Chile

De la caída a la recuperación: cómo Chile logró reimpulsar su negocio de manzanas

Tras años de caída, las exportaciones chilenas de manzana crecieron 6% en lo que va de 2025. Nuevas variedades y mejores precios explican el repunte.

El comercio internacional de frutas siempre ha sido un termómetro sensible para medir la competitividad de los países productores. En el caso de la manzana, uno de los cultivos más emblemáticos de la fruticultura del Cono Sur, los números recientes muestran dos realidades que avanzan en sentidos opuestos: mientras Chile registra una recuperación sostenida en sus exportaciones, Argentina profundiza su ausencia en el mercado global, a pesar de contar con una superficie productiva superior.

De acuerdo con los datos oficiales de la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias de Chile (ODEPA), entre enero y agosto de 2025 las exportaciones de manzanas del vecino país totalizaron 473.400 toneladas, que se tradujeron en más de 511 millones de dólares en divisas. El dato marca un crecimiento interanual del 6%, consolidando la recuperación iniciada en 2023, cuando tras varios años de caída el país logró estabilizar su volumen exportado.

La evolución reciente es significativa si se observa la tendencia de la última década. Chile exportaba cerca de 683.000 toneladas de manzanas en 2016, cifra que descendió hasta 418.000 toneladas en 2023. Sin embargo, en 2024 el volumen volvió a crecer hasta superar las 446.000 toneladas, y este 2025 la cifra continúa en alza.

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Los especialistas coinciden en que esta mejora responde principalmente a dos factores clave:

-Precios más atractivos en los mercados internacionales: el valor FOB de la manzana chilena pasó de niveles inferiores a 1 dólar por kilogramo hasta 2022 a más de 1,1 dólares en 2023, un incremento superior al 10% que se mantiene en la actualidad.

-Diversificación varietal y mejor calidad exportable: si bien la variedad Gala sigue representando cerca del 50% de los envíos, Chile incorporó nuevas variedades que se adaptan mejor a la demanda de distintos mercados, aumentando la competitividad de su oferta.

Chile posee unas 29.900 hectáreas plantadas con manzanos a lo largo de su territorio, con zonas productivas bien adaptadas al comercio internacional. Su capacidad de transformar superficie en exportaciones es notable: casi medio millón de toneladas exportadas sobre menos de 30.000 hectáreas.

La comparación con Argentina resulta inevitable. En el Alto Valle de Río Negro y Neuquén, el país cuenta con 34.200 hectáreas de manzanas implantadas, es decir 13% más que Chile. Sin embargo, sus exportaciones apenas alcanzan 78.000 toneladas, generando unos 60 millones de dólares. La brecha entre lo que se produce y lo que se logra exportar se ha convertido en una de las principales debilidades estructurales del sector frutícola argentino.

Diversificación: la llave chilena para el éxito

Uno de los grandes aciertos del modelo chileno es la amplitud de su red comercial. En los primeros ocho meses de 2025, 56 destinos recibieron manzanas chilenas. Entre los principales compradores se destacan: Brasil, con 65.000 toneladas; Colombia, 62.000 toneladas; Ecuador, 36.000 toneladas e India con 32.000 toneladas entre otros puntos del globo.

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Lo más interesante es que el resto de los mercados en conjunto absorbió más de 245.000 toneladas, lo que confirma un alto grado de diversificación y resiliencia frente a crisis o cambios de demanda en países específicos.

En contraste, la manzana argentina no logra insertarse en el mundo. Sus exportaciones se concentran casi exclusivamente en Brasil (50% del total), seguido de Paraguay y Bolivia, mercados considerados secundarios y de bajo valor. Estos tres destinos representan más del 70% de la oferta exportable argentina, lo que evidencia un patrón de concentración riesgoso y poco estratégico.

Si se compara la actualidad con lo ocurrido hace una década, surge otro dato revelador sobre la oferta exportable de manzana chilena. En 2016, Estados Unidos y Holanda figuraban entre los principales compradores de manzana chilena. Hoy, ambos países prácticamente han desaparecido de la lista de destinos relevantes.

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Las nuevas variedades sin dudas ayudaron a consolidar esta recuperación en los mercados externos.

