Ganadería

Asesoramiento técnico en la ganadería: Mitos, modernización y costos

En ganadería, cuando los productores se asocian, logran contratar equipos de profesionales que les permiten mejorar los rendimientos.

Aún existen barreras entre el productor primario —tanto frutícola como ganadero— y el asesoramiento técnico. Persisten prejuicios y miedos. Juegan en contra de esta necesaria conjunción el temor a no cubrir los costos de contratar a un agrónomo —por ejemplo—, lo cual debe ser absorbido por emprendimientos que apenas se mantienen a flote. Por otro lado, también influye la experiencia acumulada por el dueño de la tierra, que a veces lo lleva a desdeñar el conocimiento académico.

De esos mitos —y de muchas otras verdades— hablamos desde +P con Federico Boggio, dueño de un campo ovejero en los confines de Río Negro (El Caín), y hasta hace algunos días, responsable de la cátedra de Manejo y Utilización de Pastizales Naturales de la carrera de Ingeniería Agronómica de la Universidad Nacional del Comahue. Pero lo entrevistamos por su otro rol: el de asesor privado, que desde hace algunos años le permite recorrer el norte de la Patagonia acompañando distintos proyectos, desde la regeneración de pastizales en yacimientos hidrocarburíferos hasta el acompañamiento de grupos de productores de Río Negro y Neuquén.

-¿Qué tan importante es, para dar un salto de calidad en el manejo de los pastizales, el asesoramiento técnico?

-Hoy el asesoramiento técnico evolucionó. El técnico ya no baja una línea sobre lo que hay que hacer. Su función se parece más a la de un coach, que te lleva a donde querés ir, si tiene la capacidad de interpretar ese objetivo y la habilidad para reunir la información técnica necesaria. Esa información puede tenerla él mismo, o puede provenir del conocimiento público o privado disponible en la zona. Ese fue un salto casi cuántico respecto de la mirada que teníamos sobre la extensión rural hace 40 años. El técnico no es un productor, no se pone a la par, no hay jerarquías, pero su rol diferencial radica en entender las necesidades y los problemas del ganadero, e interactuar con él para avanzar hacia una solución.

-Hoy, cuando hablaban de sus experiencias, los ganaderos (la entrevista se realizó tras el encuentro regional de ganadería regenerativa) mencionaron dos o tres hitos. Uno fue una ley de los años 80 que permitía realizar el apotreramiento de los campos. También destacaron el rol silencioso —pero clave— de instituciones como el INTA o la Secretaría de Ganadería, que los llevaron a conocer otras experiencias. ¿Cuál es el rol de esas instituciones en los procesos evolutivos del sector?

-Es muy interesante, porque si uno tuviera el tiempo y el conocimiento para repasar la historia argentina y de otros países, vería cómo ha ido cambiando la disponibilidad presupuestaria de los Estados para el sector agropecuario. En los años 80, por ejemplo, se creó la Ley de Conservación de Suelos, que aportaba hasta el 60 % en inversiones prediales significativas, como apotrerar o generar nuevos puntos de agua. Hoy, los productores rescatan esa ley porque fue el puntapié para que muchos ganaderos —a menudo en la segunda generación de actividad agropecuaria— comenzaran a ser más eficientes y a aumentar su producción en la misma superficie. Actualmente, con presupuestos muy limitados, el Estado ya no puede financiar grandes infraestructuras, pero sí puede impulsar actividades como giras técnicas o visitas a otras experiencias. Eso permite que el ganadero vea, no a un técnico, sino a otro productor, a un par que le habla en el mismo idioma y que comparte sus miedos.

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-Sin embargo, hay productores inquietos, innovadores, que buscan respuestas fuera de las instituciones oficiales y comienzan a explorar el asesoramiento privado. Desde afuera, uno podría pensar: “Eso tiene un costo; mi campo no es tan rentable”. ¿Cómo se da ese salto? ¿Qué tan fácil o difícil es sumarlo?

-Es un punto clave. Todos decimos que los fantasmas existen hasta que les sacamos la sábana, ¿no? Ahí es donde la combinación público-privada empieza a generar interés. Los productores quieren armar grupos, y eso les permite acceder a algo que parece costosísimo, pero que puede diluirse entre varios. Hay grupos de entre 6 y 15 integrantes que reciben asesoramiento técnico con ocho reuniones anuales y dos visitas por año a cada establecimiento, a cargo de un equipo técnico, no solo una persona. Para cada productor del grupo, eso cuesta el equivalente a dos terneros por año. Pero lo importante es que lo cuentan junto con los avances logrados. No se trata de hacer lo que el técnico dice, sino de discutir con pares qué conviene hacer. El técnico promueve y facilita, genera debate, busca información técnica, hace análisis físicos y económicos. Estamos en un proceso evolutivo: aunque las sequías sean recurrentes, hoy se empiezan a mirar los problemas de hace 40 años con otra perspectiva.

-Todas las experiencias de manejo regenerativo que se escucharon hablan de que aumenta la carga con el tiempo, por ejemplo, de 120 a 160 vacas cada 2.500 hectáreas. ¿Cómo se compara eso con el costo de esos dos terneros?

-Exactamente. Lo dijeron hoy, y si bien somos algo escuetos para sacar números, la relación costo-beneficio es clara. Esos dos terneros anuales que paga cada productor del grupo les han permitido, a los más avanzados, aumentar la carga en un 50 % (en el caso más modesto) o duplicarla (en los casos más exitosos), con el consiguiente aumento de producción y facturación. No se trata solo de cantidad de animales, sino de niveles de ingreso. Ya nadie discute esto. Se habló del apalancamiento financiero, de las inversiones realizadas, y de cuántos terneros equivalieron. Los números son abismales si se comparan los esfuerzos —muchas veces apoyados con créditos provinciales— con los retornos obtenidos al aplicar nuevas prácticas. Claro que todavía estamos mostrando “plantitas” o semillas que están germinando. Lo que hace falta es continuar difundiendo estas experiencias, bajar las barreras de entrada, sacarle la sábana a los fantasmas, quitar excusas y contar estas historias para que cada uno pueda conversarlas en su rural. El Programa Ganadero Bovino tiene técnicos en las principales localidades con stock bovino; el INTA tiene agencias de extensión. Todos están en este nuevo rol. En esta situación tan problemática —en la que a veces no llueve, los precios bajan, las barreras se caen y los presupuestos sufren las motosierras—, ¿qué hacemos con eso para seguir sobreviviendo y desarrollándonos?

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