabricio González.

Desde los 8 años que trajina estas pampas ásperas del norte de la Patagonia, y además de una memoria intacta, tiene registros de lluvias en viejos cuadernos que avalan sus afirmaciones sobre un hecho que aquí ya no se discute: el cambio climático.

En el origen de este fenómeno del monte que avanza, se encuentran dos factores determinantes: uno es la merma de las lluvias anuales. Y, por otro lado, el paso de una ganadería ovina a otra bovina.

"El lanar se comía el brote chico del monte", aseguró Paulino, y adjudica su reemplazo por la vaca "al león". Así llaman acá al puma, el predador más feroz de los campos patagónicos. Además, que el ovino es más demandante en cuanto al manejo de la majada. "Había que andar todo el día atrás del culo de la oveja", rememora sin las mediastintas típicas de los hombres forjados a sudor y privaciones.

“Lo que pasa que la oveja, todo el monte chiquito te lo comía. Todo el monte nuevo que nacía, la oveja lo ramonea, por eso es que no crecía tanto el monte”, explica.

WhatsApp Image 2025-12-05 at 13.04.56
Con lo ganado en la esquila se compró sus primeras 7 vacas. Foto: gentileza

Con lo ganado en la esquila se compró sus primeras 7 vacas. Foto: gentileza

El cambio climatico

Para poner blanco sobre negro, en cuanto al cambio abismal que hubo en la capacidad receptiva de los campos, este ganadero asegura que hasta finales de los años 90s, llegó a vacunar 1.100 animales en su campo de 3.750 hectáreas, y que hoy vacuna no más de 400 cabezas. Casi un 70% menos.

“En el año 1979 estábamos entre 800 y 700 milímetros, y de ahí pasa al 2004 con 640, y en el 2023 fueron 362 milímetros”, y no todo pasa por el agua, sino que además “los vientos y los calores son más fuertes”.

Y si bien siempre hizo calor y sopló viento, al estar el entorno más seco, “el sol te lo quema al pasto hasta la raíz”. Entonces, el pasto no es que tiene que crecer, sino que ahora tiene que nacer desde cero. “Por eso es que se achicó tanto la ganadería”, acota.

De chico fue peón, y dicen que ya a los 8 años andaba montado y buscando, de tanto en tanto, el rumbo para hacerse una escapada al pueblo. Cuenta que, en el campo de un tal González, cerca de sus 16 años, conoció a Saúl Huenchul, el folclorista patagónico de raíces pampeanas. Y también se acuerda haber tomado un curso por correspondencia durante dos años para aprender a tocar la guitarra, y que esos saberes los compartió con el artista.

WhatsApp Image 2025-12-05 at 13.04.41
El trajín del campo: Paulino arreglando un molino. Foto: gentileza

El trajín del campo: Paulino arreglando un molino. Foto: gentileza

Para los 18 años hizo su primera campaña y se fue con una comparsa de esquila para el lado de Pringles. Juntaba y acomodaba el vellón de varios esquiladores. “Tenía dieciocho años, y con la plata que hice me compré mis primeras siete vacas”.

“Esas siete vacas me las traje para acá, y a los dos años yo entré habilitado ahí en el campo El Águila”, rememora Paulino durante la sobremesa ante el silencio respetuoso del resto de los comensales.

“Ahí yo lo conocí a Huenchul y estuvimos dos años compartiendo”, y entonces explica que era eso de estar “habilitado”.

“El hombre (dueño del campo), tenía ciento veinte vacas y varias ovejas, y me daban el veinticinco por ciento a mí estando habilitado. Estuve dos años ahí, y de ahí saqué mis cuarenta y pico vacas más. En esos dos años que es estuve con la habilitación”.

WhatsApp Image 2025-12-05 at 13.05.37
Testimonio fotográfico: Paulino en la Ford A. Foto: gentileza

Testimonio fotográfico: Paulino en la Ford A. Foto: gentileza

Los 70 corderos

En ese tiempo “vivía de la lana y algún un cordero, y me iba al veinticinco por ciento libre. Y de ahí me vine a este campo con mi hermano, La Pastora”.

