El membrillo resurge en la Patagonia: ¿La fruta olvidada que puede salvar a los pequeños productores?
Patagonia Norte vuelven a apostar por el cultivo del membrillo, una fruta rústica y versátil que, con poca inversión, ofrece rendimientos destacables.
En los valles irrigados de la Patagonia Norte, donde manzanas y peras son sinónimo de historia frutícola y economía regional, un cultivo tradicional resurge silenciosamente con nuevos bríos: el membrillo (Cydonia oblonga Mill.). Años atrás un frutal relegado a márgenes de chacras o hileras junto a acequias, hoy vuelve a mirarse con otros ojos. Su rusticidad, bajo requerimiento técnico y valor agregado a nivel artesanal lo convierten en una alternativa productiva interesante, especialmente para pequeños productores y sistemas diversificados.
Con una superficie modesta pero estable en los últimos años, el membrillo busca reconquistar su lugar en la matriz agrícola patagónica, ofreciendo ventajas comparativas y una versatilidad que lo posicionan como una opción a tener en cuenta en tiempos de cambios climáticos, incertidumbre comercial y necesidad de diversificación productiva.
Aunque no ha tenido un crecimiento exponencial, el cultivo del membrillero ha mantenido su presencia firme en la región. En Río Negro se contabilizan 69 productores que cultivan 54 hectáreas, en su mayoría en plena etapa de productividad. La provincia de Neuquén, en cambio, no registra aún superficie implantada. Las plantaciones suelen limitarse a pequeñas chacras de una hectárea o menos, e incluso se lo observa en hileras solitarias como parte del paisaje tradicional del valle.
Así lo detalla un reciente informe elaborado por el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) elaborado por Walter Nievas y Mario Gallina, en el que se destaca que a nivel nacional, el membrillo suma 2.342 hectáreas, siendo Río Negro responsable de apenas el 2% del total. Mendoza lidera la producción con un 62%, seguida por San Juan (19%) y Catamarca (15%). Sin embargo, la escala reducida en Patagonia no implica desventaja: para la agricultura familiar y los pequeños establecimientos mixtos, representa una oportunidad de diversificación accesible y de bajo riesgo.
Una alternativa de producción con identidad
El resurgimiento del membrillero en Patagonia Norte no se basa en el volumen, sino en su valor estratégico. En campos orientados al mercado en fresco, este frutal recibe cuidados similares a perales y manzanos, incluyendo manejo sanitario, fertilización, riego, poda y embalaje. Pero su verdadero diferencial está en su rusticidad: puede cultivarse con menores insumos y sobre suelos de calidad media, sin necesidad de estructuras de conducción complejas.
Para los productores de pequeña escala, su baja perecibilidad, adaptabilidad a terrenos marginales y la posibilidad de vender directamente o procesar los frutos en dulce artesanal son ventajas decisivas. Hoy, en un contexto donde el agregado de valor en origen gana peso, el membrillo vuelve a ser una pieza útil del rompecabezas productivo regional.
Una de las razones que explican el renovado interés en el membrillo es su larga lista de ventajas agronómicas. Es menos exigente en suelos, permite baja densidad de plantación y tiene un manejo simple. Puede conducirse en forma de vaso sin estructuras de sostén, la poda es sencilla, y rara vez requiere raleo de frutos. Tiene menor incidencia de plagas y enfermedades y presenta menos alternancia productiva que otros frutales.
En términos de productividad, se logran rendimientos promedios de 30 a 40 toneladas por hectárea, con casos de hasta 60 toneladas. La inversión inicial y los costos de mantenimiento son más bajos que en otros cultivos frutales, y el embalaje es menos exigente. Su cosecha, además de ser rápida por el tamaño del fruto, se realiza en una época tardía —marzo-abril— que no compite directamente con otros frutales.
Además, su longevidad, buena vida comercial y flexibilidad para destino en fresco o industria lo convierten en una opción atractiva para economías regionales en búsqueda de alternativas estables y de bajo riesgo.
Las limitaciones siguen presentes
Sin embargo, este renovado protagonismo del membrillo no está exento de desafíos. El principal es su alta sensibilidad a las heladas tardías, un factor climático clave en la región. A esto se suma la presión de la carpocapsa (Cydia pomonella), plaga que también afecta a peras y manzanas, y cuyo control resulta esencial para evitar pérdidas en calidad y volumen.
