Cerezas: el contraste entre la estrategia exportadora de Chile y Argentina
En el negocio de la cereza, Chile se consolida con inversión privada y nuevos mercados; Argentina busca impulsar su sector exportador.
El negocio de la cereza se ha convertido en uno de los motores agroexportadores más dinámicos del hemisferio sur. Mientras Chile alcanzó una madurez en el sector gracias a una estrategia donde la inversión privada ha sido protagonista, Argentina busca despegar después de décadas de inestabilidad macroeconómica.
En conversación con +P, Marcela Martínez, gerente técnico de San Jorge Packaging, analiza cómo las políticas públicas y el rol del Estado han marcado trayectorias muy distintas en ambos países. En el caso chileno, la fórmula parece clara: el Estado no subsidia ni invierte directamente en el negocio productivo, pero sí garantiza las condiciones para que los privados se desarrollen. “El exportador es un privado y se la juega solo. El Estado lo que hace es abrir mercados: acuerdos bilaterales, protocolos sanitarios, negociaciones con China o Estados Unidos, etc. Pero la inversión, el riesgo, la tecnología, todo es privado”, explica Martínez.
Este modelo ha permitido que Chile, en dos décadas, multiplicara exponencialmente su producción de cerezas y consolidara a China como su destino casi exclusivo. La estabilidad macroeconómica, la seguridad jurídica y la continuidad de la política comercial —independientemente del signo político de los gobiernos— han dado al sector un marco predecible para invertir a largo plazo. “El mérito del crecimiento chileno es privado. El Estado acompaña, no interfiere. Eso genera confianza para innovar y apostar fuerte”, enfatiza.
Argentina: entre vaivenes económicos y nuevas expectativas
La comparación con Argentina resulta inevitable. Mientras Chile exhibe continuidad, Argentina ha transitado por crisis recurrentes que afectaron la competitividad del sector exportador: restricciones cambiarias, controles de capitales, impuestos distorsivos, falta de acceso al crédito y volatilidad en las reglas de juego.
“En Argentina, lo que ocurre a nivel de política pública impacta de inmediato en el exportador. Puede ser un cambio cambiario, un corralito o una regulación inesperada”, apunta Martínez. Esto explica que, hasta ahora, las exportaciones argentinas de cereza hayan tenido un perfil distinto, con mayor foco en Europa y Estados Unidos, usando transporte aéreo más que marítimo. Sin embargo, la creciente atracción de China empieza a empujar al país hacia envíos marítimos y la necesidad de incorporar tecnologías como los envases de atmósfera modificada.
Hoy, la percepción dentro del propio sector argentino es más optimista. “Los exportadores acá ya hablan de volver a plantar después de mucho tiempo. Eso significa que sienten que hay un piso de estabilidad para empezar a crecer. Las expectativas están”, reconoce Martínez.
Dos modelos, una lección común
La comparación entre Chile y Argentina ofrece un contraste revelador: Chile apostó por un Estado que abre puertas, firma acuerdos y se mantiene al margen de la inversión directa. La estabilidad y previsibilidad han sido el verdadero “subsidio” para los privados. Argentina, en cambio, mostró un Estado mucho más presente en la economía, pero al costo de la incertidumbre y la inestabilidad, lo que ha frenado proyectos de largo plazo.
Para la industria global, y la entrevistada, la lección es evidente: la apertura comercial y la consistencia institucional pesan más que los apoyos financieros directos. La cereza chilena es el mejor ejemplo: un producto que viaja más de 40 días por mar y llega en condiciones óptimas a los consumidores chinos, gracias a la apuesta de empresas privadas que confiaron en un marco estatal estable. “Al final, el Estado puede abrir el mercado, pero el que invierte, arriesga y desarrolla es siempre el privado. Esa es la clave del modelo chileno”, concluye Martínez.
En el competitivo mundo de las exportaciones frutícolas, la tecnología se ha vuelto el factor diferenciador entre llegar a destino con fruta en condiciones óptimas o perder competitividad en el mercado internacional. Desde Chile, San Jorge Packaging se ha posicionado como un actor clave en el desarrollo de soluciones de atmósfera modificada para la cereza, una innovación que ha permitido sostener el explosivo crecimiento de este sector agroexportador.
“Hoy, el 100% de las cerezas que se producen en Chile para exportación marítima viajan en envases de atmósfera modificada. Es la única manera de asegurar que el pedicelo llegue verde y que la fruta mantenga firmeza y color durante los más de 40 días de viaje hasta China”, explica Marcela Martínez, gerente técnico de la empresa.
La lógica detrás de esta tecnología es simple pero sofisticada: al sellar herméticamente las cerezas en un envase de polietileno, se reduce la concentración de oxígeno y se incrementa la de dióxido de carbono. Este ambiente ralentiza la respiración del fruto, inhibe el desarrollo de hongos y conserva las características organolépticas de la fruta tal como fueron cosechadas. El envase no mejora lo que entra, pero sí garantiza que lo bueno llegue igual de bueno a destino.
Sumar tecnología para las cerezas
En los últimos años, San Jorge Packaging ha dado un paso más con la introducción del Flowpack de polietileno, un sistema automatizado que permite sellar hasta 35 envases por minuto, multiplicando la eficiencia respecto a los métodos tradicionales. “La automatización es clave. En Chile la falta de mano de obra en las plantas nos empuja a desarrollar soluciones que reduzcan la intervención humana y aceleren los procesos”, comenta Martínez.
El desarrollo de este Flowpack, realizado en conjunto con la empresa europea Ulma, representa un salto de competitividad: no solo optimiza costos y tiempos, sino que también ofrece un producto más uniforme y atractivo para mercados exigentes como el chino. La mirada de la compañía va más allá de Chile. Argentina, que empieza a crecer en envíos marítimos de cereza a China, se convierte en un nuevo terreno para aplicar esta tecnología. “El objetivo es abastecer a todo el hemisferio sur, porque nuestra misión es mantener la fruta en las mejores condiciones durante su contraestación”, señala Martínez.
Con estas innovaciones, San Jorge Packaging confirma que el futuro de la cereza chilena y regional no depende únicamente de lo que se cultiva en el campo, sino también de lo que ocurre en la última etapa de la cadena: el envase. Un pequeño detalle que sostiene un negocio de miles de millones de dólares.
Fuente: Redacción +P.
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