Batalla cultural

Milei y su batalla cultural por la nueva Argentina...¿Realidad o sólo relato?

Batalla cultural, un concepto que intenta imponer el Gobierno de Javier Milei para lograr cambios estructurales en la Argentina.

“Chile es el país de Latinoamérica que más gente sacó de la pobreza desde los años 80 hasta el 2010. Pero descuidó la batalla cultural, esa que hoy da fuertemente Axel Kaiser. La descuidó durante mucho tiempo y hoy los gobierna prácticamente un comunista que los está por hundir”, sentenció esta semana el ministro de Economía Luis Caputo en una entrevista que concedió a radio Mitre. Para aquellos desprevenidos, Axel Kaiser Barents-Von Hohenhagen es un abogado, profesor universitario, escritor y activista chileno, de 43 años, defensor de los postulados de la escuela austríaca.

No quedan dudas, tras este primer año de gestión, que en la agenda del Gobierno de Javier Milei la batalla cultural está entre sus prioridades. Tiene que ver con la imposición de un relato. Esta contienda no se limita solo a las diferentes posiciones sobre determinada ley o medida gubernamental, se dirige a cambios en las raíces ideológicas profundas y de grandes consensos sociales logrados que, en estos tiempos, se vuelven a poner en discusión. Se trata de la lucha por una ‘hegemonía cultural’, un término acuñado por Antonio Gramsci, un intelectual, filósofo, teórico marxista y activista italiano de principios de siglo pasado. Aseguraba que quien logre la supremacía en ese terreno impondrá un marco ideológico del que derivarán la política, la economía y las relaciones sociales.

Insólita y paradójicamente, el Gobierno de Javier Milei -totalmente alejado del pensamiento de Gramsci- se arroga ahora este concepto para sumar apoyo a su proyecto político que, según sus palabras, definirá la Argentina en el futuro.

No es algo nuevo en el país. El kirchnerismo, en sus 16 años al frente del Gobierno, destinó millonarias partidas de dinero, enorme cantidad de tiempo y mucho trabajo para sostener está guerra cultural con la creación de nuevas estructuras estatales, organizaciones afines e interfiriendo en los sistemas educativos desde sus bases. Pero pese a la enorme cantidad de dinero, tiempo y trabajo los resultados no se dieron como ellos esperaban. Nunca pudieron ampliar sus fronteras más allá del núcleo duro de sus seguidores, aunque no hay que desmerecer algunos logros en términos políticos. Sino como se entiende que la expresidente y hoy condenada por la Justicia a seis años de prisión, Cristina Fernández de Kirchner, haya podido convencer a su electorado de votar ciegamente por Daniel Scioli -hoy secretario con rango de ministro del Gobierno de Javier Milei- en las elecciones de 2015; a apoyar sin titubeos, con los antecedentes que presentaba, al expresidente a Alberto Fernández en 2019; y a pedir el respaldo a la candidatura de Sergio Massa, dirigente de la derecha peronista que confrontaba abiertamente con la marea de votantes adictos al cambio cultural del país que impulsaba la expresidente. Decenas de millones de personas obedecieron el mandato y, sin ningún tipo de remordimiento intelectual o ético, respondieron a los deseos de su líder. Gran parte de estos logros -si así se los puede llamar- se deben a la batalla cultural de estas últimas dos décadas llevadas a cabo por el kirchnerismo.

Javier Milei va en esta misma línea, pero con una diferencia: la esperanza de cambio -que hay que ver cuando llega- y con ello de un mejor bienestar para la población argentina, la que en un gran porcentaje se encuentra sumergida en la pobreza e indigencia hacia ya más de dos décadas.

