El secreto del maní argentino: Sustentabilidad y liderazgo global en un mercado exigente
Paso a paso, cómo consigue el maní de exportación ser cada vez más verde y sustentable.
Argentina se posiciona como un actor clave en el mercado global del maní, un sector que no solo destaca por su calidad y sabor, sino por una creciente y profunda apuesta por la sustentabilidad. En un escenario internacional cada vez más consciente del impacto ambiental, la industria manisera argentina está demostrando que es posible combinar la eficiencia productiva con prácticas responsables, consolidando así su rol como proveedor preferencial para los mercados más exigentes, especialmente en Europa.
Diego Bracco, vicepresidente de la Cámara Argentina del Maní y responsable comercial de Maniagro, subraya la importancia de este cambio de paradigma. "Nuestros clientes del exterior ponen cada vez más sobre la mesa no solo lo rico y saludable que es el maní, sino también lo sustentable que resulta su producción", afirmó en declaraciones al sitio "Campo Limpio". Este enfoque no es una moda pasajera, sino un requisito cada vez más firme por parte de los grandes compradores internacionales.
La huella de carbono, nuevo estándar de exportación
Las principales empresas importadoras de maní a nivel mundial están asumiendo compromisos ambiciosos en materia de huella de carbono, con objetivos de "carbono cero" para 2030. Dado que Argentina exporta casi el 70% del maní que consume Europa, estos requerimientos se trasladan directamente a los productores locales. "Nos preguntan cómo nuestra producción va a ayudar a disminuir la huella de carbono", explica Bracco, destacando la presión y la oportunidad que esto representa para la industria.
Históricamente, los requisitos para exportar maní se centraban en aspectos sanitarios y de calidad físico-química. El primer filtro es la ausencia de aflatoxinas, un hongo que, gracias a la época de cosecha casi invernal en Argentina, no representa un problema significativo para el maní nacional. El segundo, la calidad de cada lote producido. Sin embargo, una tercera exigencia, aunque aún no obligatoria, está ganando terreno: el "cómo se hace" el maní. Los compradores quieren saber no solo qué compran, sino cómo se produce.
La ventaja argentina
Aquí es donde la industria manisera argentina encuentra una ventaja comparativa crucial: su modelo de integración vertical. Bracco enfatiza que "el cliente que lo compra o quien lo vende tiene una comunicación directa del productor de cómo se hace el maní, porque los mismos que producimos somos los que procesamos y exportamos". Esta conexión directa entre todos los eslabones de la cadena permite que los procesos de modificación y mejora, especialmente en respuesta a nuevas exigencias ambientales, sean casi inmediatos.
"Si la cadena fuera diferente y para hacer un cambio tuviéramos que darnos vuelta para hablar con 2.000 productores, sería inviable", argumenta Bracco. Esta agilidad es fundamental en un mercado donde la vara de las exigencias ambientales se eleva constantemente, transformándose en nuevos "pisos" o estándares mínimos para el comercio internacional.
Para asegurar que estas nuevas exigencias se cumplan de manera uniforme, las empresas más grandes compradoras han impulsado programas piloto con productores seleccionados. La Cámara Argentina del Maní ha trabajado para que estos criterios se apliquen y se integren en un marco común para todas las empresas asociadas, facilitando la implementación y haciendo que los resultados sean comparables. El objetivo es englobar bajo una sola entidad los esfuerzos de sustentabilidad, permitiendo una lectura homogénea y transparente de las prácticas de manejo.
En definitiva, la capacidad de adaptación y la visión a largo plazo de la industria manisera argentina, sumadas a su particular estructura de integración vertical, son los pilares que le permiten no solo mantener su liderazgo global, sino también consolidarse como un referente en la producción de alimentos sustentables para un mundo que demanda cada vez más responsabilidad ambiental.
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