El atraso cambiario ahonda la crisis exportadora regional
Las políticas económicas del Gobierno desincentivan el comercio exterior y es por ello que no se recuperan los volúmenes exportados. La brecha cambiaria en torno al 100% tampoco ayuda. Los productores, el sector más vulnerable del sistema.
Es común ver como los valores de la fruta -y de la mayor parte de los alimentos agropecuarios- se van distorsionando en la medida que avanza el producto en la cadena comercial. Una multiplicidad de factores argumentan este escenario. Pero sin lugar a dudas uno los más importantes lo encontramos en la disparidad que muestran los precios relativos dentro de nuestra economía:
-La mayor parte de los precios agrícolas se ubican, por el factor retenciones y por las regulaciones de comercio exterior, entre el 40% y 60% de los internacionales.
-El precio del dólares financieros se ubica entre un 80% y 100% por encima del valor del tipo de cambio oficial.
Otra de las variables se la puede identificar con el fuerte nivel de emisión que está teniendo el Banco Central en estos últimos años. Cuando el gobierno expande moneda para financiar el gasto público, el proceso de aumento de los precios no ocurre en todos los bienes y servicios al mismo tiempo ni a la misma velocidad, lo que implica que unos sectores se ven beneficiados y otros perjudicados. Los que están vinculados al Estado, por lo general están en este primer grupo.
¿Es posible producir y exportar con un dólar a 230 pesos?
Sin dudas la evolución que mostró el tipo de cambio en estas últimas décadas golpeó con dureza al sistema frutícola del Valle. Las estadísticas oficiales muestran que cuando el dólar se encontraba en un punto de equilibrio respecto del resto de las monedas de aquellos países que competían con nuestra oferta en los mercados internacionales, las exportaciones de frutas crecían con fuerza. La última vez que se dio este contexto fue durante la gestión de Néstor Kirchner, luego de la salida de la Convertibilidad, cuando la relación peso/dólar encontró un nuevo equilibrio.
Tal como se observa en el gráfico, las exportaciones de manzanas argentinas -tomando como ejemplo- durante el período bajo análisis tocan un máximo en 2007 (con un volumen total colocado de poco más de 283.000 toneladas) para luego comenzar su derrotero bajista, hasta alcanzar ventas externas por 70.100 toneladas durante la temporada pasada. Cuando uno relaciona la tendencia de estos números, deduce que las medidas de política económica tienen una estrecha relación con los volúmenes exportados.
La crisis de 2001 determinó un salto importante en el dólar, que pasó de una paridad 1/1 a cuatro pesos por dólar, para consolidarse en los próximos arriba de los tres pesos por unidad. En ese momento, la devaluación fue muy importante y generó un significativo impulso a las exportaciones de frutas. Para compensar las utilidades extraordinarias, el Gobierno volvió después de muchos años a colocar las retenciones. Pero a partir de 2007, la economía se interviene con fuerza por el Estado y aparecen los primeros síntomas de una inflación reprimida. Comienza un progresivo retraso cambiario que termina afectando el comercio externo de frutas mostrando un punto de inflexión en la temporada 2011. A partir de ese momento, el sistema frutícola ingresa en una nueva fase de su crisis estructural de la que todavía no pudo salir. Sin un tipo de cambio competitivo difícilmente pueda cambiar esta tendencia. Los números en este sentido son contundentes.
Solo tomando el período de la gestión de Alberto Fernández, el dólar oficial -que es con el que se le cancela a los exportadores- creció a una tasa del 280% contra una inflación del 430% y crecimiento promedio de los salarios formales del 390%. Esta claro que, con costos internos a tasas de crecimiento ligadas a la inflación o salarios, e ingresos relacionados al dólar oficial, la actividad frutícola -como la mayor parte de los productos de la economías regionales- no tiene forma de desarrollarse.
En este contexto, existe una transferencia de recursos del sector privado al público ya que el exportador frutícola -en este caso- recibe del Estado un dólar por kilo exportado de 230 pesos contra costos promedios ligados al dólar oficial, en torno a los 490 pesos. El eslabón más débil de toda esta cadena en crisis, termina siendo el productor que es el que menos herramientas tiene para defenderse de esta exacción.
Sobre este punto serían importante recordar que en 1946 la Corte Suprema definió por primera vez que era confiscatorio un impuesto que absorbiera más del 33% de la renta o del capital. Este criterio fue mantenido (salvo una breve interrupción) hasta la actualidad. Si bien esta distorsión cambiaria impulsada desde el Gobierno dista de ser un impuesto, no deja interpretarse como una transferencia que representa el 50% de los ingresos reales por exportaciones hacia las arcas del fisco y otros sectores de la economía. Un punto que sin dudas debería ser tratado con mayor profundidad por los constitucionalistas del país.
¿Cómo reaccionó el sistema frente a estas distorsiones? La actividad cayó en producción y en niveles de exportación; reorientó su oferta comercial hacia el mercado interno, mercados regionales en el exterior y buscó alternativas para poder sobrevivir a este corsé cambiario. Una de ellas fue, ante la falta de crédito, financiarse a través de los impuestos postergando sus pagos ante la AFIP. La otra maniobra, es la elusión que les permitió -a los que pudieron mantenerse en el sistema- continuar en pie con sus empresas.
Tendencia global
En la medida que la inflación aumente a una tasa por encima del tipo de cambio mayorista será muy difícil que se activen las exportaciones y resulta comprensible que se potencien las importaciones, demandando dólares al Banco Central.
El gobierno cree que si aumenta el tipo de cambio presiona sobre los niveles de inflación, por ende, trata de utilizarlo como ancla para que no se dispare, y lo aumenta por debajo de la suba de precios esperada. La medida puede funcionar para sortear una coyuntura pero, al sostenerla en el tiempo, crecen las distorsiones de los precios relativos que van en contra de las exportaciones de bienes y servicios.
Desde hace ya más de 50 años que el Gobierno -en distintos momentos- viene insistiendo en intervenir sobre el mercado con dispares argumentos. Los resultados siempre fueron los mismos: una retracción general de la economía y menores exportaciones, siendo esta última la única fuente genuina de dólares que asiste al país.
La fría estadística refleja como la Argentina perdió potencial exportador con este tipo de medidas. Hacia principios de la década del 60, liderábamos, en el contexto Latinoamericano, las ventas externas totales del país junto a Brasil. Hoy la realidad nos coloca sobre el final de este listado. Sin ir más lejos, y tratando de no aburrir con tanta estadísticas, en el período 2011/2022 las colocaciones externas argentinas crecieron 5%, contra 30% de Brasil, 65% de México, 20% de Chile, 68% de Uruguay y 78% de Paraguay. Poco más se puede agregar.
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