La vida de Chabela, la mujer que resiste la sequía en el corazón de la Patagonia
La guardiana de la tierra en Villa Llanquín: Chabela Toro, tercera generación de agricultoras, inspira con su labor y fue nominada al premio Lía Encalada, de mujeres rurales de Argentina.
Si se transita por la ruta nacional 237 hacia Bariloche, a mano izquierda, se visualiza la localidad de Villa Llanquín, sobre la costa Sur del río Limay a la altura del kilómetro 1610. Para cruzar hacia el otro lado, se utiliza la balsa Maroma que traslada a los automotores, bicicletas y peatones y que depende de Vialidad rionegrina.
Del otro lado del puente, se abre un pequeño poblado rural donde hay un emprendimiento de cultivo de lavandas, también actividades de agroturismo y de pesca. Doña Nora “Chabela” Toro, vive a unos 6 kilómetros de esta localidad, una mujer que viene de la tercera generación de productores de hortalizas y que trabaja y defiende la tierra inspirando a toda su comunidad.
Hace unos días, la Asociación Civil Mujeres Rurales Argentinas la nominó por segunda vez consecutiva, para recibir el premio Lía Encalada. El año pasado no logró ganar, pero ella asegura que la experiencia fue lo mejor que se llevó en ese encuentro -que se realiza en la provincia de Santa Fe- y que tendrá su edición 2025 en el mes de octubre.
Una historia ligada a la tierra
Entre la estepa patagónica y su belleza singular, donde contrasta la aridez de la meseta con el agua del río, allí, está instalada casi toda la familia de Chabela Toro. Sus abuelos, sus padres y ella nacieron en el lugar y hoy viven en el sector cerca de 8 hermanos, de los 11 que son en total.
Chabela nació en 1956 y se educó en la escuela de la localidad, aunque su mayor aprendizaje es el trabajo con la tierra y sus cultivos, que fue lo que le transmitieron de generación en generación.
En el campito de los Toro también hay un camping turístico donde es posible pernoctar y disfrutar de la naturaleza, manejado por parte de su familia. Sin embargo, Chabela está enfocada en sus cultivos principalmente de verduras, que luego vende en dos ferias que se realizan en la zona.
El empuje y la fortaleza de esta mujer sorprende. Interrumpe su rutina diaria de trabajo para dialogar un rato con +P, se maneja muy bien con el WhatsApp y hasta envía fotos y referencias de su trayectoria. Nos cuenta que nació en 1956 y que, actualmente, es la única agricultora de su familia.
Gran parte de lo que sabe lo aprendió de su abuela “la veía como regaba con tacho” nos cuenta y recuerda que en ese entonces no contaban con mangueras ni regadores. “Hicimos métodos, las mismas semillas las usamos por tercera generación. Mi abuela se la pasó a mi papá y mi papá me pasó la semilla a mí y yo conservo todavía las mismas semillas de mi abuela”, asegura.
La ruralidad como modo de vida
La productora asegura que todos los árboles y plantas los fue armando con estas semillas propias. Hoy produce todo tipo de verduras, pelones, damascos, duraznos y frutas finas como frutillas y frambuesas. Todo esto lo trabaja en una hectárea.
Su producción la lleva a la Feria Franca que se hace en el Nahuel Huapi, además de la feria del pueblo de Villa Llanquín, que se realiza los fines de semana y que se convirtió en un lugar afín al turismo “Soy la única que participa en la feria y que lo hace como negocio. Después están mis hermanas que trabajan para su consumo”,explica.
Chabela asegura que todo el trabajo lo hace sola “camino todos los días porque estoy trabajando donde trabajaba mi abuela y me hice la vivienda a 1 km, entonces camino todos los días 2 km para ir y volver en mi huerta”, nos cuenta orgullosa, una actividad que claramente la mantiene en forma.
“Cuando tengo que cosechar la producción para ir a la feria, también me cargo en los hombros o en un tacho las verduras, las traigo acá para ponerlas todas en condiciones para llevarlas a la feria”, nos cuenta como una hazaña. Para ir a la feria, lo hace en la camioneta de su sobrino que la lleva y la trae con su producción.
Estas costumbres que le ensañaron sus padres para ella son “un modo de vida y un modo de salud”, dice. “Salud porque vos tenés entretenida tu mente en algo muy positivo, que es lo que nos da la madre tierra” agrega.
Una voz que defiende el territorio
Cuando se le pregunta por el entorno en el que vive y si ha notado cambios en el paisaje, Chabela asegura que el entorno sigue igual con sus árboles autóctonos, aunque se lamenta de que el río Limay esté contaminado “no se puede usar el agua para tomar, yo uso agua de vertiente”, explica, incluso para regar sus plantas.
Respecto al clima, Chabela afirma que “cambió muchísimo” hay menos agua, algunas vertientes se secaron y además las cenizas de los volcanes los afectaron mucho. “Este año no ha nevado, así que no sabemos cómo nos va a tratar el verano con el tema del agua… el río Limay ya se ve incluso con menos agua” se lamenta, haciendo referencia a la sequía que vive la provincia.
A pesar de estas cuestiones, Chabela toro continúa con su trabajo diario entre semillas heredadas, huertas y ferias que le dan sentido a su comunidad. Un trabajo que trasciende lo productivo, más bien un acto de amor por la tierra y por la cultura rural.
Su nominación no es solo un reconocimiento personal, sino también un homenaje a todas las mujeres que, como ella, sostienen con sus manos y su esperanza el futuro del campo patagónico.
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