¿Qué implica la revolución Milei y su gobierno?
Con el DNU, el presidente Javier Milei lanzó sobre la mesa un verdadero aluvión de reformas que interpelan a la dirigencia y a la sociedad. ¿Está en marcha una revolución libertaria?
“Quiero ser claro en esto: a menos que hagamos lo necesario ahora nos dirigimos a una catástrofe económica de una magnitud desconocida para cualquier argentino vivo. Por eso hemos enviado al Congreso de la Nación un proyecto de ley que bien puede determinar el destino de nuestra patria”, dijo el presidente Javier Milei hace unos días.
Según el mandatario, se juega “el destino de la patria” y eso determina la “necesidad y urgencia” que lo llevan a derogar sin discusión parlamentaria leyes, eliminar regulaciones estatales, abrir la puerta a privatizar empresas, comenzar a liberar el cepo cambiario, dar el puntapié inicial para flexibilizar el mercado laboral y el sistema de salud, entre otro centenar de medidas.
El destino de la patria suena como un motor (casi) sagrado para llevar adelante un verdadero aluvión reformas liberales, una jugada revolucionaria, fundacional. Y aquí nos queremos detener, en la idea de revolución.
La revolución está en marcha
“La luz se impone sobre la oscuridad y, después de tantos años de oscuridad y ocultismo, va a salir la luz y eso va a ser una revolución moral porque lo vamos a hacer desde los valores”, dijo Milei la noche del encendido de velas de Jánuca.
Y así ratificaba que es un gobierno, que surge en condiciones singulares -con una inesperada campaña; con declaraciones rimbombantes, disruptivas; con un candidato que no forma parte del enjambre político y a veces, no conoce el “juego, entre otras cuestiones que llaman la atención- se percibe a sí mismo como inspirado por un sentimiento revolucionario.
El gobierno de Milei se autopercibe revolucionario, el oficialismo se siente agente de una revolución que debe implementar medidas “de necesidad y urgencia” en pos del destino de la patria.
En este punto, nos preguntamos: ¿qué es la revolución? En términos sociológicos, es un cambio social organizado, masivo, intenso, repentino y generalmente no exento de conflictos violentos para la alteración de un sistema político, gubernamental o económico. La revolución busca romper para construir y lo hace de forma organizada. Este no es un punto menor, la revolución implica necesariamente un cambio concreto y generalmente radical, profundo y planificado. Estas características diferencian al proceso de una rebelión, que no es organizada y se caracteriza por la revuelta como característica esencial humana.
Una revolución es un giro o una vuelta completa de una pieza sobre su eje.
La fuerza de casi el 56%
"Hoy volveremos a abrazar las ideas de la libertad, las ideas de Alberdi. Las ideas que hicieron que pasáramos de ser bárbaros a potencia mundial (...) A pesar de lo sombrío de la situación, quiero decirle a los argentinos que Argentina tiene futuro, pero ese futuro existe si es liberal”, dijo la noche del ballotage.
Con este objetivo sobre su espalda, ¿proyecta un gobierno revolucionario? Dando un paso atrás, ¿qué es un gobierno revolucionario? Ya sea de izquierda o de derecha, es uno que patea el tablero y reacomoda las fichas; tiene un diseño mental del deber ser e intenta trasladarlo a la realidad. Lo hace porque asume que el estado de cosas atenta contra “el destino de la patria”.
Apoyado en el 55,69% de los votos, el presidente Milei se pone al frente de la revolución, con poco respeto por lo dado, por lo que viene siendo desde hace décadas, por los esquemas que rigieron al país en casi todos los ámbitos; todo debe ser reemplazado, revisado, cuestionado... Y lo hace con la idea -quizá, optimista- que aquel 55,69% es suficiente, suponiendo que el 19 de noviembre recibió un cheque en blanco.
¿Ese casi 56% de los votos está dispuesto a respaldar sus políticas concretas? ¿Sostendrán las banderas de las “Bases y Puntos de Partida para La Libertad de los argentinos”? Realmente no tenemos elementos para responder, por ahora el acompañamiento es enorme -según un sondeo de CB Consultores, el 71,3% aprueba el DNU-, Milei parece tener un aura de legitimidad especial que lo dan los votos al líder, una legitimidad superior que le permite ser hasta quizá un poco peyorativo sobre el sistema que nos rigió hasta ahora.
Es un desafío descomunal y Milei lo asume de espaldas al Congreso -recordemos que así comenzó su mandato-, hablándole a la gente -al igual que la primera cadena nacional cuando oficializó el plan motosierra- y poniéndole nombre a “la casta”, ya no es la dirigencia en general sino la dirigencia política, en particular.
Sin dudas, transitamos un momento histórico, distinto a otros en esta larga decadencia del país. A esta pretensión revolucionaria se suma el enorme desprestigio de la política -según el estudio de CB Consultores, el 89,7% cree que los políticos se oponen al DNU porque defienden sus propios derechos-; la innegable situación de emergencia en casi todos los planos de la vida socioeconómica del país y el monumental desconcierto de la dirigencia argentina, que perdió frente a un líder que buscar arrebatar el momento, la ventana de tiempo que da el 55,69% para avanzar con una verdadera revolución libertaria.
“Este es el último mal trago para comenzar la reconstrucción de Argentina. Esto es, habrá luz al final del camino”, prometió Milei. El tiempo dirá si es realmente una revolución o si será un nuevo experimento fallido.
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