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¿Más producción = Menos productores...?

Se percibe en la producción una tendencia que ya había irrumpido en los '90, que es la concentración, el aumento de la escala. ¿Y los productores...?

Sin duda, una de las principales características que trajo de la mano el siglo XXI, fue el crecimiento exponencial de la tecnología y, por diferentes causas, muy reñidas a las técnicas de producción. Argentina, aunque de lejos, no es la excepción a la regla y, en la medida que la economía se lo permite, va incorporando cada vez más ciencia aplicada, que sorprende con los avances en casi todos los rubros.

Sin embargo, el dato es especialmente visible en el campo y sus industrias derivadas donde se percibe, por un lado, la “explosión” de startups, el surgimiento de cantidad de pequeñas empresas de altísima tecnología, como lo demostró el reciente cierre de la convocatoria anual de la Bolsa de Comercio de Rosario, donde en solo un año se duplicó la cantidad de presentaciones, la mayoría ligadas a la biología, el ambiente, y los alimentos. Pero por otro lado, se percibe una tendencia que ya había irrumpido en los '90, que es la concentración, el aumento de la escala. Con unidades otra vez más grandes y, aunque las condiciones económicas y climáticas no fueron favorables para la Argentina en los últimos años, igual la tendencia sigue siendo clara y creciente, al menos, en el caso de los commodities.

Y, aunque el país aparece “estancado” en su producción hace más de dos décadas, en especial frente a los vecinos que, en todos los casos, se desarrollaron mucho más; lo cierto es que el “parate” es relativo, ya que, aunque limitada, la tecnología, y la escala van haciendo lo suyo. Tal vez uno de los casos más claros de esto es el de la lechería donde se mantienen los 10.600-11.000 millones de litros por año de fines de los '90, pero con muchos menos tambos que hace dos décadas ( - 8.000), pero con igual cantidad de vacas en ordeñe.

¿Y esto que significa?. Simplemente que aumentó en forma sustancial la eficiencia productiva. Ahora ya hay muchos tambos que son directamente “robóticos”, automatizados. Igual sucede con la producción de cerdos de 5, 8, o 10.000 madres por establecimiento. No hace falta pensar en una pastera celulósica de U$S 3.000 o 5.000 millones (de las que Argentina debería tener ya 2 o 3 al menos), para tener al alcance de la mano ejemplos concretos que aumentarían en forma significativa de liberarse, en serio, la producción y la comercialización.

Pero también hay un tema clave, que no es menor. Las producciones extensivas requieren ahora de una escala que a los productores chicos y medianos les cuesta alcanzar. Para hacer productos masivos -commodities- se necesitan grandes extensiones y un nivel de tecnología y equipamiento que implican inversiones muy grandes. Una sola arrocera del país ya tiene 100.000 hectáreas, y llega directamente con sus productos hasta los consumidores. Su marca -Ala- ya está en todas las góndolas, y con gran cantidad de variedades.

Lo mismo pasa con Taraguí de Las Marías, en Virasoro, con los productos derivados del té y la yerba mate que también se exportan, pero que lograron una gran diversificación dentro del país, en formas, marcas, y packaging. O con Ledesma en Jujuy y Tucumán que va desde la caña de azúcar, a los biocombustibles, pasando por la energía, y la elaboración de papeles orgánicos.

Mani King, en General Cabrera, cerca de Río IV, Córdoba es otro ejemplo destacable pues, como los casos anteriores, ya aplica “agricultura regenerativa”, o “circular”. Se cuida el ambiente. Nada se tira, Todo se aprovecha. Se exporta, y hasta tiene un centro permanente de demostración de las tecnologías que aplica, desarrollado por Bayer y su sistema FieldView, que permite medir todas y cada una de las variables del suelo, clima, producción, rindes, etc. a distancia, y por medio de satélites y comunicación en tiempo real.

Aportan “energía verde” a la red nacional, proveniente del quemado de la cáscara de maní, y con las cenizas remanentes también fabrican ladrillos para sus propias construcciones y las del pueblo. Parece la NASA, pero es el sur de Córdoba, o el norte de Corrientes, en el caso anterior, o el NOA. Y no son los únicos ejemplos. Al contrario. Todos abastecen al mercado interno y exportan; absorben cantidad de mano de obra y sus localidades crecen.

Nuevos equipos de producción, instrumentos de medición electrónicos, complejos productos que, tanto en semillas como en herbicidas, insecticidas, etc., cada vez son más naturales, y menos químicos. Todo en respuesta a las crecientes exigencias de los mercados (dentro y fuera del país). Y todo a pesar de la inestabilidad económica que caracterizó a las últimas décadas, y a la permanencia de algunos impuestos tan regresivos como las retenciones.

¿Qué hubiera pasado con la Argentina productiva si las condiciones hubieran sido otras? ¿Los impuestos a la exportación son el único escollo que enfrenta el campo? El reciente pedido de audiencia de las entidades nacionales del sector al Ministro de Economía, y también al Presidente de la República vuelve a poner el tema sobre el tapete, en parte, porque no trascendió que los dirigentes lleven alguna propuesta concreta más allá del reclamo histórico (retenciones).

Pero, no son pocos los técnicos que alertan que Argentina se “acostumbró” a sobrevivir con inflación. Casi no conoce otro escenario pero, eso que en primera instancia parece muy bueno, trae aparejados otros peligros que tal vez no son correctamente evaluados, y que ahora habrá que afrontar en forma inminente hasta lograr el nuevo (y más sano) equilibrio. Ya no habrá licuación de pasivos; ya no se ganará con los vacunos por la mera tenencia; ya no pueden vivir 4-5 eslabones del mismo campo (arrendador, arrendatario, contratista, proveedor de insumos y exportador/industrial); el negocio de la especulación cambia de sentido, y muchas cuestiones más.

Y si ese es el contexto, ¿solo “los grandes” van a sobrevivir?. Pues no necesariamente. También los medianos, chicos y hasta los “micro” tienen muchas posibilidades, siempre y cuando el modelo-país los incluya, y eso dependerá tanto del Gobierno, como de los proyectos del propio sector que deberán apuntar a lo más específico e intensivo; a lo “artesanal” (pero con altísima tecnología) que los “grandes” no pueden encarar. La fruticultura es un caso, igual que la horticultura (relativamente poco desarrollada en el país); las especies, aromáticas, flores, plantas, etc. Y ni hablar de los servicios conexos.

Pero, hace un año cuando se pedía que “!todo cambie¡”, tal vez no se pensó que la producción también debe cambiar…

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