Entre tarifas y cancelaciones: la guerra comercial redibuja el mapa del comercio global
Empresas ajustan inventarios, redirigen rutas y reformulan contratos ante caída del comercio y la creciente incertidumbre de aranceles y tarifas.
La guerra comercial desatada por el expresidente Donald Trump contra China ha comenzado a golpear con fuerza la economía estadounidense, con efectos visibles en sectores clave como el transporte marítimo y aéreo de mercancías. A medida que las nuevas tarifas del 145% sobre importaciones chinas entran en vigor, operadores de puertos de contenedores y gestores de carga aérea informan una caída abrupta en las reservas, cancelaciones masivas de envíos y cambios profundos en las cadenas de suministro.
Según datos del Financial Times, las consecuencias de esta escalada arancelaria se están sintiendo con particular intensidad en los flujos de comercio entre las dos economías más grandes del mundo. Vizion, una empresa especializada en el rastreo de contenedores, reportó una caída del 45% en las reservas de contenedores de 20 pies desde China hacia EE.UU. en comparación con el mismo período del año anterior.
El Puerto de Los Ángeles: epicentro de la contracción
El Puerto de Los Ángeles, el mayor receptor de mercancías chinas en EE.UU., anticipa una caída del 33% en las llegadas programadas para la semana del 4 de mayo. Esto representa no solo un descenso en la actividad portuaria, sino también un fuerte golpe a una infraestructura que emplea a miles de personas y sostiene gran parte del comercio minorista del país.
La situación no es mejor en el transporte aéreo. La Asociación de Gestores de Carga Aérea de EE.UU. ha reportado una disminución de alrededor del 30% en las reservas desde China. Brandon Fried, director ejecutivo de la asociación, señaló que varios miembros han suspendido pedidos procedentes del país asiático, citando la incertidumbre como un factor clave.
La incertidumbre generada por las tarifas ha paralizado decisiones comerciales a nivel global. John Denton, secretario general de la Cámara de Comercio Internacional, explicó que muchas empresas están en “modo de espera”, evaluando los posibles movimientos de Washington y Beijing. Un sondeo entre miembros de esta cámara en más de 60 países reflejó un consenso: el comercio internacional se verá afectado permanentemente, independientemente del desenlace de las negociaciones.
Denton advirtió además que el costo de acceder al mercado estadounidense podría alcanzar niveles no vistos desde la década de 1930, con una tasa base del 10% como mínimo para cualquier mercancía importada, incluso si se logran acuerdos posteriores.
Frente al creciente malestar económico, ambas potencias han intentado atenuar los efectos con medidas selectivas. Tanto Washington como Beijing anunciaron exenciones arancelarias limitadas para productos considerados estratégicos. Trump insinuó que las tarifas del 145% “bajarán considerablemente” en un futuro próximo. Sin embargo, China desmintió estar actualmente en negociaciones activas con EE.UU., lo que añade más incertidumbre al panorama.
Mientras tanto, los importadores estadounidenses están agotando sus inventarios antes de realizar nuevos pedidos desde China. Otros han comenzado a utilizar almacenes aduaneros para aplazar el pago de impuestos o han optado por desviar mercancías a países como Canadá. Estas maniobras, sin embargo, no ofrecen una solución permanente al problema estructural que representa la ruptura comercial con China.
El impacto se ha hecho sentir con especial fuerza en las empresas de transporte marítimo. Hapag-Lloyd, una de las navieras más grandes del mundo, informó que sus clientes chinos han cancelado aproximadamente un 30% de las reservas. Por su parte, TS Lines, compañía taiwanesa de transporte marítimo, suspendió un servicio clave entre Asia y la costa oeste de EE.UU. por la caída en la demanda.
De acuerdo con Sea-Intelligence, firma de análisis del sector, se estima que en las cuatro semanas posteriores al 5 de mayo habrá una reducción de casi 400,000 contenedores en las rutas Asia-América del Norte, una caída del 25% frente a marzo. Solo el Puerto de Los Ángeles prevé 20 cancelaciones de servicios durante mayo, lo que significa más de 250,000 contenedores menos.
Golpe a la logística aérea y el comercio electrónico
En el sector aéreo, el cierre del esquema “de minimis”, que permitía la importación libre de tarifas de productos menores a 800 dólares, ha afectado especialmente al comercio electrónico. Compañías como Shein y Temu, que dependen de ese modelo para llegar al consumidor estadounidense, enfrentan nuevos retos logísticos a partir de mayo. Lavinia Lau, directora comercial de Cathay Pacific, anticipó una “deterioración sostenida” en la demanda entre China y EE.UU., y advirtió que su negocio de carga —que representa una cuarta parte de sus ingresos— sufrirá importantes recortes.
Al mismo tiempo, Freightos reportó una caída del 27% en los precios de contenedores en rutas China-EE.UU., mientras que los precios desde Vietnam aumentaron un 15%, una señal clara del desvío de flujos comerciales hacia otras partes de Asia.
Aunque el consumidor promedio aún no ha sentido completamente el impacto gracias a existencias acumuladas, empresas de transporte y minoristas comienzan a sufrir las consecuencias. Knight-Swift Transportation, una de las mayores compañías de camiones de EE.UU., anticipó una baja en volúmenes transportados por la incertidumbre tarifaria.
John Shea, CEO de Momentum Commerce, advirtió de un “doble golpe” para el mercado: el aumento de precios al consumidor combinado con una caída en el gasto, lo que podría llevar a una desaceleración aún más severa en el segundo semestre del año.
Conclusión
La guerra comercial entre Estados Unidos y China ya no es solo un asunto diplomático: sus consecuencias están afectando profundamente a la economía real. Desde los puertos y centros logísticos hasta las decisiones de compra de los consumidores, el impacto de las tarifas es palpable. Mientras las negociaciones se estancan, los empresarios y trabajadores estadounidenses enfrentan un panorama de incertidumbre, con el temor creciente de que los daños puedan ser duraderos.
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