Ganadería

La hermosa historia de la familia Gallie, 140 años de ganadería escocesa en la Patagonia

Llegaron de Escocia en 1878 y van cuatro generaciones dedicadas a la producción ovina y vacuna. Junto a WCS Argentina impulsan el manejo regenerativo.

En la inmensidad de la Patagonia austral, abarcando 121.500 hectáreas en campos de Chubut y Santa Cruz, los hermanos Juan y Esteban Gallie no solo administran una estancia, sino que custodian un legado centenario. Son la cuarta generación de una familia pionera que transformó la tradición ganadera con la audacia del manejo regenerativo. Su visión: campos saludables, ganado robusto y una coexistencia armónica con la fauna silvestre. Este compromiso no es retórico; se materializó hace cuatro años con la obtención de la prestigiosa certificación Wildlife Friendly™ para su lana Merino, un logro alcanzado con el apoyo de WCS Argentina.

La historia de los Gallie con la Patagonia es una epopeya que se remonta a 1883. Juan Gallie relata el origen: "Empieza con mi bisabuelo John Hamilton, quien, incentivado por un tío ganadero en Escocia, se embarcó a los 20 años hacia Malvinas para trabajar en una gran empresa. Tras cinco años en las islas, surgió la oportunidad de ir a Punta Arenas a trabajar con el cónsul británico, Henry Reynard, el primer ganadero de la región magallánica".

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Esteban Gallie y equipo en el campo Morro Chico, Santa Cruz. Crédito: Celine Frers.

Esteban Gallie y equipo en el campo Morro Chico, Santa Cruz. Crédito: Celine Frers.

Esta experiencia fue el comienzo. Hamilton se asoció con su colega escocés William Saunders, y en 1888/89, protagonizaron "El Gran Arreo". "Junto a otros dos escoceses, Jamieson y MacLean, se dirigieron a Buenos Aires, tomaron el tren a Bahía Blanca, compraron 400 caballos y los arrearon hasta Fortín Conesa, en Río Negro. Allí compraron 4.000 ovejas criollas mezcla con merinos", detalla Juan.

Les tomó un año y medio conectar Fortín Conesa con Río Gallegos, Santa Cruz, enfrentando pumas, la búsqueda de agua y vicisitudes que terminaron por marcar la ruta de la ganadería en la región. Paralelamente, el tío abuelo de Juan, Andrew Gallie, montó oficinas de administración en Punta Arenas y Río Gallegos, atrayendo al abuelo Alexander, y luego al padre Andrés y su tía Ray, hasta llegar a la gestión actual de Juan y Esteban.

El grito de alerta y la transición al manejo holístico

La semilla de la ganadería regenerativa se plantó décadas atrás. Esteban Gallie rememora: "En los años 80 mi padre ya nos hablaba del sobrepastoreo, porque se veían pérdidas en productividad y el campo estaba muy sobrecargado". Su padre fue un pionero, "hace unos 30 años ya empezó a hacer chequeos de pastizales y a cuidar el recurso", agrega Juan.

Esta conciencia llevó a un cambio fundamental: "Se pasó de un manejo extensivo a un método de ajuste variable y años más tarde, a un método holístico. Bajamos la carga y empezamos a hacer un uso más planificado del forraje. Vemos al campo como recurso, siempre tratamos de cuidarlo, de no agobiarlo," enfatiza Juan. El principio rector es claro: la oveja es la primera en sufrir el desequilibrio, por lo que el ajuste de la carga es vital.

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Penelope y Olivia Hamilton, abuela y tía abuela de Esteban y Juan Galli, en Punta Loyola, Santa Cruz, década de 1920

Penelope y Olivia Hamilton, abuela y tía abuela de Esteban y Juan Galli, en Punta Loyola, Santa Cruz, década de 1920

El punto de inflexión fue en 2009, cuando comenzaron a implementar formalmente el manejo holístico en la Estancia Morro Chico, en el sector El Zurdo, para abandonar el pastoreo continuo y generar descansos para el pastizal. "Arrancamos con muy pocos recursos, muy pocos potreros, muy poca agua. Y en los últimos cuatro años avanzamos mucho y terminamos de entender bien de qué se trata este tipo de manejo," explica Esteban.