Pablo Gerchunoff, profesor, escritor e historiador económico argentino, uno de los más reconocido del país, reflexionó esta semana, al tocar el tema: “tiendo a creer que la cultura cambia en 600 o 700 años, no hay cambios culturales rápidos. Hoy hay una victoria política (N. del E.: por el triunfo de Javier Milei), no una victoria cultural. Los políticos tienden a llamar a sus victoria políticas como culturales, pero nada de eso es real”, comentó en una radio porteña. Para el coautor del preciado libro “El ciclo de la ilusión y el desencanto”, escrito junto a Lucas Llach -hoy parte del equipo de Desregulación de Federico Sturzenegger-, lo que da el aval político a un Gobierno son las mejoras económicas que percibe y llegan a la población, no el relato o la impronta de una batalla cultural.

Lo cierto es que el mundo hoy se está moviendo -equivocadamente o no- hacia discursos de derecha que reivindican modelos sociales mucho más conservadores. Y el Gobierno de Javier Milei es parte de este modelo global. Definitivamente será la historia la que terminará por definir y calificar los logros y desaciertos de este novel Gobierno, tal como ya lo hizo con los anteriores.

Cambio de paradigma para la economía Argentina

No hay que descartar, teniendo en cuenta lo que se está observando en el mundo y en la política local, que el ciclo liberal en la Argentina sea algo parecido en tiempos al que tuvo en su momento el kirchnerismo. Factores exógenos muestran que el mundo se vuelve cada vez más liberal-conservador producto de la descomposición progresiva que se está observando en la globalización económica, política y social.

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La exportación de crudo, una de las ventanas que tiene Milei para el ingreso de dólares a la Argentina.

La exportación de crudo, una de las ventanas que tiene Milei para el ingreso de dólares a la Argentina.

Por otra parte, como factores internos, hay que destacar que hoy el Gobierno de Javier Milei se enfrenta a una oposición sin reacción, lo que le facilita avanzar en los cambios estructurales de la economía del país. Y si bien los logros sociales no emergen en este primer año de gestión, sí los económicos; y entre ellos uno clave que es el desplome de la inflación. La administración de Alberto Fernández-Cristina Fernández-Sergio Massa terminó su gestión en noviembre 2023 con una inflación del 12,8% mensual; hoy ese indicador se ubica en 2,4%. Dato real, no relato.

Y junto con este cambio de variables macroeconómicas y reacomodamiento de los precios relativos, también el atraso cambiario pareciera que es otra de las variables que llegó para quedarse, por lo menos por un tiempo. “Es maravilloso para la política. El dólar barato es, para la clase media alta, viajes a Miami; para la clase media baja, motos; y para la clase baja, alimentos baratos. Yo creo hay dos unanimidades bien argentinas: el dólar barato y Malvinas. No hay gobierno que haya tenido la oportunidad de tener un dólar barato, y que no lo haya usado. Todos inventan una historia productiva que lo hace posible: Menem dijo con el Mercosur y con la segunda revolución de las pampas que íbamos a exportar tanto, que el dólar barato se hacía sostenible”, recordó Gerchunoff.

Pero este cambio de ciclo que viene a instalarse en la Argentina tendrá impacto sobre la matriz productiva y económica del país. Y ya lo estamos comenzando a ver hoy. “El dólar barato se puede sostener, pero muchas actividades productivas que hoy generan empleo no se podrán sostener; la industria, la construcción, muchos sectores se van a caer y eso va a doler”, destacó el entrevistado. Apuntó que las nuevas industrias que generarán riqueza para el país y para las familias argentinas estarán ligadas a los minerales, hidrocarburos y el campo. Y sobre este contexto, hizo una mención del futuro del conurbano: “El Gran Buenos Aires va a ser un problema. No es como cuando fue con Perón, el espacio del crecimiento industrial mercado internista, hoy es un espacio de servicios pobres para los pobres, eso no va a tener salida. La idea ficticia de que puede haber migraciones a los nuevos polos de riqueza como Neuquén, Catamarca o Jujuy, me parece que es un sueño, pero no hay que descartarlo del todo; puede generar un nuevo diseño federal”.

Un cambio de paradigma para la matriz económico-social de la Argentina. Aquí también será la historia la que terminará juzgando si solo con la explotación y exportación de los recursos naturales el país podrá derramar un bienestar consistente para su población.

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