La fruticultura se marchita en Río Colorado: Se pasó de 300 a 100 productores y no hay inversiones
La fruticultura, símbolo de la región de Río Colorado, se apaga entre deudas y costos imposibles. Los productores aseguran que “el negocio ya no cierra”.
El informe anual del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA) del año 2023 trajo datos de duro impacto para la fruticultura del Alto Valle: en diez años habían “desaparecido” 11.700 hectáreas del sistema productivo, lo que representaba el 24% de la superficie bajo riego. En Río Colorado, donde se practica una fruticultura orientada al mercado interno, el 70% de la tierra sistematizada (3.700 hectáreas) ya está fuera del negocio frutícola. Quedan unos 100 productores, según las estimaciones de Marcos Rodríguez Barbini, presidente de la Cámara de Productores local, quien se basa en los registros de la Cooperativa de Comercialización y Transformación, más conocida por su sigla CRC.
“Está todo atado a la rentabilidad del negocio, es decir, hoy tengo mil hectáreas, pero tengo ahí 2.500 hectáreas ociosas que puedo poner en producción si el negocio cierra”, comentó el dirigente, que hizo un repaso de las condiciones macroeconómicas que fueron arrinconando a la actividad.
La coyuntura está marcada por dos circunstancias adversas. Por un lado, el granizo, que la temporada anterior se llevó el 50% de la cosecha, y por otro, que este año se ha roto la cadena de pagos y las ventas se han retraído siguiendo la tendencia macro del consumo.
Diferencias con el Alto Valle
A diferencia del Alto Valle, donde existen estructuras de la industria con capacidad para comercializar en el exterior, en Río Colorado prevalece un sistema de “acopiadores” o un vínculo directo con los puesteros de los grandes centros de consumo doméstico, como Bahía Blanca, Mar del Plata, Buenos Aires o Rosario.
“Bajó por lo menos un 30% el valor de la fruta comparado con la temporada anterior. Y en el medio tuvimos un ciento y pico por ciento de inflación acumulada que se fue a los costos, pero nosotros, a la hora de vender, fue imposible hacer esa remarcación porque no había mercado”, comentó. Y añadió: “Además, cuando arrancamos esta temporada, quedaba fruta del año anterior sin vender. Entonces estábamos en febrero de este año y todavía había pera del año anterior dando vueltas”.
Fue de mucha importancia para los productores locales la emisión de la resolución 21/2025 del SENASA, que se dio a conocer en febrero de este año y que permite al productor “trabajar la fruta en su propia chacra, teniendo ciertas condiciones”. Rodríguez Barbini explicó que “se puede hacer lo que se llama un acondicionamiento primario; entonces, el productor puede trabajar en su propio establecimiento, llenar un cajón, embalarlo y que salga con guía de ese SENASA ya habilitado”. Reconoció que “eso facilitó bastante y ayudó a varios a ir directo al mercado sin pasar por algún intermediario”.
En un contexto de “mucho cheque rechazado”, las opciones a futuro no son muchas. Por lo pronto, la apuesta a la fruta de carozo fue una alternativa para sobrevivir, mientras que no asoman inversiones de importancia en el sector.
Una región especial
“Río Colorado es un microclima, un mundo aparte, y no sé si es por una cuestión de logística o de ubicación, pero no hay empresas interesadas en hacer inversiones y comprar 50 o 100 hectáreas de chacra”. Hoy quedan 100 productores de los 300 históricos, “y el 70 u 80% somos pequeños productores, entre una y 20 hectáreas”. A eso se suma que no se vislumbra un recambio generacional: “se mantiene siempre entre los mismos y no aparece gente nueva a producir”.
Además, reconvertir una hectárea implica una inversión que fluctúa entre 30.000 y 40.000 dólares, y “eso se lo tenés que sacar a la rentabilidad de la chacra, que no tiene, y encima tampoco tenés crédito”.
Aclaró este productor que existe financiamiento, pero muy diferente al que se disponía años atrás: “Yo me acuerdo que hace años a mi abuelo le daban cinco años de gracia, hasta que el cuadro comenzara a producir. Hasta ese momento no pagabas. Pero ahora te dan una planta y, a los dos o tres meses, ya tenés que pagar la primera cuota”.
En cuanto al durazno, su laboreo es más artesanal, porque no madura todo el cuadro al mismo tiempo, y la cosecha se va haciendo por filas, lo que se prolonga en el tiempo. Además, no se puede especular con la conservación en frío, por lo tanto “es venta en caliente”. De todos modos, el productor de Río Colorado “con el durazno (también hay cuadros de pelones y, en menor medida, de ciruelas) se defendió un poco más que con la pera y la manzana”.
Ganan terreno otras actividades
Lo que va ganando algo de terreno en esta zona es la recría de ganado en suelos bajo riego y la horticultura. Ya en el Alto Valle existen unas 8.000 hectáreas dedicadas a la alfalfa y otras 2.000 al maíz. “Acá está pasando un poco eso: hay productores que se reconvierten, o productores ganaderos que compran una chacra bajo riego y producen su propio forraje”. Aunque lo más dinámico por estas tierras es el avance de la horticultura, donde se percibe que “hay muchos más productores ahora”, alentados en parte por el cercano mercado de Bahía Blanca, distante 170 kilómetros.
En cuanto al maíz, “acá las dimensiones de las chacras complican las cosas, porque la mayoría son chacras chicas de 5, 6 o 7 hectáreas”, lo que implica más dificultades a la hora de la cosecha, porque en cada cuadro “se tiene que desarmar y armar la plataforma” de las máquinas.
La situación es tan crítica que siempre está latente la posibilidad de no seguir trabajando el monte frutal y enviar toda la producción a la industria juguera. “Me van a pagar una fracción del precio, pero tengo también una fracción del costo a la hora de trabajarla. Y listo, que sea lo que Dios quiera, porque con estos números y la forma de pago... Todos los acopiadores acá les deben plata a los productores, todos. El más chico, el más grande, todos”.
Fuente: Redacción +P.
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