Aluminé

Apicultura en Aluminé: la historia de Guillermo Trillo, pasión y comunidad

Con una sonrisa, Guillermo Trillo cuenta su viaje desde la acuicultura hasta la apicultura en Aluminé, un camino de aprendizaje y construcción colectiva.

Guillermo Trillo inició su vínculo con el campo estudiando la Tecnicatura en Acuicultura en Bariloche, pero su búsqueda lo llevó a Aluminé, donde encontró en la apicultura un mundo fascinante que le permitió cumplir su deseo de estar conectado con la naturaleza y abrió un abanico de posibilidades.

Es una mañana fría, y Guillermo se levanta para encender la estufa. Aunque cuesta levantarse un domingo, se conecta con entusiasmo y comenzamos a hablar. Casi siempre termina sus frases con una sonrisa. Es simple, claro y apasionado.

“Cuando terminé la secundaria en Neuquén, me fui a Bariloche a estudiar Acuicultura”, cuenta. “Siempre me gustó el campo”, asegura. Se recibió de técnico acuícola y trabajó criando truchas en un campo de Río Negro durante algunos años. “Era muy joven, tenía poco más de 20 años, y tuve que buscar otra salida porque no me alcanzaba”, explica sobre las limitaciones laborales de su profesión.

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En el camino, tuvo una experiencia como empleado de comercio que lo desmotivó profundamente, al alejarlo del campo y no ser algo que disfrutara. Más tarde, comenzó a estudiar el profesorado de música, que también completó. “Después de eso, trabajé en varias escuelas primarias en Neuquén hasta que dije: quiero hacer algo relacionado con el campo. Ahí surgió la apicultura”, relata.

“Recordaba que había un hombre con colmenas donde criaba truchas, así que me contacté con él y empecé con las abejas. Luego conocí a otro apicultor que traía colmenas a Aluminé y nos invitó a sumarnos con las nuestras”, continúa. “Todo era aprendizaje, yo recién comenzaba. Esto lleva toda una vida”, reflexiona Guillermo.

En ese proceso de aprendizaje, viajaba frecuentemente de Neuquén a Aluminé, acumulando viajes y colmenas, hasta que en 2010 decidió mudarse con su familia a esta localidad cordillerana.

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“Siempre seguí ligado a la docencia, con un cargo en la escuela y con las colmenas”, cuenta. “En 2018, me ofrecieron dar clases de apicultura en el Centro de Formación Profesional Agropecuario N° 4 de Aluminé”, relata, y agrega que, aunque no tenía formación específica en la materia, contaba con las herramientas de la docencia y su experiencia técnica en producción.

Uniendo sus pasiones, comenzó a dar clases y, como él lo define, a “abrir puertas” a través de la docencia. “Los primeros años fueron en el centro, pero luego empezamos a dar clases en las comunidades”, recuerda.

“Primero fuimos a la comunidad Catalán, luego a la comunidad Puel. Nuestro objetivo fue pensar en la apicultura como una herramienta más para las personas que viven en el lugar”, explica.

“Acá, la apicultura la desarrollábamos mayormente productores que veníamos de otros lados. Había productores locales, pero no estaba tan arraigada en la gente del lugar. Hoy, empiezan a surgir apicultores de las comunidades, y eso es increíble”, expresa Trillo con entusiasmo.

“Hoy, en la comunidad Catalán tienen más de 100 colmenas, en la comunidad Currumil tienen 40, y todo lo que produce la abeja… a mí esto me sorprende”, asegura.

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Otros modelos

“El modelo que aprendí era llenar tambores y vendérselos a un exportador, que es el modelo apícola predominante en el país. Pero, con el tiempo, los vínculos y el conocer a otras personas, me di cuenta de que hay otros modelos”, señala. Su mirada se centra en lo cotidiano, en quienes están cerca. “¿Por qué la miel que produzco la tiene que consumir alguien que no conozco? También la puede consumir mi vecino, a un precio que me beneficie a mí y a él”, reflexiona.

“Empezamos a indagar en esta cuestión política, entre comillas, que es muy interesante. Nos dimos cuenta de todo lo que produce la abeja: además de miel, propóleo, polen, jalea real, material vivo. También produce una manzana, una pera, medicina, y algo que comprendí hace poco: genera arraigo en el territorio”, destaca.

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Una construcción colectiva

Con el tiempo, Guillermo participó en la creación de la Asociación de Apicultores de Aluminé. “En un momento, decidimos formar la Asociación porque había una sala disponible, y Pulmarí nos sugirió agruparnos”, recuerda. Fue presidente de la Asociación durante ocho años.

En esos años, la miel de Aluminé comenzó a ganar reconocimiento. “En 2016, el municipio nos incentivó a participar en la Expo Maciá, en Entre Ríos, y en 2018, con el apoyo del CFI a través de COPADE, que ayudó con los gastos. En ambas ocasiones obtuvimos el primero y segundo premio”, cuenta. Los productores llegaron al concurso internacional de mieles de la Expo Apícola del Mercosur. En 2016, la Asociación de Apicultores de Aluminé obtuvo el premio mayor, y en 2018 se ubicaron segundos, detrás de una miel de Miraflores, Perú, entre 84 muestras de diversos países.

“Casi no dimensionábamos lo que significaba. No éramos conscientes de que, gracias a eso, podíamos impulsar la apicultura local”, asegura Trillo. “Hoy, vemos que es un producto buscado, y la verdad, es algo que me sorprende”, admite sin perder el asombro.

Vivir de la miel y convivir con otros productores

“Creo que se puede vivir de esto, pero hay que cambiar la mentalidad, pensar en otros recursos de la colmena y darle valor agregado a los productos”, afirma Guillermo.

En Aluminé, existen dos plantas de extracción: una para miel convencional y otra habilitada para miel orgánica. Sobre la convivencia entre los productores de la Asociación y los de la firma con la planta de miel orgánica, Guillermo asegura que es positiva. “Son productores más grandes, los conocemos bien porque extraían su miel en nuestra planta. Creo que son aliados, sobre todo porque ellos apuestan por lo orgánico, lo que implica que, si alguien usa químicos, todos vamos a salir a decir que no”, subraya. “Es gente trabajadora, muy seria, y sabemos quiénes son”, agrega sobre sus pares de Aluminé Honey.

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Expo Alumiel

Cuando los productores comenzaron a ganar premios, la comuna los incentivó a crear un evento local. Así nació la Expo Alumiel, que el próximo fin de semana celebrará una nueva edición junto al 7° Encuentro de Apicultores Patagónicos.

“Lo interesante de este evento es que luego sirvió para fortalecer toda la apicultura y generó una mesa sectorial”, destaca Guillermo. Esta mesa reúne a instituciones como la Municipalidad, la Asociación, la Corporación Interestadual Pulmarí, el Ministerio de Producción de la Provincia, el Centro PyME Adeneu con su programa apícola, el Centro de Formación Profesional Agropecuario y las comunidades, entre otros.

“Gracias a esto, logramos un mejor manejo de la sanidad. Todos vamos en la misma dirección, y hoy, por ejemplo, no tenemos grandes pérdidas de colmenas. Creo que este trabajo ayudó”, señala. También destaca que más personas, especialmente jóvenes, se dedican a la apicultura, aunque el cambio climático afecta la producción.

“En la Expo Alumiel habrá charlas importantes sobre cambio climático. Hoy enfrentamos variaciones en el clima y la producción; la cantidad de miel que obtenemos no es la misma, y debemos preparar las colmenas de manera diferente”, explica.

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