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Uruguay rompe récords y desafía a Argentina en el mercado de carne

Con solo el 20% de la producción argentina, Uruguay exporta casi el 60% de sus volúmenes. Estados Unidos ya desplaza a China como su principal cliente.

En el mapa global de la carne vacuna, Uruguay y Argentina comparten historia, tradición y una reputación consolidada como productores de calidad. Sin embargo, los números recientes revelan un contraste llamativo: mientras Uruguay produce apenas el 20% del volumen de carne vacuna que genera Argentina, logra exportar cerca del 60% de lo que vende su vecino al exterior. El secreto no está en producir más, sino en exportar mejor: el 82% de la carne uruguaya cruza las fronteras, frente a un modesto 30% en el caso argentino.

Este diferencial refleja dos modelos productivos y comerciales que hoy colocan a Uruguay en una posición privilegiada dentro del mercado internacional. Según un reciente informe del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), las proyecciones para 2026 reflejan que las exportaciones uruguayas alcanzarán 520.000 toneladas equivalente carcasa (CWE), el segundo nivel más alto de su historia. A su vez, la producción total del país se ubicará en 635.000 toneladas CWE, también cerca de un récord histórico.

Argentina, en cambio, pese a contar con una ganadería mucho más extensa, sigue mostrando un sesgo hacia el consumo interno, lo que limita su capacidad de aprovechar el dinamismo de los mercados externos. La comparación se vuelve inevitable y plantea una pregunta: ¿por qué Uruguay logra exportar tanto más con una producción mucho menor?

La estrategia uruguaya es clara: producir carne de alta calidad con destino casi exclusivo a la exportación. En 2026, con un sacrificio estimado de 2,42 millones de cabezas, la industria alcanzará el tercer nivel de faena más alto de su historia. La clave radica en un proceso de intensificación: animales más pesados, mayor uso del engorde a corral (feedlot) y un ciclo de producción más corto, gracias a la abundancia de maíz y a dos años consecutivos de clima favorable.

Los márgenes también son un incentivo poderoso. Mientras el costo de ganancia ronda entre 2,00 y 2,15 dólares por kilo vivo, los novillos terminados se venden en el rango de 2,70 a 3,00 dólares, asegurando rentabilidad incluso con costos altos en dólares. Esto alimenta una rueda virtuosa: los productores invierten en eficiencia, los frigoríficos demandan más animales y los precios FOB de exportación se mantienen sólidos.

En contraste, Argentina enfrenta un dilema recurrente: un mercado interno que absorbe alrededor del 70% de la producción. Si bien eso garantiza carne accesible para el consumidor local, también reduce la capacidad exportadora del país, limitando los ingresos de divisas y restando competitividad a una cadena que podría ocupar un lugar mucho más destacado en el comercio global.

Estados Unidos desplaza a China

Un dato que sacude el tablero internacional es el cambio en el principal destino de la carne uruguaya. Tras más de una década de predominio absoluto, China perderá el liderazgo frente a Estados Unidos. La demanda estadounidense, estimulada por la escasez de oferta local y por la aplicación de aranceles sobre la carne brasileña, abre una oportunidad inédita para Uruguay.

Este viraje no es menor: China representaba hasta hace muy poco más de la mitad de las exportaciones. Ahora, con EE. UU. al frente, Uruguay diversifica riesgos y accede a un mercado que paga precios más altos por cortes de mayor calidad. La carne kosher, “grass-fed”, orgánica y “natural” gana terreno, consolidando la imagen de Uruguay como proveedor premium.

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La oferta orgánica de calidad emerge con fuerza dentro de las exportaciones de carne de Uruguay.

La oferta orgánica de calidad emerge con fuerza dentro de las exportaciones de carne de Uruguay.

Argentina, por su parte, también depende de China como principal cliente, aunque con un mix exportador distinto. La falta de acceso pleno al mercado estadounidense por cuestiones sanitarias y comerciales limita las alternativas, dejando al país más vulnerable a los vaivenes de la demanda china. En este punto, la estrategia uruguaya de diversificación luce más sólida.

