¿El cambio climático mejora el vino de Europa?
En el Viejo Continente, los especialistas aseguran que el cambio climático podría traer un beneficio inesperado: la vuelta a vinos clásicos, más frescos y menos alcohólicos.
La vendimia de 2024 en Europa se ha convertido en un reflejo del cambio climático que sufre especialmente la viticultura contemporánea, con condiciones extremas que pusieron a prueba la resistencia de los viñedos y la habilidad de los productores para adaptarse.
Este año, marcado por lluvias persistentes, temperaturas inusualmente frescas y una presión elevada de enfermedades, ha generado una añada de contrastes, con rendimientos bajos pero con la recuperación de una cualidad muy valorada en el sector: la acidez.
La primavera europea de 2024 comenzó con precipitaciones frecuentes en gran parte del continente, lo que generó altos niveles de humedad en los viñedos. Este exceso de humedad favoreció la propagación de enfermedades fúngicas como el mildiu, una de las principales amenazas para la sanidad de las uvas. En regiones como el Valle del Loira, estas condiciones afectaron gravemente a los viñedos, especialmente en zonas como Menetou-Salon y Pouilly-Fumé, donde los rendimientos alcanzaron niveles históricamente bajos. Las dificultades se extendieron al verano, con un clima que oscilaba entre lluvias intermitentes y días frescos, retrasando el proceso de maduración de las uvas y limitando el desarrollo de azúcares.
El final del verano y el inicio del otoño trajeron nuevas complicaciones. Las lluvias de septiembre intensificaron los problemas en los viñedos, fomentando la aparición de botrytis y podredumbre ácida, especialmente en parcelas más bajas o con mayor vigor. Sin embargo, estas mismas condiciones ayudaron a preservar niveles de acidez que habían sido difíciles de alcanzar en vendimias recientes marcadas por olas de calor. Así, los productores tuvieron que emplear prácticas de manejo precisas, incluyendo selecciones meticulosas en los viñedos y un control riguroso en las bodegas, para garantizar que solo las mejores uvas fueran utilizadas.
Región por región
En Italia, la situación fue similar. Regiones como Toscana y Bolgheri experimentaron un clima que ralentizó la maduración de las uvas, dando como resultado vinos más ligeros, con niveles de alcohol más bajos y un perfil ácido pronunciado. Esta combinación recuerda a las añadas clásicas de los años 80 y principios de los 90, en las que la frescura y el equilibrio eran características predominantes. Aunque los rendimientos fueron reducidos, el enfoque en prácticas agronómicas y enológicas precisas permitió a los productores salvar la calidad de la cosecha.
En España, las regiones vinícolas también sintieron el impacto de un clima impredecible. Durante las últimas dos décadas, el cambio climático había provocado un adelanto de los ciclos de brotación y maduración, junto con un aumento en la concentración de azúcares en las uvas, lo que resultaba en vinos más alcohólicos y con menos acidez. Sin embargo, la temporada 2024 ofreció un cambio, con temperaturas más moderadas y un desarrollo más pausado de las uvas, lo que permitió un mejor equilibrio entre azúcares y acidez, especialmente en regiones como Rioja y Ribera del Duero.
El caso de Burdeos es especialmente llamativo. Esta región, conocida por su Cabernet Sauvignon, se enfrentó a problemas de maduración en muchas parcelas. Las temperaturas más frescas y las lluvias frecuentes dificultaron que las uvas alcanzaran los niveles óptimos de madurez, lo que podría dar lugar a vinos con cierta verdosidad en las propiedades menos cuidadosas. A pesar de esto, muchos productores lograron salvar la cosecha, volviendo a un estilo más tradicional, con vinos de menor peso alcohólico y mayor frescura.
En el sur de Francia, el Languedoc también experimentó un clima más moderado en comparación con años recientes. Esta región, frecuentemente sometida a temperaturas extremas, recibió importantes lluvias y disfrutó de noches frescas durante el periodo de maduración, condiciones que favorecieron un desarrollo más equilibrado de las uvas. Los vinos resultantes destacan por su frescura y acidez, un cambio bien recibido en una región donde el calor excesivo puede conducir a vinos con poca estructura y sobre madurez.
Impacto evidente
El impacto del cambio climático es evidente en la dinámica de esta vendimia. Las tendencias hacia extremos meteorológicos han obligado a los productores a replantear sus estrategias, buscando un balance entre los años de calor extremo, que aceleran la maduración y elevan los niveles de alcohol, y temporadas más frescas como la de 2024, en las que la sanidad del viñedo y la recuperación de la acidez han sido la pauta. Esta acidez, que históricamente se ha considerado un pilar de la calidad en estilos como el Champagne, Albariño o Sauternes, ha regresado con fuerza en muchas regiones este año, permitiendo la elaboración de vinos más frescos, longevos y equilibrados.
Además, la situación europea refleja una división entre las percepciones de los productores sobre el impacto del cambio climático en las últimas décadas. Algunos consideran que las condiciones más cálidas han sido beneficiosas para ciertas variedades o regiones del norte de Europa, permitiendo una maduración más consistente. Sin embargo, la añada 2024 ha puesto de manifiesto los beneficios de un retorno a estilos más clásicos en las regiones más tradicionales, con menor potencia y mayor frescura.
El esfuerzo por manejar esta nueva realidad ha implicado una dedicación intensa por parte de los productores, quienes en muchos casos recurrieron a prácticas de manejo específicas para proteger los viñedos y seleccionar cuidadosamente las uvas. Esta atención al detalle ha sido fundamental para convertir una cosecha complicada en una oportunidad para impulsar las características que muchos consideran esenciales en un buen vino.
Fuente: DPA
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