Inflación de julio 4%...estamos mal, pero ¿vamos bien?
Mantener una inflación en torno al 4% con una devaluación del 2%, a esta altura de los acontecimientos, es inviable para el crecimiento económico.
El Gobierno esperaba una inflación menor. Julio marcó 4% y enfrió el entusiasmo oficial por mostrar un número que empezara con tres. Sin dudas la desaceleración fue menor a la esperada. los precios registran el 87% en lo que va del año y un 263,4% en los últimos 12 meses. Un dato que sigue preocupando a los especialistas porque, de continuar con este ritmo, los problemas en el programa económico tenderán a profundizarse.
Lejos de bajar los brazos, el equipo del presidente Javier Milei intentó valorizar el dato mensual de la inflación de julio remarcando que fue el más bajo de los últimos 30 meses. Pero en el entorno, estaba todo alineado para un festejo que no fue. Inclusive las principales consultoras privadas arriesgaban un número perforando este piso que cuesta quebrar: Equilibra, que dirige Martin Rapetti, la ubicó en 3,5%; EcoGo, de Marina Dal Poggeto, pronosticó 3,9%; y el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) que hace el Banco Central promediando los pronósticos de las principales consultoras arrojó un 3,7%.
¿Qué es lo que falló en el pronóstico? Para algunos economistas, se subestimó la suba de algunas divisiones en el cálculo del IPC como es el caso de los “Restaurantes y Hoteles” que registraron un salto del 6,5% producto, en parte, de las vacaciones de invierno que mostraron subas en la mayor parte de los servicios.
De acuerdo al REM, la proyección de la inflación mensual promedio a diciembre se ubicaría en el 3,8% por lo que no hay perspectivas que alcance el 2% mensual que pretende el oficialismo, en línea con la variación del tipo de cambio. Y este no es un dato menor. Mantener estas distorsiones entre los recorridos que tiene la inflación y el tipo de cambio, de aquí en adelante, profundizarán el atraso cambiario que ya existe en la economía argentina, un problema estructural impacta de lleno en el sistema, profundizando la pérdida de competitividad de las exportaciones y el abaratamiento de las importaciones.
El dilema del Gobierno
En los últimos meses el Gobierno utilizó a la inflación como una herramienta para licuar gran parte del gasto y eso le permitió tanto corregir sus cuentas fiscales como alinear algunos de los precios relativos de la economía. Pero ahora se encuentra con un problema, ya que si sigue bajando con fuerza la inflación, el proceso de ajuste entraría en una meseta con un gasto público que tiene todavía una inercia difícil de frenar.
Para muchos economistas, el Gobierno intentará mantener la inflación en torno del 4% -por lo menos hasta fin de año- para continuar con la licuación del gasto que comenzó en diciembre del año pasado. Sin embargo, este esquema choca con la intención de mantener un mercado cambiario competitivo para la economía argentina.
Al proyectar las variables a largo plazo, el Gobierno considera que el crecimiento de emisión monetaria, las tasas de inflación y devaluación deberían tender a converger, aunque no se mueven a la misma velocidad, como está ocurriendo en estos momentos. Lo preocupante es que los desvíos que existen entre estas variables están tendiendo a acelerarse, fundamentalmente al hablar de inflación y devaluación. “Tomen todas sus decisiones sin esperar un salto devaluatorio. Los que cruzan datos y proyectan una devaluación como inevitable, hacen aritmética, no política económica”, volvió a repetir esta semana el economista Juan Carlos De Pablo.
El tipo de cambio real al cierre del fin de semana pasado, no se encuentra en un nivel de equilibrio en la comparación con su evolución histórica. Según la medición del Índice de Tipo de Cambio Real Multilateral (ITCRM) que mide el BCRA -y analiza la evolución nominal de la cotización del peso argentino relativa a las monedas de los principales 12 socios comerciales del país- alcanzó el viernes los 87 puntos, sobre una base de equilibrio teórico de 100 puntos. No obstante, este indicador de competitividad cambiaria es una variable muy volátil. Basta recordar que una vez aplicado el salto del dólar oficial del 13 de diciembre, el ITCRM subió desde los 75 puntos -un dólar “atrasado” para la mayor parte de los analistas- a los 163 puntos, que reflejó un dólar “alto” en ese momento. Y con el correr de los meses se fue desinflando hasta el equilibrio presente.
Los economistas discuten entonces si hay que esperar una nueva devaluación una vez que se consuma esta ventaja cambiaria por efecto de un dólar casi quieto -crawling peg con alza marginal del 2% mensual- y una inflación que todavía presiona en torno del 4% mensual. Hoy los 87 puntos del ITCRM se encuentra en los mismo niveles de octubre del año pasado, cuando los empresarios le exigían al entonces ministro Sergio Massa un ajuste para corregir el atraso cambiario que existía en la economía argentina.
Tendencias
Claramente una inflación del 4%, en el actual contexto de la economía argentina, no ayuda a consolidar las bases de un desarrollo sustentable para el país. Mantener un IPC en torno a estos valores mensuales de aquí a fin de año solo profundizará los problemas cambiarios que ya existen y postergará aún más las posibilidades de salir del cepo, punto clave para el ingreso de inversiones genuinas y puntal para el crecimiento económico de la Argentina.
Estudios privados dan cuenta que, de mantener una inflación promedio mensual en torno al 3,5% durante el último cuatrimestre y sostener la devaluación oficial en 2%, llevará al ITCRM a perforar sus 80 puntos y a ubicar la competitividad cambiaria en niveles de principios de diciembre. Es decir que toda la mejora realizada por la devaluación tras la asunción de Javier Milei se esfumaría en solo 12 meses.
Algunos economistas cercanos al Gobierno aseguran que el tema cambiario, con un dólar que se está debilitando en el mundo, es un problema global y dan claros ejemplos señalando como en Uruguay la inflación creció en los últimos años por encima de la tasa de cambio...“Y no hay economistas en Uruguay que pidan devaluación”. Sin embargo, la diferencia tanto en Uruguay como en Brasil -que muestra esta misma tendencia- está en que el tipo de cambio es solo una de las herramientas que impulsa la competitividad del sistema. Ambos países ya hicieron sus reformas tributarias, financieras y laborales lo que permite sostener sus economía competitivas independientemente de los vaivenes que pueda sufrir el tipo de cambio. Argentina todavía se encuentra lejos de llegar a esos objetivos.
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