Noruega

En Noruega, ¿la gente siente culpa por su riqueza?

El aumento de la riqueza está despertando un nuevo sentimiento de culpa entre los noruegos. Qué hay tras la tendencia.

Noruega es un ejemplo de todo lo que está bien. Es líder en energía hidráulica, en aviación y navegación eléctrica; ha prometido que para 2030 alcanzará la "neutralidad climática" (reduciendo sus emisiones de carbono un 40% respecto a sus niveles de 1990); es el primer país que prohíbe la contratación pública para aquellas entidades que contribuyen a la destrucción de bosques; es uno de los mayores patrocinadores de proyectos "verdes" en el extranjero (como el fondo de US$1.000 millones que le otorgó a Brasil para ayudarle a detener la deforestación); tiene un superávit presupuestario que causa envidia aun entre los países más ricos del mundo; aparece en el top del Informe Mundial de la Felicidad y la lista podría seguir por varias líneas más.

Noruega es un ejemplo de todo lo que está bien, pero algunos noruegos no están tan contentos con esta realidad. De hecho, sienten culpa por tanto bienestar y, como suele pasar con ciertos fenómenos sociales, la tendencia se escabulle en series de televisión o libros.

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“Al observar la literatura, las películas y las series de televisión contemporáneas, descubrí que el contraste entre el yo feliz, afortunado o privilegiado y el ‘otro’ sufriente generaba sentimientos de culpa, inquietud, incomodidad o vergüenza”, opinó Elisabeth Oxfeldt, profesora de literatura escandinava de la Universidad de Oslo.

La tendencia se escabulle y, como quien imagina caras de desconfianza, Oxfeldt se apura en aclarar que “no todo el mundo se siente culpable, pero muchos sí” y hasta ha bautizado a la cuestión con el término “scan guilt”, algo que en español se traduciría como "escandiculpa".

No sorprende

“Hemos visto el surgimiento de una narrativa de culpabilidad sobre las vidas privilegiadas de las personas en un mundo donde otros sufren”, comentó en declaraciones a medios europeos.

En el mundillo de las ciencias sociales es una verdad a voces que muchas veces la literatura se le adelanta a la hora de identificar tendencias (un ejemplo contundente es que Franz Kafka entendió antes que el mismísimo Max Weber sobre burocracias modernas). Volviendo a Noruega, no sorprende que en las series nórdicas recientes aparezcan historias que despierten esta sensación de culpa a la que alude Oxfeldt.

Historias de miembros de la “clase ociosa” que dependen de los servicios que prestan los trabajadores inmigrantes que residen en apartamentos en sus sótanos. O mujeres que se dan cuenta de que han logrado la igualdad de género en el lugar de trabajo gracias a sus niñeras mal pagadas de países pobres que cuidan a sus hijos, argumenta Oxfeldt.

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Elisabeth Oxfeldt dice que el sentimiento de culpa del país está siendo explorado por películas, series de televisión y libros.

Elisabeth Oxfeldt dice que el sentimiento de culpa del país está siendo explorado por películas, series de televisión y libros.

¿Riqueza ética?

La cuestión da un paso más allá de la academia y llega a la praxis política. De hecho, en marzo de este año, el gobierno noruego dijo que había dejado de conceder permisos de trabajo a las niñeras del mundo en desarrollo.

La profesora de la Universidad de Oslo instaló el tema al asegurar que los noruegos ricos contrastan cada vez más sus cómodas vidas con las de las personas que no la están pasando bien, aún fuera de las fronteras del país de las asombrosas auroras boreales. Y la siguieron varias ONGs que cuestionan si la riqueza de Noruega se basa en prácticas éticas.

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La mágica aurora boreal se hace presente en Noruega desde finales de septiembre y hasta la culminación de marzo.

La mágica aurora boreal se hace presente en Noruega desde finales de septiembre y hasta la culminación de marzo.

De hecho, en enero, el periódico Financial Times publicó un informe especial que reveló cómo el aceite de pescado elaborado a partir de pescado entero molido capturado en las costas de Mauritania en África se usaba como alimento para las extensas granjas de salmón de Noruega. El pescado noruego de piscifactoría, que venden en los principales comerciantes de Europa, “está dañando la seguridad alimentaria en África occidental”, aseguraba el periódico.

Pronto a responder y hasta quizá con cierta culpa, desde el gobierno noruego respondieron que querían “garantizar un alimento sostenible” y estaban trabajando para “un mayor uso de materias primas locales y más sostenibles”.

Noruega es un ejemplo de todo lo que está bien, y quizá la "escandiculpa" es un ejemplo más de esta cuestión, ¿no?

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