Y a mediados de la década del 60 se vino el cambio del lanar por el vacuno en estos campos. “Todo por el tema del puma, porque era salir y encontrar de a diez o quince corderos muertos. Un día mi hermano buscó a un leonero y trajeron unos perros. Yo me fui a recorrer los molinos. Yo andaba en una Ford A colorada modelo 29. Agarro una picada y se veía todo blanco de corderos muertos. Los empecé a echar arriba de la camioneta. Llegó un momento en que tuve que empezar a bajarlos porque no entraban más. Ese día cargué setenta corderos a la orilla de la picada”.

Prieto y Vita

Con los conocimientos adquiridos en el manejo del campo, y luego de su estadía en el pueblo trabajando para la cooperativa ganadera, se abrió una nueva oportunidad. Fundar junto a un socio una de las consignatarias de hacienda más tradicionales de la región, cuyo nombre aún perdura: Prieto y Vita.

“Yo sabía que acá de la zona nos conocían todos, aunque yo para vender y esas otras cosas no me daba. Por eso yo me dediqué a la zona. Lo acompañé once años, pero después tuve una enfermedad que me tuvo medio a los tumbos y, lo acompañé un año más y dejé todo”, cuenta y da detalles de sus padecimientos para superar el síndrome de Guillain-Barré (SGB), una enfermedad autoinmune que ataca los nervios periféricos, causando debilidad muscular y que puede terminar en una parálisis. La tasa de mortalidad en esos años llegaba al 20%.

WhatsApp Image 2025-12-05 at 13.06.12
Con su hija y una sobrina. Los corderos fueron parte de la infancia de la familia Vita. Foto: gentileza

Con su hija y una sobrina. Los corderos fueron parte de la infancia de la familia Vita. Foto: gentileza

“No podía ni abrir los ojos, pero yo escuchaba todo”, dice sobre su paso por el hospital.

Y para poner el negocio en perspectiva, y tener parámetros de cómo fue evolucionando, desde +P le preguntamos a Paulino qué había cambiado desde aquellos años a la actualidad.

El cambio es que hoy el precio del ternero es bueno, porque históricamente fue setenta y cinco centavos de dólares el kilo”, aunque, por otro lado, “la cantidad de hacienda se achicó, pero el valor lo recupera con el precio que tiene hoy el ternero”.

Enterrados en el campo

También cambió el manejo del campo, porque para Paulino, “ahora hay que afinar muchas cosas. Antes, vos ibas cada treinta días, o cuarenta y cinco días al pueblo. Te lo pasabas en el campo, y la única casa que tenías era acá, en el campo. Hoy todos tenemos casa en el pueblo. Ahora, en la semana, hacemos dos o tres viajes al campo. No es como antes que lo pasabas acá. Cambió un montón. Antes no tenías camino, ahora tenés camino. Antes tardabas un día para ir al pueblo (unas 20 leguas o 100 kilómetros en su caso), hoy en una hora y media estás en el pueblo”.

Esa vida de austeridad, implicaba otras rutinas diferentes, porque como asegura Vita “cuando era empleado, siempre me levantaba a las cuatro de la mañana. Pero uno se acostaba temprano. Por ahí a las siete de la tarde ya estaba durmiendo. No había televisión, no había radio. Por ahí a las mil quinientas agarrabas alguna una emisora. Entonces, como no había nada, no tenías teléfono, nada. ¿Qué hacías? Te costabas, y al otro día temprano te levantabas”.

Tal vez sea por todas estas inclemencias propias de la época, es que fueron calando hondo en el sentir criollo algunos versos, como aquellos tan famosos de Atahualpa Yupanqui que forman parte de su Milonga del Peón de Campo:

Vivo una vida sencilla

Como es la del pobre peón

Madrugón tras madrugón

Con lluvia, escarcha o pampero

“Cuando nos levantábamos a las 4 de la mañana era el tiempo de la oveja. Había que salir a juntar, a traer para esquila, o para bañar. Te ibas hasta el fondo del campo a esperar que aclare para salir. Había que ver dónde se iba a poner el viento antes de salir a juntar. Te quedabas en un rincón del cuadro, prendías un fuego, y ahí estabas... parado”.

