¿Cuánto trabajo da la fruticultura del Valle?
En las chacras se escucha frecuentemente la frase "no hay gente" para las labores culturales. ¿Cuán cierta es esta afirmación? ¿Qué hay detrás de la falta de mano de obra? En el fondo, la pregunta clave es: ¿Cuánto trabajo da la fruticultura del Valle?
¿Qué trabajo da el Valle? ¿Cuál es la relación entre el perfil tecnológico de las chacras con la demanda de mano de obra? ¿Cambian los porcentajes si es pera o manzana? ¿Cuál es la necesidad exacta de trabajadores golondrina? Se trabaja todo el año, pero ¿en qué momentos puntuales se necesita más gente en las chacras? Estos son algunos de los datos que presenta el estudio “El trabajo en las producciones de pera y manzana, de Neuquén y Río Negro”, desarrollado por especialistas del INTA y del Conicet.
Es una verdadera radiografía del trabajo en las chacras y, como corresponde, el estudio arranca con una foto de la producción en el Valle. ¿Cuál es el escenario en el que se despliegan las relaciones laborales entre montes de frutales?
Radiografía que alarma
“El complejo frutícola de pepita es un gran generador de empleo por su carácter de demandante de mano de obra intensiva. A pesar de la retracción en los volúmenes de producción, de la superficie cultivada de un 25% y de la reducción de 1.000 fruticultores en una década, los cambios en los volúmenes totales de trabajadores demandados por la estructura frutícola regional no han sido tan notorios en los últimos 10 años, aunque hay datos que registran una caída en los de carácter permanente”, así comienza el estudio.
De este modo hace foco en un dato contundente: en la década que va desde 2012 hasta 2022, la cantidad de productores ha disminuido aproximadamente un tercio, equivalente a 800 productores que desaparecen en el período. Este dato es una enorme bandera de alerta para la actividad ya que, en promedio, han estado bajando la persiana 100 productores por año durante la última década.
Esta caída es aún más contundente si extendemos el periodo en cuestión. Según el informe, se registra una disminución de 2.000 productores en casi 20 años, tengamos en cuenta que en 2005 había 3.655 productores registrados.
Así, con este panorama sobre la mesa nos zambullimos en el tema que nos ocupa: la mano de obra.
Un mapeo del trabajo en las chacras
Bajan todos los indicadores menos el requerimiento de mano de obra. ¿Por qué? Porque las tres principales tareas de las chacras (cosecha, poda y raleo) se siguen haciendo manualmente. Hay casos de ayuda mecánica, pero es solo eso, una ayuda, no reemplaza a la tarea manual.
Se mantiene relativamente estable la demanda total anual de trabajo asalariado, que está en torno a las 850 horas por hectárea por año en peras y manzanas. Según el informe, hay variaciones en virtud del nivel tecnológico de las unidades productivas, pero son menores.
En el caso de la poda, el trabajo requiere cierta especialización ya que implica el conocimiento técnico del árbol, el uso adecuado de las herramientas y el manejo de las escaleras. En cuanto a la cosecha, la recolección de fruta se hace manualmente y en escalera, también requiere oficio.
En general, las tareas de poda y conducción, raleo y cosecha son las que presentan requerimientos más elevados de mano de obra y entre las tres explican el 70% de la demanda total de mano de obra en las chacras. En el caso de la pera, el 70% se explica en la poda y la cosecha.
En relación al personal, dos tercios se cumplen con el trabajador golondrina, un un tercio con el permanente (continuo o discontinuo). Otro dato que sobresale es que el empleo temporario está cubierto en un 90% por el migrante extraterritorial.
“Mano de obra dependiente”
Con los datos sobre la mesa, el informe afirma que “el complejo frutícola moviliza más de 40.000 puestos de trabajo directos y se estiman entre 10.000 a 15.000 de indirectos, lo que impacta fuertemente en la estructura socioeconómica de la región”.
Estos datos hacen una radiografía del trabajo asalariado y queda afuera un componente importante de la fruticultura que es el trabajo familiar; sobre todo, en los establecimientos de pequeños productores.
Más allá de lo anterior, lo cierto es que el sector es “mano de obra dependiente” ya que es una de las actividades agrícolas que emplea a más personas por superficie.
El informe le pone números a esta realidad: “Aproximadamente 1.000 hectáreas de frutales generan empleo para 1.000 personas. (...) Es la segunda actividad que cuenta con más ocupados después del algodón”.
De enero a abril
A la hora de mapear el trabajo en las chacras, es imposible pasar por alto la estacionalidad, que se concentra en la época de la cosecha, la poda y el raleo. De enero a abril, el Valle explota de trabajo en los montes, de circulación de camiones con fruta en las rutas, de trabajadores que no son de la zona...