Inversión, aprendizaje y resultados tangibles

La implementación no fue sencilla, requirió un cambio integral en la infraestructura y la cultura del trabajo. "Es un cambio de manejo que requiere que la gente observe mucho al animal junto a la fauna y la flora, es todo un aprendizaje," comenta Juan. La adecuación incluyó la infraestructura de corrales, divisiones para la distribución del agua, y una inversión significativa en capacitación del equipo.

"Antes se pensaba cuántos animales necesitabas para tener tantos kilos de lana, ahora se ve primero cuál es la capacidad del campo," explica Esteban. Este enfoque requirió un trabajo constante, con un objetivo claro: mejorar en bienestar animal, suplementación estratégica, genética para animales más eficientes y resilientes. "Son 25 años de trabajo y de aprender de errores y también de mucha inversión. Son muchos detalles que se conjugan y se ven plasmados en los animales y en el pastizal," resume.

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Procesamiento de fibras naturales en el campo Morro Chico de la familia Gallie en Santa Cruz. Crédito: Celine Frers.

Procesamiento de fibras naturales en el campo Morro Chico de la familia Gallie en Santa Cruz. Crédito: Celine Frers.

Los resultados son elocuentes. Juan destaca la sanidad del campo. En uno de sus establecimientos, la carga se redujo drásticamente: "Ahora tiene 7.800 ovejas y 350 vacunos, cuando supo tener 20.000 ovejas en la década del 90." La estrategia es invertir en divisiones con alambre eléctrico para lograr descansos del pasto y, a futuro, poder subir la carga gradualmente.

La resiliencia animal es otro indicador clave. Pese a cuatro años de sequía, las vacas lograron un impresionante 92% de marcación del ternero y terneros de 6 meses que pesan 200 kilos en promedio. En ovinos, el resultado de 104% de señalada (eficiencia reproductiva) y un lote de lana de excelente calidad (20 micras con 69% rinde peine) tras un invierno extremo, valida el "paquete de medidas aplicadas: tecnológicas, de bienestar animal, de suplementación estratégica," según Esteban.

Coexistencia y el valor agregado de la certificación

La filosofía Gallie se extiende a la coexistencia con la vida silvestre. "El productor patagónico es muy conservacionista, siempre respetó un montón la fauna y la flora," afirma Juan. Su mirada es holística: "Entender que la oveja no es la dominante, que tiene que convivir con todo el sistema." Juan se interesa en registrar la biodiversidad, desde avutardas (cauquenes) y bandurrias hasta zorros y choiques. Incluso, están comenzando a considerar el consumo de pasto de los choiques y las avutardas en su ecuación de manejo, y planean hacer lo mismo con el guanaco, un desafío debido a su cantidad.

Para Esteban, es un "trabajo en capas que surgió a partir de ir teniendo conciencia del propio lugar," evolucionando desde el cuidado de los pastizales a la fauna, como la decisión de no colocar trampas para zorros, una práctica común en el pasado.

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Ganado en el campo Morro Chico de la familia Gallie en Santa Cruz. Crédito: Celine Frers

Ganado en el campo Morro Chico de la familia Gallie en Santa Cruz. Crédito: Celine Frers

Esta conciencia culminó en la certificación Wildlife Friendly™. "Tomamos contacto con WCS Argentina buscando que el mercado pudiera reconocer económicamente todo lo que estábamos implementando," explica Esteban. La certificación, si bien requiere un esfuerzo económico y un cambio de hábitos del equipo, tiene el poder de "contar una historia, transmitir lo que hacemos para lograr una producción responsable," concluye Juan.

Los Gallie buscan marcas textiles que compartan sus valores, invitándolas a visitar el campo para ver "in situ cómo es y todo lo que conlleva la producción ganadera de lana." Lamentan el decrecimiento de la producción lanera en la Patagonia y hacen un llamado: "Ojalá muchas marcas y emprendedores muestren interés en Patagonia, que es un lugar que provee lana de calidad, con certificaciones y muchos atributos diferenciales." Su historia, su cultura y su paisaje son su verdadero valor agregado.

Fuente: WCS con aportes de +P

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