WhatsApp Image 2025-12-05 at 13.05.15
El folclorista Saúl Huenchul jineteando. Foto: gentileza

El folclorista Saúl Huenchul jineteando. Foto: gentileza

Más allá de la crudeza del invierno y lo duro del trabajo, no dejaba de ser un negocio el criar animales, como lo es en la actualidad. Pero, ¿la rentabilidad será acaso la misma?

“Ha cambiado un poco, sí. Y para bien. Antes era muy esclavo. No sé si la rentabilidad era la misma, pero te era rentable porque no salías. No gastabas. Hoy, con lo poco que tenés, salís para todos lados. Y antes no se podía, porque no te daba”.

Antes se invertía más en horas hombre porque “el tiempo de la oveja era muy duro, te lo pasabas todo el día atrás de ellas, porque es mucho más demandante que el vacuno. Aparte el vacuno, si no encerrás hoy, encerrás mañana y listo. Con la oveja te venía la máquina a esquilar y tenías que juntar sí o sí. Te llegaba el tiempo que tenías que bañar, y tenías que bañar sí o sí, y después tenías que esquilar la dispersa, y curar, y estabas continuamente encerrando ovejas”.

Se viene el monte

Con sus ojos claros llenos de lejanías, Vita analiza el presente de su campo y los de su zona a la luz de los efectos del cambio climático.

Su definición es concluyente “el campo se achica y se viene el monte. Acá el drama más grande es el monte que se viene”.

Y en ese avance, gana territorio, pero además se va cerrando. Sus plantas están una al lado de la otra. Espinosas ramas y troncos leñosos. Es tan tupido que “no entra ni un animal ahí adentro. Hay chañar, piquillín, jarilla, matasebo, de todo”. Y para peor “ahí abajo no crece el pasto, no hay nada”.

Sobre las causas, Paulino duda. Y atina a dar una primera respuesta: “Para mí, mucho tiene que ver el tema de la oveja, porque todo ese renuevo del monte, la oveja lo comía, y la vaca no lo come. Entonces, eso nace”.

Hoy viven el fenómeno como una verdadera invasión que le va quitando espacio a la ganadería.

WhatsApp Image 2025-12-05 at 12.59.43
“La oveja ramoneaba el brote, la vaca no”. Esa frase lo cambió todo. Foto: Fabricio González.

“La oveja ramoneaba el brote, la vaca no”. Esa frase lo cambió todo. Foto: Fabricio González.

“Le quita mucho terreno a la hacienda, muchísimo, porque hay partes donde no se puede entrar. Y, además, al no haber luz solar para que el pasto crezca, no hay nada, solo es tierra”.

Hasta ahora el ganadero se fue defendiendo según su criterio. Algunas veces “quemando de a poco”, o pasando una cadena enganchada entre dos tractores para voltear algo de monte, o un riel. “Pero se pasa por arriba, y ya llega un momento que no hace efecto, y cuesta combatirlo”.

La quema controlada ha sido un recurso utilizado a lo largo de los años, que requiere de cierta destreza y de armar equipos de gente para hacer un trabajo simultáneo desde las orillas de los cuadros “para que el fuego no se dispare”.

Pero en la actualidad “si quemás el campo, como está ahora, precisás un montón de años para que vuelva el pasto. Porque no, no hay semilla. No hay nada ahí abajo. Entonces, si quemás, el cuadro te queda limpio, pero te viene un viento que vuela el suelo, y pasás cuatro o cinco años que no te viene nada”.

Los incendios de campos han sido parte de la cotidianidad para la gente de campo. Las tormentas eléctricas y campos faltos de lluvia son suficientes para comenzar un fuego. Ese fenómeno no dejó de ser un método natural para que se renovara el pastizal.

