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Frutas y hortalizas generan casi medio millón de empleos en Argentina: el agro como motor laboral

En un país con más de 22 millones de trabajadores, las frutas y hortalizas sostienen casi medio millón de empleos directos e indirectos.

En una Argentina que busca consolidar su camino hacia el desarrollo económico sostenido, hay un jugador silencioso que viene aportando trabajo, arraigo y oportunidades en cada rincón del país: las cadenas agroindustriales. Según un reciente informe de FADA (Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina), este complejo sector genera el 22% del empleo privado nacional, lo que equivale a más de 4 millones de puestos de trabajo.

Y dentro de este conjunto heterogéneo, las frutas y hortalizas emergen como protagonistas indiscutidos, ocupando el segundo lugar en generación de empleo agroindustrial, con más de 450.000 trabajadores involucrados en su cadena.

Lejos de los centros financieros, en campos, quintas, chacras y huertas, en empacadoras, mercados concentradores y transportes refrigerados, se mueve un verdadero ejército productivo que cada día asegura el abastecimiento de frutas y verduras frescas. Es el "PSG del empleo agroindustrial", según la analogía futbolera utilizada por FADA en su informe, que comparó cadenas productivas con clubes del Mundial de Clubes de la FIFA.

FADA empleo 2025

En el año en que se celebró el primer Mundial de Clubes con el nuevo formato de la FIFA, FADA utilizó una llamativa analogía con el fútbol para ilustrar la magnitud del empleo agroindustrial. Si cada trabajador fuera un espectador, los más de 4,2 millones de empleados del agro llenarían 51 estadios MetLife, como el que albergó la final del torneo en Estados Unidos.

Las frutas y hortalizas, con sus 450.000 empleos, ocuparían por sí solas más de 5 estadios repletos. En esta copa del trabajo, la carne vacuna se quedó con el título de campeón (más de 500.000 empleos), mientras que frutas y verduras se consagraron como subcampeonas, seguidas por el trigo, con más de 400.000 puestos.

“Estamos acostumbrados a pensar en el campo solo como productor de alimentos, pero cada uno de esos alimentos involucra una red extensa de trabajadores. Desde quien planta una lechuga en el norte hasta quien la vende en una verdulería en el conurbano, todos forman parte de una rueda de empleo que no para de girar”, afirma Nicolle Pisani Claro, economista jefa de FADA.

El trabajo agroindustrial no se agota en el campo. De hecho, los datos revelan una fuerte presencia en áreas urbanas. Según el informe, del total de empleos generados por el agro: 33% corresponde a la producción primaria (fincas, campos, tambos, etc.), 27% al comercio, 22% a la industria de procesamiento, 9% a servicios conexos (sanidad, contabilidad, ingeniería, etc.), 5% al transporte y logística, y 4% a la fabricación de insumos y maquinaria agrícola.

Esto significa que por cada fruta que llega al supermercado, hay múltiples eslabones trabajando en su producción, empaque, conservación, transporte, comercialización y gestión. “Es casi imposible mirar a nuestro alrededor y no toparnos con productos que provienen del campo y que también generan empleos en las ciudades”, apunta Antonella Semadeni, economista de FADA.

Un solo tomate en la góndola puede haber pasado por las manos de un huertero del NOA, un empaquetador del cinturón verde de Mendoza, un transportista del Gran Rosario, un operador de cámara frigorífica y finalmente, un comerciante de barrio en el AMBA.

¿Quién trabaja en el asado del domingo?

La fundación también propuso una pregunta que invita a reflexionar: ¿Quiénes están detrás del asado del domingo? La respuesta es compleja: además del productor ganadero, están los que fabricaron las máquinas para sembrar el alimento para el ganado, los operarios de los frigoríficos, los camioneros, los carniceros, los trabajadores del mercado, los empleados de supermercados, y así sucesivamente.

Pero la ensalada que acompaña ese asado también involucra una cadena igual de extensa. Allí se encuentran los huerteros que cultivan las verduras, los recolectores, clasificadores, transportistas, empleados de verdulerías, entre otros.

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La cadena frutihortícola, que muchas veces opera en condiciones más informales o con menores niveles de tecnificación, tiene un enorme potencial para generar empleo genuino y de calidad, especialmente en regiones donde otras actividades industriales no tienen presencia. “Cuando uno empieza a contar cuántas personas intervienen en cada producto que llega a la mesa, realmente se dimensiona el impacto social y económico que tiene el agro”, remarca Fiorella Savarino, economista de FADA.

Frutas y hortalizas: el subcampeón con potencial de campeón

En la división de empleos por rubros, las frutas y hortalizas pertenecen al segmento de "economías regionales", que en conjunto representan el 29,1% del empleo agroindustrial, apenas por detrás del sector de granos y forrajeras (31%).

Dentro de las cadenas regionales, frutas y verduras tienen un rol central, no sólo por su volumen de empleo, sino también por su capacidad de generar mano de obra intensiva en zonas con escasas alternativas productivas.

En muchos pueblos y regiones, especialmente del NOA y NEA, estas actividades son una fuente clave de arraigo y desarrollo. En provincias como Mendoza, Salta, Tucumán, Corrientes y Río Negro, la fruticultura y horticultura sostienen comunidades enteras.

Además, en el último año, este sector fue uno de los que más creció en empleo, junto al girasol, el tabaco, la cadena láctea y la de maquinaria agrícola, lo que muestra su dinamismo y resiliencia frente a los desafíos económicos nacionales.

El desafío de convertir trabajo en bienestar

Según los últimos datos oficiales, en Argentina hay 22,5 millones de trabajadores: 18,7 millones en el sector privado y 3,7 millones en el sector público. Del empleo privado, el agro representa 22%, consolidándose como uno de los principales motores del país.

Sin embargo, este motor no está exento de desafíos. La informalidad laboral, la falta de infraestructura, la volatilidad macroeconómica y la ausencia de políticas públicas sostenidas en el tiempo afectan la calidad y estabilidad del empleo generado.

“Para que el campo siga generando trabajo, necesita reglas claras y previsibilidad. Políticas públicas que acompañen el desarrollo de las cadenas, sobre todo en economías regionales donde hay más vulnerabilidad y menos acceso al financiamiento o innovación tecnológica”, subraya Pisani Claro.

Desde FADA insisten en la necesidad de promover condiciones que dinamicen la cantidad y calidad del empleo en todo el país. La agroindustria no solo produce alimentos, también puede producir desarrollo inclusivo si se la acompaña con estrategias integrales y a largo plazo.

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En un contexto de crisis económica y búsqueda de soluciones estructurales, las frutas y hortalizas no sólo alimentan a la población: alimentan el empleo, el arraigo y la esperanza de miles de familias argentinas.

El PSG del empleo agroindustrial no es un club de fútbol europeo, sino una red compleja y humana que recorre la Argentina profunda y urbana, con la capacidad de convertirse en campeón si se le da el lugar que merece en las políticas públicas y en la conciencia colectiva.

Mientras los focos suelen posarse en los grandes cultivos exportadores, la cadena frutihortícola sigue demostrando que, con poco, puede hacer mucho. Y con apoyo, puede hacer historia.

Fuentes: Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA), Informe de empleo agroindustrial 2025, Ministerio de Trabajo de la Nación, INDEC – Estadísticas del mercado de trabajo, 2025 y aportes de Redacción +P.

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