La demanda en fresco, por su parte, es baja y se satura con facilidad. Los consumidores argentinos siguen asociando el membrillo casi exclusivamente a dulces caseros, y no se identifica la variedad al momento de la compra. En el plano exportador, el escaso volumen regional y la ausencia de grandes plantas procesadoras impiden escalar hacia mercados más ambiciosos.
Además, la información técnica adaptada a la realidad patagónica es limitada, y los precios internos se ven fuertemente influenciados por la oferta de regiones como Cuyo o el NOA. Aun así, su inserción como cultivo complementario más que principal lo protege de las fluctuaciones más extremas del mercado.
El membrillero es el único miembro del género Cydonia en la familia de las rosáceas. Crece como un arbusto o pequeño árbol de entre 4 y 6 metros, con ramas flexibles. Sus flores solitarias, blancas o rosadas, brotan después de las hojas, y aunque es autofértil, la polinización cruzada mejora los frutos.
Tolera diversos tipos de suelo, pero se adapta mejor a franco-arcillosos bien aireados. Puede sobrevivir a inundaciones periódicas, aunque no al mal drenaje sostenido. El pH alto o la presencia de cal puede causar clorosis. Su sistema radicular superficial requiere cuidado ante el uso de herbicidas o labores mecánicas.
El viento es una amenaza constante: puede provocar roturas y caída de frutos. También necesita buena exposición solar: la sombra reduce significativamente la calidad de los frutos, aunque la exposición extrema también puede causar quemaduras.
La conducción habitual en Patagonia es en forma de vaso, práctica ideal para facilitar la entrada de luz y el trabajo manual. La poda invernal es sencilla y busca eliminar ramas cruzadas, dañadas o improductivas. Es crucial conservar las brindillas, que son las estructuras más fructíferas.
En sanidad, además de carpocapsa y grafolita, en zonas húmedas como Río Colorado puede aparecer Diplocarpon mespili, un hongo que genera manchas similares a la sarna del manzano. A nivel internacional, la Erwinia amylovora, bacteria responsable de la niebla del peral y el manzano, representa una amenaza para el cultivo, aunque su presencia en la Patagonia es escasa.
En cuanto a variedades, las más implantadas en Argentina son Champion, de maduración media y buen rendimiento para procesamiento, y Smyrna, de frutos grandes y excelente calidad, ideal para mercado en fresco. También se cultiva INTA 147, de tamaño mediano, buen sabor y buena resistencia al transporte. Variedades en evaluación como Mutquín y San Isidro INTA podrían adaptarse bien a las condiciones locales.
Cosecha, conservación y comercialización
La cosecha patagónica de membrillo se realiza entre fines de marzo y abril, y los frutos pueden almacenarse en frío hasta por dos meses. Aunque parecen firmes, son sensibles a los golpes, por lo que la recolección debe ser cuidadosa. En fresco, se limpian manualmente para retirar la pilosidad ("trapeado") y se embalan uno a uno.
El fruto continúa madurando después de cosechado: cambia de color, emite aroma y se vuelve más fácil de desprender. Una vez en cámara, se conservan a 0–2°C y alta humedad. Algunas variedades pueden desarrollar escaldado y pardeamiento de pulpa. Es importante no almacenarlos junto a manzanas o peras, ya que absorben su aroma.
En Argentina, el membrillo es sinónimo de dulce: la pastafrola, las jaleas y las mermeladas son su destino más popular. Pero su alto contenido de pectinas también lo hace ideal para elaboraciones más sofisticadas e incluso para la obtención de destilados.
Más allá de la gastronomía, el membrillo gana reconocimiento por sus propiedades nutracéuticas: es rico en fibras, taninos, polifenoles, carotenoides y vitamina C, con efectos antioxidantes y potencial en la industria farmacéutica y cosmética. Además, su valor ornamental, la calidad de su madera y sus frutos aromáticos lo convierten en un árbol multifacético, adaptable a diferentes usos.
El retorno del membrillo como opción productiva para la Patagonia Norte no es solo un rescate cultural, sino una decisión estratégica. En tiempos donde la diversificación, el agregado de valor local y la sostenibilidad son ejes del desarrollo rural, este frutal rústico y noble se perfila como una alternativa válida para productores pequeños y medianos que buscan estabilidad, identidad y mercados de cercanía.
El membrillo no reemplazará a los grandes cultivos tradicionales, pero sí puede acompañarlos, aportar diversidad, y abrir la puerta a nuevos productos con fuerte arraigo en la cultura local. En la Patagonia Norte, el membrillo vuelve a florecer.
A continuación presentamos el documento completo elaborado por el INTA.
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