Pero esa idea, no deja de ser casi un mito ante los registros meteorológicos actuales.

¿Y qué fue lo que cambió?, el lógico preguntarse.

“Los incendios de antes, te puedo decir del noventa y pico… Había incendio, pero llovía, tenías lluvia ahí nomás, al poco tiempo con esas lluvias de 800 milímetros al año. Pero hoy, vos quemás, y tenés trescientos milímetros. Capáz que te pasan tres o cuatro meses hasta que te llueve después de un incendio, y encima te vienen esos ventarrones y se empieza a volar todo el suelo. Y te llega a agarrar un verano sin monte, sin reparo ni nada, al pastito nuevo te lo calcina”.

WhatsApp Image 2025-12-05 at 13.02.41
Pared viva de chañar y piquillín: más de 2 metros que nadie puede atravesar. Foto: Fabricio González.

Pared viva de chañar y piquillín: más de 2 metros que nadie puede atravesar. Foto: Fabricio González.

Nuevas herramientas

De todos modos, Vita, invitado a darle algún consejo a los jóvenes que se inician en la ganadería, reflexiona y asegura que “hoy hay otras herramientas y hay mucha juventud que viene con otras ideas, que tiene muchas otras armas que uno no las tenía antes. Vienen con otras metodologías, otro sistema, muy distinto a lo que trabajábamos nosotros”.

Con ilusión menciona a sus nietos, como la generación que aportará otra óptica al negocio ganadero que llevó adelante por años. Son Maite Giretti, veterinaria, y Emiliano, quienes a su vez son nieto de otro ganadero histórico y cabañero, como es Adelmo Giretti.

Parte de esa modernización pasa por la rotación, para dejar descansar el suelo. Y para ello se hacen más cuadros o más potreros. Casi siempre con la ayuda del alambre eléctrico, lo que permite un manejo más eficiente.

Pero la rotación, tan comentada por estos días, no es novedad para este veterano del campo. “Acá la comencé a hacer en el 2004”, y lo que más costó fue “el tema de hacer picadas y hacer alambres para ir achicando los cuadros. Porque había lugares que era todo un monte, y primero habría que abrir la picada, y después tirar alambre eléctrico”.

La lógica ambición de sacar el mayor provecho al establecimiento, llevó a situaciones generalizadas de sobrepastoreo. Bajar la carga implicaba, en el corto plazo, ganar menos. Pero en el largo plazo, los efectos de la degradación del suelo también eran ciertos.

Ese cambio fue impulsado porque “el forraje, no es el forraje que había antes, por la cantidad de monte que hay ahora. Antes no había tanto monte, entonces, había más espacio y había más pasto. Hoy tenés hectáreas y hectáreas que no pasa ni una vaca, ni uno puede entrar. Antes era más limpio y podía haber pasto ahí”.

WhatsApp Image 2025-12-05 at 13.00.44
Hernia de disco a los 22: el precio de haber sido jinete toda la vida. Foto: Fabricio González

Hernia de disco a los 22: el precio de haber sido jinete toda la vida. Foto: Fabricio González

El cuerpo pasa factura

En su vida de peón, se subió al caballo de chico como principal herramienta para su labor cotidiana. Y no fue sin consecuencias esa etapa de jinete que arremetía en los amaneceres de la Patagonia.

“Ya hace cuarenta y pico de años que no ando, pero antes hacía todo caballo. Pero me jodí la hernia de disco. Yo a los veintidós años tuve tres hernias de disco. Y la fui estirando y hasta estuve tres veces para operarme en Bahía Blanca, con cama reservada y todo. Pero nos fuimos a la miércoles del hospital”. Pícaro, acepta que “los dejé plantados a los médicos allá”.

Pero el dolor seguía, y fue entonces que “en un momento el médico de cabecera que tenía me dice: Si vos querés andar bien, dejá al caballo. Y dejé de andar a caballo”.

En septiembre cumplió los 80.

En esta nota

Dejá tu comentario

Las más leídas