Cerezas de Chile: confirman récord de exportaciones 2025/26; China será clave
Con más de 80 mil hectáreas plantadas y una producción que podría superar las 730 mil toneladas, Chile se prepara para otro año histórico en la ‘bonanza roja’.
La industria frutícola de Chile vive uno de los capítulos más brillantes de su historia reciente, y la cereza se ha convertido en su producto estrella. Con un crecimiento exponencial en superficie plantada, producción y exportaciones, Chile ha consolidado su papel como líder indiscutido en la oferta mundial de esta fruta de carozo.
Lo que en la década de los noventa era una apuesta incipiente hoy se traduce en cifras récord, con proyecciones que no solo entusiasman a productores y exportadores, sino que también llaman a la cautela frente a desafíos crecientes: desde la concentración de mercados hasta la presión por mantener estándares de calidad en medio de volúmenes cada vez mayores.
Un reciente informe del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA), publicado en forma oficial ayer, pone en cifras este auge. El documento, que analiza el estado actual del año comercial 2024/25 y las proyecciones para 2025/26, confirma lo que el sector chileno ya percibía: la curva de crecimiento está lejos de aplanarse revelando un salto en el crecimiento de las exportaciones.
Expansión sin precedentes: la fiebre de plantar cerezas
El motor central de esta bonanza es el crecimiento sostenido del área plantada. Para el año comercial 2025/26, se proyecta que las plantaciones de cereza en Chile alcanzarán las 80.000 hectáreas, un alza del 4,6 % respecto de las 76.447 hectáreas registradas en 2024/25.
Detrás de esta expansión se esconde un incentivo claro: la rentabilidad. La cereza es hoy el cultivo más atractivo dentro de la fruticultura chilena. La demanda internacional, encabezada por China, garantiza retornos que superan a los de otros frutales tradicionales como las manzanas o las uvas de mesa.
La concentración geográfica de las plantaciones también revela un patrón definido. La Región del Maule encabeza la producción con 32.801 hectáreas (42,9 % del total), seguida de cerca por O’Higgins con 29.935 hectáreas (39,2 %). Estas zonas no solo aportan la mayor superficie, sino que ofrecen condiciones climáticas ideales: inviernos con suficientes horas de frío, disponibilidad de agua de riego y un riesgo moderado de heladas primaverales.
En los últimos tres años, el dinamismo ha sido notorio: O’Higgins creció un 30,3 %, Maule un 17,9 %, y la Región Metropolitana sorprendió con un aumento del 47,5 %. Esta carrera por plantar refleja la confianza de los inversionistas agrícolas en el potencial exportador del fruto.
El abanico varietal también ha evolucionado. Santina, Lapins y Regina lideran la producción, aunque es Santina la preferida en nuevos proyectos. Su éxito radica en su buena adaptación al clima chileno y, sobre todo, en su resistencia poscosecha, una cualidad esencial para viajes de más de 30 días hacia los puertos chinos.
La tecnificación ha acompañado este proceso. La instalación de techos plásticos para proteger los huertos de lluvias en etapas críticas de floración y cosecha ya no es una opción, sino una práctica estándar. Estas estructuras reducen pérdidas por partidura del fruto y aseguran que las cerezas lleguen íntegras a destino.
Cosechas en ascenso: del árbol al mercado global
El crecimiento en superficie se traduce directamente en más fruta disponible. Según el USDA, la producción chilena de cerezas alcanzará 730.000 toneladas métricas (TM) en el año comercial 2025/26, un 6,7 % más que las 684.208 TM estimadas para 2024/25.
Este incremento responde tanto a la entrada en producción de huertos jóvenes como a la estabilidad climática. A diferencia de otros cultivos que sufren variaciones abruptas, la cereza chilena goza de zonas donde las condiciones meteorológicas permiten cierta regularidad en rendimientos. Para 2025/26, se prevé que 74.000 hectáreas entren en plena cosecha, reflejo de la maduración de plantaciones establecidas hace cuatro o cinco años.
La ecuación es clara: más hectáreas maduras equivalen a más toneladas disponibles para exportación. Y en la lógica de la industria chilena, casi toda la producción tiene un destino fuera de sus fronteras.
Chile exportador: el poder de la cereza en el mapa mundial
Si hay un punto donde se materializa este auge es en las cifras de exportación. Para 2025/26, las proyecciones apuntan a 670.000 TM exportadas, lo que representa un alza del 7,2 % respecto del año anterior.
El desempeño del ciclo 2024/25 ya marcó un récord histórico: hasta mayo de 2025, Chile exportó 625.208 TM de cerezas, un 51,1 % más que el ciclo previo. Nunca antes el país había colocado semejante volumen en los mercados internacionales.
La cara menos favorable de este éxito fue la sobreoferta. La llegada simultánea de grandes volúmenes a China generó una baja de precios y puso en evidencia problemas de calidad en algunas partidas. Aunque las cerezas chilenas mantienen una reputación premium, los compradores chinos advirtieron inconsistencias, lo que obligó a los exportadores a replantear estrategias para la siguiente temporada.