Las nuevas variedades sin dudas ayudaron a consolidar esta recuperación en los mercados externos.

Lejos de representar un fracaso, esta transformación refleja la capacidad de Chile para adaptarse a un mercado internacional en plena reestructuración, en el que Asia y América Latina han ganado protagonismo frente a los mercados tradicionales de Europa y Norteamérica.

India, por ejemplo, se ha consolidado como un nuevo polo de consumo, impulsado por su clase media creciente y el dinamismo de su demanda frutícola. Lo mismo ocurre con países de Asia oriental, donde Chile compite con Nueva Zelanda y Sudáfrica, pero espera lograr ganar un mayor espacio en un futuro gracias a su calidad y regularidad en la oferta.

Precios: la otra cara de la recuperación

Más allá de los volúmenes, la rentabilidad también ha mejorado. Según ODEPA, hasta 2022 los precios internacionales de la manzana chilena se mantenían por debajo de 1 dólar por kilogramo. Desde 2023, el valor saltó a 1,1 dólares, generando un colchón financiero fundamental para los exportadores.

Este repunte en precios tiene múltiples explicaciones: menor oferta global, exigencias más estrictas en calidad que favorecen a los países con mejor tecnología y la diversificación varietal. El resultado es una canasta exportadora más sólida y orientada a nichos de alto valor.

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En paralelo, Argentina sigue perdiendo terreno. A pesar de su tradición frutícola y de contar con una superficie cultivada superior, no logra posicionar su manzana en el mercado global. La falta de reconversión varietal, los altos costos internos, las dificultades logísticas y la dependencia de mercados regionales de bajo poder adquisitivo explican la decadencia exportadora.

La realidad es que la manzana argentina prácticamente ha desaparecido del radar internacional. Mientras Chile vende a más de 50 destinos, Argentina apenas llega a una decena, y sin presencia en mercados de alto valor como Asia, Medio Oriente o Norteamérica. El resultado es una industria que, en lugar de generar divisas, se repliega en el mercado interno y en destinos vecinos de bajo rendimiento.

Expectativas para el futuro

Las proyecciones para Chile son optimistas, aunque moderadas. Nadie espera volver a los niveles de exportación de 2016, cuando el país superaba las 680.000 toneladas. El mercado mundial cambió y la demanda es más selectiva. Sin embargo, los exportadores chilenos confían en consolidar un piso de 470.000 a 500.000 toneladas anuales, con precios sostenidos por encima de 1 dólar por kilo. Apuestan a un volumen más moderado pero con mayor rentabilidad.

La iniciativa está en seguir profundizando la incorporación de nuevas variedades, mejorar la calidad y abrir nuevos mercados en Asia. La competencia de Nueva Zelanda y Sudáfrica en esa región es fuerte, pero Chile ha demostrado capacidad de adaptación.

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Otra de las estrategias clave que tiene Chile, para insertar su oferta exportable en el mundo, es la comunicación y la promoción de sus productos.

Otra de las estrategias clave que tiene Chile, para insertar su oferta exportable en el mundo, es la comunicación y la promoción de sus productos.

Para Argentina, en cambio, el desafío es mucho mayor. Requiere una reconversión integral que incluya la modernización varietal, mejoras logísticas, reducción de costos y una estrategia comercial agresiva para recuperar presencia en el mundo. Sin esos cambios, su papel quedará limitado al consumo doméstico y a mercados marginales.

La manzana chilena es hoy un ejemplo de resiliencia y adaptación a un mercado global cada vez más exigente. Su recuperación en exportaciones, la diversificación de destinos y la mejora en precios confirman un modelo orientado al largo plazo. Argentina, por el contrario, enfrenta un retroceso que amenaza con marginarla definitivamente del comercio internacional de manzanas. La paradoja es evidente: con más superficie implantada, exporta seis veces menos y concentra su oferta en mercados de bajo valor.

El futuro del sector frutícola del Cono Sur dependerá de la capacidad de cada país para leer las señales del mercado y actuar en consecuencia. Chile ya lo está haciendo. Argentina, en cambio, aún está a tiempo de reaccionar, aunque el reloj corre en su contra.

Fuente: Redacción +P.

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