“Según datos relevados, son 25.000 los trabajadores que se requieren, de los cuales 9.000 son locales (incluyendo permanentes, permanentes discontinuos y temporales) y 16.000 son trabajadores extraterritoriales migrantes”. En general, según datos de Renatre, vienen de Tucuman (60%), Salta, Entre Rios y Santiago del Estero
Agregamos una salvedad, estos números reflejan la realidad de la precosecha y cosecha, en cuanto a postcosecha (empaque y frío), la producción de fruta de pepita da trabajo a otras 8.000 personas que se ocupan de la clasificación en los empaques.
Así como se viene planteando una demanda sostenida de la mano de obra, hay quienes visualizan una reducción en la oferta de mano de obra migrante y permanente. Por un lado, arriban menos trabajadores migrantes año a año, posiblemente por contar con otras propuestas laborales, y porque existe una mayor rotación. Por otro lado, las nuevas generaciones aspiran a un modo de vida más urbano y en otros sectores de la economía.
De todo un poco
Cuando uno pone la lupa en los trabajadores golondrina se encuentra con una enorme variedad de situaciones. Están quienes vienen para la cosecha de cereza y se quedan hasta el fin de la manzana; hay quienes vienen para el carozo, se van a pasar las fiestas con sus familias y regresan para terminar en abril; hay quienes se van y no vuelven; hay quienes hacen estas tareas de hace 20 años; hay quienes se movilizan con familiares (hermanos, tíos, sobrinos, padres e hijos), hay de todo un poco…
Más allá de la cuestión económica, no podemos pasar por alto un componente cultural muy marcado porque los trabajadores migrantes van de cultivo en cultivo, de norte a sur, en todo el país y ese es su modo de vida. Tienen ciclos laborales, se complementa el cultivo de sus provincias de origen, con trabajos en la construcción, con el subsidio intercosecha (que cobran 4 meses como máximo), con períodos de desempleo y con el trabajo en las chacras del Valle.
Más arriba mencionamos el caso de quienes volvían a sus provincias cuando terminaba la cosecha de manzana (en abril). En el caso de los tucumanos, en ese momento retoman el trabajo con la cosecha del limón y luego, sobre todo las mujeres, siguen con el arándano o el empaque del limón.
“Algunos trabajadores, después de muchas temporadas (hay quienes cuentan 40 o 50 años de antigüedad en la fruticultura), se van quedando a vivir en los valles en búsqueda de mejorar calidad de vida. Pero no es el caso de la mayoría, que transmite gran afecto y necesidad de regresar a su provincia finalizada la cosecha, para retomar el ciclo familiar y laboral”, concluye el informe.
“No hay gente”
Repasamos los datos duros -cantidad de trabajadores, jornales, zonas de origen, tareas- y nos reservamos para el final una suerte de maraña de cuestiones que subyacen a la falta de personal.
El “no hay gente” tapa un verdadero bosque: hay pocos trabajadores locales para las chacras, prefieren otras actividades que ofrece la zona (como el petróleo o la construcción), temen perder planes sociales; no está el compromiso de antaño con la producción de alimentos, etc, etc… La lista es larga cuando se abre esta puerta.
El tema incluye la responsabilidad con el trabajo, los horarios, el presentismo y el conocimiento de cómo obtener la fruta sin que la velocidad se lleve la calidad. Hay quienes implementan estrategias de premios e incentivos porque los cosechadores cobran por productividad y cantidad en volumen cosechado o podado, y no por la calidad de la fruta obtenida.
La falta de capacitación técnica es otro tema que aparece y se repite en las charlas con productores. En general, el modo de aprendizaje es entre pares, no hay estrategias institucionales para encarar las capacitaciones. Además de no ser estratégico o suficiente, este método de transmisión deja ver choques generacionales entre los encargados de chacra (que rondan los 60 años) y los hijos o asesores externos, que suelen ser ingenieros de 30 o 40 años. Hay diferencias en los saberes, en la forma de trabajo, en la forma de relacionarse y todo este combo estalla en conflictos.
Trabajo, ¿divino tesoro?
La demanda es alta y la oferta es muy escasa, parece un callejón sin salida. En el Valle cada vez se depende de más de los migrantes y a esto se suman un sinfín de cuestiones como el alto número de accidentes laborales denunciados (en ocasiones, autoinfligidos, o que sucedieron en horarios de descanso), las cargas laborales, la falta de políticas de arraigo y acceso a la vivienda rural, el necesario aumento de remuneraciones, la mayor accesibilidad y servicios en el campo, la escasa oferta sectorial de formación de oficios, las pocas políticas de financiamiento para el acceso a tecnología y, por supuesto, la falta de desarrollo de la agroindustria que agregue valor en su origen... Un verdadero callejón sin salida.
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