Producir en Picún Leufú, entre la bondad del suelo y la falta de agua
El productor de fardos José Monge, nos cuenta sobre los inicios de la actividad en la zona y sobre las problemáticas que deben afrontar los productores como la falta de agua, que pone en jaque su producción cada temporada.
A 140 kilómetros de Neuquén Capital y a orillas del río que lleva el mismo nombre, se encuentra la localidad de Picún Leufú, cabecera del departamento homónimo. Gracias a las bondades hidrográficas de la provincia y la riqueza de los suelos, en este valle son posibles los emprendimientos productivos como el de José Monge, que se dedica al cultivo de alfalfa para producción de fardos.
Desde una de las chacras donde trabaja, José recuerda que su padre se dedicó siempre a la tierra. “En ese tiempo se sembraba mucha legumbre. Se ha dejado de producir, porque antes en todas las chacras se producía trigo, poroto, lenteja y arveja. La arveja era una cosa muy linda, era común antes, porque eran chacras muy pequeñas que cada uno regaba, hacía su canal, a veces entre cuatro o cinco vecinos se juntaban y hacían los canales, tomaban agua del río Picún” cuenta Monge y agrega que ese cultivo de arvejas ya está perdido, aunque algunos productores aún lo realizan.
Se dice que en esta zona se produjeron las primeras pasturas de Neuquén para ganadería, especialmente el cultivo de alfalfa. Cuando José era chico había dos o tres chacras que se dedicaban a esta actividad, a los pastos y a la alfalfa de variedad pampeana, aunque la producción era incipiente. “Yo ayudaba a engavillar, porque tampoco se enfardaba. Cuando se hacían las parvas se tapaban y en el invierno se enfardaba con las máquinas a caballo, los malacates que se le llaman”.
Su padre comenzó primero con las legumbres hacia la década del 60 “hasta que pudimos empezar a trabajar la tierra y ampliarla. Ahí empezamos con la alfalfa, cortábamos a guadañas. Y con eso cortaban y armaban los fardos”, todo esto en media hectárea de campos que eran campos fiscales, hasta que llegaron a cerrar casi 40 hectáreas, que ahora trabaja junto a sus hermanos.
Don Felindo Monge, padre de José, trabajaba las malezas naturales que salían. “Él ya cortaba pastos y también los enfadaba así en cajones o en la tierra, en pozos cuadrados. Se trabajaba con trébol y malezas que salían en la costa hasta el río. Así que cuando llegó acá y vio la posibilidad de trabajar con la alfalfa, ahí empezó”, cuenta José e introduce el tema del agua que en ese momento era más abundante, ya que el río permitía el riego hasta el mes de enero.
Buen pasto
José Monge nació al otro lado del río Picún, en un paraje del lado de Río Negro hasta que años más tarde se trasladó con su familia a la localidad. Desde entonces, trabaja las tierras que le dejó su padre, junto a su familia. Además, desde hace ocho años también produce en la chacra La Resistencia, de su actual esposa Graciela Quinchagual, en la margen izquierda del río.
La producción actual es de forraje y alfalfa. “Ahora tenemos otro tipo de variedades que le dan bastante más rendimiento. Trabajamos con otro tipo de maquinaria. Este forraje tiene destino para el sur, Bariloche, Junín, San Martín de los Andes y Piedra del Águila”, cuenta José y asegura que este pasto es “de buena calidad” y “muy buscado para ganadería”.
Entre inundaciones y sequías
Los antiguos pobladores de Picún Leufú debieron enfrentar no solo las crecidas naturales de los ríos que los rodean, sino también las inundaciones que provocaron las obras de las represas en la década del 70, que implicaron grandes pérdidas y el traslado de la población hacia otro sector, y durante varias oportunidades.
Por otro lado, hasta que se mejoraron los caminos, la logística para trasladar los frutos de la producción siempre fue compleja. “Era incómodo entrar a las pequeñas chacritas que había. Pero bueno, a medida que fue pasando el tiempo, se fueron acomodando bastante los caminos” recuerda José.
“Antes cuando nosotros llegamos había gente que regaba, que tenían su canal propio, lo sacaban a 3 o 4 kilómetros para llegar a los niveles de la tierra y otros se juntaban 3 o 4. Mi papá se juntó con 2 o 3 familias más y también hicimos un canal, teníamos un canal propio, así que eso también era una pelea con los vecinos por el agua”, afirma José y agrega que luego intervino el Estado Provincial e hizo un canal para que rieguen todos.
Años de promesas
A partir de esta obra se generó un mejor aprovechamiento del agua, aunque el problema vino cuando comenzaron a crecer los emprendimientos productivos. “Los pobladores acá también teníamos algunas organizaciones, comisiones de riego y consorcios. Ya hace más de 20 años que nos juntamos los chacareros y pedimos al gobierno de Felipe Sapag, en ese tiempo, que defina la obra, que le diera solución a Picún porque fueron muchos años de promesas” asegura José.
Entre distintas opciones que se estudiaron para las obras José reconoce que “Se eligió la peor obra para Picún, una obra cara para mantenerla. A partir de ahí mucha gente creyó que era la solución del agua y vinieron a instalarse acá algunos productores. En su momento teníamos un metro cúbico de agua cuando la obra se inauguró hace 20 años y ahora tenemos 800 centímetros, Desde ese entonces no se han hecho mejorías en el sistema “la situación del riego en Picún es grave, es mala” se lamenta el productor.
Cuando no hay agua a los productores les dicen “que las bombas están en reparación”. “Cuando pasa todo un invierno sin que esas bombas se usen, pero es de todos los años que los chacareros se tienen que juntar para que pongan esas bombas en marcha”, una situación que al día de hoy no ha mejorado, aunque luego de la reciente visita de la vicergobernadora “ella se prometió acompañar el reclamo… a ver si nos pueden agregar una bomba más” aseguró José.
La tierra es generosa
Las condiciones climáticas de la zona favorecen la producción de pasturas, sobre las de frutales que suelen sufrir mucho por las heladas tardías. “A fines de octubre, los primeros días de noviembre empezamos ya a cortar el pastito hasta mayo, después la alfalfa se duerme y queda ahí sin crecimiento. Acá se hacen cuatro cortes de pasto y tenemos un promedio entre 140 y 150 fardos por hectárea y por mes”, cuenta José y agrega que los camiones de ahora pueden trasladar hasta 800 fardos de pasto de una vez.
“Uno ha vivido en esto, la ha sufrido y ve que a veces han pasado autoridades que nos han perjudicado. El esfuerzo del año muere ahí con el sol, no dan muchas ganas de festejar, así que una de las cosas que me molesta bastante es que hagan las fiestas en nombre de los productores y el hombre de campo y que para ellos no llegue nada” reconoce José.
“¿Sabe lo que sería este valle si dispusiéramos de agua disponible?, la tierra es muy generosa, el valle este se vería con una producción inimaginable”, finaliza el productor, mientras visualiza un futuro mejor para él y los productores de la zona.
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