Los policías jubilados que apostaron con éxito a producir vino en Patagonia
Puerta Oeste es una pequeña bodega ubicada en medio de la estepa patagónica, en Senillosa. Fueron policías, son hijos del INTA, empezaron de cero gracias al asesoramiento de distintos especialistas, y hoy ya tienen premios nacionales por sus vinos.
El sol de la primavera abraza los viñedos del establecimiento Puerta Oeste, donde las plantas crecen en medio de la estepa, pasando el centro de Senillosa, a 35 km de la ciudad de Neuquén, camino a la cordillera.
Una vez que se sale de la ruta 22 hacia la derecha, se debe transitar un camino de pocos kilómetros de tierra hasta llegar a la bodega, esa parte del mundo donde se cumplen los sueños de Viviana Goldstein y su pareja Julio César Penrós. Ambos ex policías de la provincia, ahora jubilados, quienes comenzaron una nueva vida después del retiro.
Al ingresar a la chacra se visualizan las hileras de viñedos y algunos nogales, además de un sector donde hay algunos animales de granja como ovejas, patos, gallinas y hasta una yegua rescatada, llamada Primavera. En el hall de ingreso se lo ve a Julio César con la pala de madera mientras cuida celosamente el pan con nueces en el horno de barro, mientras Viviana última los detalles del almuerzo.
“Yo soy simplemente un empleado con beneficios”, bromea Julio sobre este camino que decidieron transitar y que comenzó en el 2008, cuando tomaron la decisión de hacer vino sin saber nada del tema. Una tarde cualquiera de aquel año, Julio se encontraban trabajando en su tierra mientras escuchaba en LU5 el programa de Majo Carrascal y Norberto Masso.
El motivo de la charla de ese día en el programa radial, era el vino y su relación con la humanidad. “Estaba clavando las estacas de álamo y tenía la piel de gallina del planteo que estaban haciendo, y fue en ese momento que decidí que íbamos a hacer vino aquí”, recuerda Julio.
El camino de aprender
A partir de esta decisión, las dos hectáreas de tierra de pura estepa patagónica se fueron convirtiendo de a poco en un proyecto productivo. Julio y Viviana anhelaban vivir en una chacra, como cuando eran chicos, donde tener su propia huerta y criar a sus animales.
“La verdad que descubrimos un mundo diferente y que nos ha dado otro tipo de oportunidades” reconoce Julio luego de haber elegido el camino del vino que según él fue totalmente “desde la emoción”. “A partir de ese momento fue empezar a preguntar, ahí viene el segundo camino, el camino de aprender”, asegura, mientras reconoce, que para él “fue difícil”, ya que era todo nuevo.
Viviana recuerda que en ese entonces, la primera cosecha les había dado varios kilos de uva y así comenzaron a capacitarse, “desgranamos la uva a mano entre los dos, empezamos a las 9 de la noche para estar bien fresco y eran las 5 de la mañana y estábamos los dos paraditos desgranando la uva con método artesanal”, ya que no tenían las herramientas de las que hoy disponen.
A partir de allí, Julio se comunicó por teléfono con la Estación Experimental de Guerrico, donde le informaron que el área de Senillosa depende de la oficina de Centenario. Fue así que se acercó personalmente al lugar y lo atendió el Ingeniero Juan Kiessling, del INTA, quien le hizo una guía de lo que tenían que hacer primero. Mientras, se encargó de darle una cita con un especialista y ahí fue que dio con el ingeniero Mario Gallina.
Al contar esta historia Julio hace una pausa y se emociona, no lo puede evitar, ambos están muy agradecidos por la ayuda del ingeniero Gallina y su compromiso.
“Llegamos ahí y él agarró, se puso su sombrero y dijo bueno, vamos al campo. Lo acompañamos con Julio y nos empezó a explicar cómo eran las conducciones, como era una espaldera, como era un parral. Estuvimos toda una mañana con él y también nos enseñó y nos dijo que en la Patagonia había varietales que se adaptaban mucho a estos suelos”. De esta forma surgió la idea de que las plantaciones serían de Pinot Noir y Malbec.
Un presente premiado
A partir de allí, con la ayuda de INTA y el apoyo del Centro Pyme Adeneu, Julio y Viviana se pusieron al hombro la producción de vinos artesanales, que elaboran en forma agroecológica. El proyecto fue avanzando y comenzaron a viajar a congresos y ferias, este año estuvieron en Caminos y Sabores en la Ciudad de Buenos Aires, una de las más importantes del país.
En el año 2019 ganaron el Racimo Gran Oro en el 1° Concurso Latinoamericano de Vinos Caseros y Artesanales que se hizo en Mendoza, por su vino Malbec. También ganaron menciones en concursos de vinos de la Patagonia, mientras que la calidad de los vinos es reconocida por el público que los prueba en ferias y exposiciones.
En los años donde la cosecha es buena, Bodega Puerta Oeste produce 5.000 botellas por año, las cuales se comercializan en diferentes puntos del Alto Valle y en el establecimiento de origen, donde actualmente están habilitados para recibir al turismo. Los visitantes que se acercan tienen la posibilidad de almorzar, además de realizar una visita guiada por los viñedos.
“Nosotros somos sustentables, porque acá hay todo energía solar” nos cuenta Viviana mientras señala los paneles que están en el techo, a la vez que repasa los planes que tienen hacia el futuro, como ampliar la planta de elaboración y la sala de almacenamiento, además de construir alojamientos para que se queden los turistas.
“Rompimos el patrón de todos los papás que hacen cosas para que los hijos lo continúen, o para que les quede a los hijos para el futuro. Lo que hacemos lo hacemos porque nos hace bien a nosotros, si viene alguien de la familia luego y lo va a continuar, eso no lo sé contestar” reconoce Julio, quien se convirtió en un apasionado de la elaboración de vino.
Bodega Puerta Oeste es un viñedo que aún está en desarrollo y tiene mucho para dar, “si bien tenemos plantas que sembramos en el 2010, hay otras que son mucho más jóvenes, el Torrontés riojano lo estamos recién desarrollando, queremos ver cómo se expresa en Senillosa” explica Julio, mientras llama a los consumidores y productores a apostar por los blancos.
En la zona, según él, el más legítimo de todos es el Malbec “sin paso por madera, ni barrica”, “yo lo defino como un vino con su rusticidad, pero no significa que no sea complejo y elegante, sino que transmite la dureza del clima, el trabajo del viento, la acción del sol sobre estos cielos limpios que tenemos, la irradiación termina siendo aún mayor y obliga a la uva a engrosar su carcasa, lo único que viene a hacer a este mundo (la uva) es proteger su semilla, con la misión de proliferar y multiplicar la especie”, finaliza Julio mientras convierte en poesía el hacer cotidiano del vino en el Alto Valle.
Fotos: gentileza Rodrigo González
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