El desempeño uruguayo no se mide solo en volumen, sino también en valor. En el primer semestre de 2025, los envíos generaron 1.300 millones de dólares, un 30% más que en el mismo período de 2024, aun cuando el crecimiento en volumen fue de apenas 7,5%. Esto refleja la fortaleza de los precios internacionales y la capacidad del país para posicionar cortes de mayor valor agregado.

Por tipo de producto, la carne congelada sin hueso concentra el 73% de las exportaciones, seguida de la congelada con hueso (13%), la refrigerada sin hueso (12%) y la termoprocesada (2%). El abanico de destinos también se amplía, con presencia en nichos exigentes que valoran la trazabilidad, el bienestar animal y las certificaciones ambientales.

El debate sanitario y la aftosa

Un aspecto sensible en la ganadería regional es la fiebre aftosa. Uruguay mantiene el estatus de libre con vacunación, reconocido por la Organización Mundial de Sanidad Animal (OMSA). Aunque países vecinos como Brasil y Bolivia ya dejaron de vacunar, y Paraguay evalúa hacerlo, el gobierno uruguayo decidió continuar con la inmunización.

La medida no solo busca preservar la seguridad sanitaria, sino también sostener la confianza de los mercados que ya aceptan carne de animales vacunados. La decisión recibió un respaldo casi unánime de productores y frigoríficos. Argentina, en este terreno, también vacuna sistemáticamente, aunque las discusiones sobre posibles cambios en el estatus sanitario se reactivan cada tanto. La clave, en ambos casos, es no arriesgar el acceso a los mercados más exigentes.

Aunque sorprenda, Uruguay también importa carne vacuna. En 2026 se esperan 68.000 toneladas CWE, un récord histórico. La explicación es simple: los altos precios internacionales incentivan a los frigoríficos a exportar la mayor parte de la producción, dejando espacio para que el mercado interno se abastezca con cortes más baratos provenientes de Brasil, Paraguay y, en menor medida, Argentina.

Por otro lado, las exportaciones de ganado en pie seguirán siendo relevantes, con 380.000 cabezas previstas para 2026. Este negocio fortalece los precios del ternero y estimula la cría, aunque el gobierno lo monitorea de cerca para no desabastecer a la industria local. El debate sobre su continuidad aparece cada tanto, pero hasta ahora ha prevalecido la lógica de sostenerlo. Argentina, en cambio, casi no participa de este segmento por restricciones regulatorias y por la magnitud de su propio mercado interno.

Dos modelos, dos resultados

La comparación entre Uruguay y Argentina deja en claro que no se trata solo de cuántos animales se crían, sino de qué se hace con esa producción. Argentina produce cinco veces más carne que Uruguay, pero exporta apenas 1,6 veces más en volumen. La diferencia radica en la orientación de cada modelo: Uruguay destina ocho de cada diez kilos a la exportación; Argentina, apenas tres.

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Argentina tiene un enorme potencial exportador, pero su mercado interno condiciona las colocaciones externas.

Argentina tiene un enorme potencial exportador, pero su mercado interno condiciona las colocaciones externas.

El impacto económico es evidente. Para Uruguay, la carne vacuna es una de las principales fuentes de divisas, un motor de la economía nacional. En Argentina, pese a la magnitud de su producción, las restricciones políticas, la presión del mercado interno y los vaivenes macroeconómicos impiden aprovechar plenamente la ventaja competitiva de su ganadería.

Uruguay demuestra que un país de menor escala puede competir en las grandes ligas del comercio global con una estrategia coherente, basada en la calidad, la trazabilidad y la apertura de mercados. Su capacidad para diversificar destinos, sostener altos niveles de exportación y adaptarse a las demandas internacionales lo coloca en un sitial de privilegio.

Argentina, por su parte, sigue siendo un gigante dormido en materia exportadora: cuenta con una de las mayores producciones del mundo, pero limita su potencial al priorizar el consumo local. En tiempos de creciente competencia global, la experiencia uruguaya ofrece un espejo interesante para repensar la estrategia argentina.

Al final, la pregunta es inevitable: ¿quiere Argentina seguir siendo el país del asado para su propio mercado, o aspira a transformarse en un jugador central en el comercio mundial de la carne? Uruguay, con menos recursos pero mayor claridad de rumbo, parece haber encontrado la respuesta.

Fuente: USDA con aportes de Redacción +P.

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