China sigue siendo el destino indiscutido. En 2024/25 recibió 567.625 TM, equivalentes al 90,8 % de todas las exportaciones chilenas. Este nivel de concentración es al mismo tiempo una fortaleza y una vulnerabilidad: asegura un mercado ávido y dispuesto a pagar precios altos, pero deja a la industria expuesta a los vaivenes de una sola economía.
El segundo comprador, Estados Unidos, está muy por detrás con 20.166 TM (3,2 %). Mercados como Corea del Sur, Taiwán y Vietnam, aunque todavía pequeños, muestran dinamismo: sus importaciones crecieron entre un 45 % y un 118 % en el último año. La diversificación aparece así como un objetivo estratégico de mediano plazo.
Desafíos logísticos y de calidad
Exportar cerezas no es simplemente enviarlas en contenedores refrigerados. El viaje a Asia puede tomar entre 25 y 35 días, lo que obliga a un manejo postcosecha extremadamente riguroso. Cada etapa —desde la cosecha hasta el empaque— requiere protocolos para evitar daños físicos y asegurar firmeza, dulzor y apariencia.
En los últimos años, la industria chilena ha invertido fuertemente en automatización de líneas de embalaje, calibrado electrónico y tecnologías de atmósfera controlada. Sin embargo, los volúmenes crecientes presionan constantemente la capacidad instalada.
El gran desafío es mantener la consistencia. Una caja defectuosa puede arruinar la imagen de una marca en el mercado chino, donde el consumo de cerezas no solo responde a criterios de sabor, sino también a factores culturales: se asocian con prosperidad y se regalan en celebraciones como el Año Nuevo Lunar.
Frente al boom exportador, el mercado local chileno tiene un papel secundario. Para 2025/26, el consumo interno se proyecta en 60.000 TM, un aumento marginal explicado por la mayor disponibilidad.
La mayoría de estas cerezas son aquellas que no cumplen los estándares de exportación. El consumo se da principalmente en fresco, pues en Chile casi no existen industrias procesadoras dedicadas a la fruta de carozo. El mercado interno, por lo tanto, opera como un complemento, absorbiendo fruta de descarte o de calibres menores.
Impacto económico y social
La cereza no solo ha transformado el paisaje agrícola, sino también la economía rural chilena. Miles de empleos se generan cada temporada en labores de cosecha, embalaje y transporte. Según estimaciones de gremios frutícolas, la cereza aporta más de 200.000 puestos de trabajo temporales cada verano, muchos de ellos ocupados por mujeres.
El dinamismo de esta industria también se refleja en la inversión en infraestructura: centrales de embalaje, sistemas de riego tecnificado, carreteras y logística portuaria. Incluso aeropuertos como el de Santiago han visto un aumento en la carga aérea de cerezas, destinadas a llegar frescas a mercados premium con menos tiempo de tránsito.
El crecimiento acelerado no está exento de riesgos. La dependencia excesiva de China, los costos logísticos crecientes y la vulnerabilidad climática son factores que preocupan a los analistas. Un invierno más cálido de lo habitual o lluvias intensas en diciembre podrían impactar severamente las cosechas.
Asimismo, la expansión de la superficie plantada ha encendido alertas sobre el uso del agua en zonas con estrés hídrico. Si bien la cereza no es el frutal más demandante, el volumen de nuevas plantaciones genera presiones en cuencas ya tensionadas por el cambio climático.
La sustentabilidad aparece entonces como un eje clave para el futuro. Iniciativas de riego eficiente, certificaciones de huella hídrica y prácticas agrícolas regenerativas comienzan a ganar espacio, tanto por convicción de los productores como por exigencia de los compradores internacionales.
La experiencia de la temporada 2024/25 dejó una enseñanza central: exportar más no necesariamente se traduce en mayores ganancias. La sobreoferta, la caída de precios y la percepción de problemas de calidad golpearon los márgenes de algunos productores.
Por ello, el foco de la próxima temporada estará puesto en cuidar la calidad antes que perseguir el volumen a cualquier costo. Exportadores y gremios ya trabajan en campañas para ordenar los envíos y evitar que toda la fruta llegue al mismo tiempo a los puertos chinos.
Conclusión: la bonanza roja y el desafío de sostenerla
Chile vive una verdadera “fiebre de cerezas”. El país ha logrado construir en menos de dos décadas una industria que lidera a nivel global, con cifras que impresionan: 80.000 hectáreas plantadas proyectadas, 730.000 toneladas de producción y 670.000 toneladas de exportaciones para 2025/26.
Sin embargo, el reto no está en seguir creciendo indefinidamente, sino en hacerlo con inteligencia estratégica. La diversificación de mercados, la gestión logística, la sustentabilidad y, por sobre todo, la consistencia en la calidad del producto serán los factores que definirán si la cereza chilena logra consolidar su prestigio en el tiempo.
La historia de este fruto rojo demuestra cómo la combinación de clima, inversión y visión exportadora puede transformar a un país en un actor central del comercio agrícola mundial. Pero también recuerda que, en mercados tan competitivos y exigentes, el verdadero éxito no se mide solo en toneladas exportadas, sino en la capacidad de mantener el brillo temporada tras temporada.
Fuente: USDA con aportes de la Redacción +P.
En esta nota