Insostenible: el 54% de la cosecha de manzana va a la industria
El sistema frutícola de los Valles de Río Negro y Neuquén no puede crecer con estos niveles de fruta destinados al descarte. Es la participación más alta del último quinquenio. En el primer semestre, sólo 11% de la manzana se exportó.
La participación de la industria continúa creciendo dentro de la matriz comercial de la manzana de los Valles de Río Negro y Neuquén.
Un reciente estudio elaborado por el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA) señala que, cerrado el primer semestre del año en curso, la manzana orientada hacia este destino alcanzó poco más de 170.000 toneladas, representando el 54% del total de la especie comercializada. La estadística agrega que el mercado interno absorbió el 25% de la oferta total y las exportaciones alcanzaron sólo el 11%.
La participación de la industria se encuentra en sus niveles máximos del último quinquenio.
Tal como lo señala el gráfico adjunto, el descarte de la especie que fue a molienda, en lo que va de la presente temporada, creció en 15 puntos porcentuales respecto del mismo período del año anterior. Parte de la crisis por la que atraviesa la fruticultura, tiene mucho que ver con la estadística presentada.
Intentemos dar un ejemplo comparativo para poder comprender lo que estamos mencionando. Supongamos que el día de mañana viene un empresario extranjero a la región para invertir en un aserradero. El estudio de factibilidad le confirma que la venta al exterior y al mercado local de madera aserrada (vigas, viguetas y otras piezas de madera maciza) debería ser su core business, por los niveles de rentabilidad que presentan; mientras que para los desperdicios de la producción (aserrín y otros desechos) serían mercados secundarios de la actividad por los bajos valores que reflejan estos productos. Qué pasaría si luego de unos años, esta empresa ya en marcha, orienta gran parte de su producción a la venta de aserrín y otros desechos, y, el resto, a los productos que verdaderamente generan rentabilidad por su alto valor agregado. En pocos meses, la maderera debe cambiar su escala o se funde. Ahora bien, la primera de las alternativas significa ajustar su estructura y facturar menos. Armar toda una inversión millonaria para que el principal producto comercial termine siendo el aserrín, es un negocio que se vuelve inviable en el tiempo.
Algo similar -con las diferencias obvias que presentan ambas actividades- pasa hoy con la fruticultura. Los Valles de Río Negro y Neuquén, desde sus inicios, fueron proyectados para que su producción se oriente a los mercados en fresco; y dentro de ellos el principal destino sea la exportación, la gran salida para poder crecer de forma sostenida y sustentable. La poca manzana que no ingresaba en estos circuitos, iba a ser destinada como subproducto al mercado, acompañando el desarrollo, pero sólo como una alternativa secundaria.
La realidad refleja hoy que está última alternativa concentra más del 50% del canal comercial de la manzana. Es como decir que en la empresa maderera, que pusimos como ejemplo párrafos arriba, el aserrín represente el 54% del total de las ventas de la firma. Insostenible, desde cualquier punto de vista.
Esta claro que no es la industria ligada a la actividad frutícola la culpable de esta situación. Quién pueda pensar esto está totalmente alejado de los problemas que presenta el sistema. El tema va mucho más allá de un canal comercial.
Sin lugar a dudas el gran desafío que tiene por delante la fruticultura regional es modificar progresivamente la participación de los destinos de la manzana cosechada. De no hacerlo, la superficie implantada continuará con su vertiginoso descenso, hasta encontrar un nuevo piso para la escala que necesite el sistema.
Para lograr estos objetivos es necesario contar con una economía ordenada -cosa que hace décadas no encuentra el sector- y un cambio en la relación privada-gobierno que permita comprender la crisis por la que atraviesa el sistema. Esto no quiere decir que no existan empresas a las que les va bien económicamente. Las hay y representan un alto porcentaje en el total de las firmas existentes en la región. El problema está en que el sistema es el que no crece, el que se achica año tras año. Sobre este punto se debería trabajar.
¿Pasa esto en el mundo?
Cómo sabemos, las comparaciones son siempre odiosas. Pero, en este punto, si no las hacemos no podremos entender donde está anclada la fruticultura de los Valle de Río Negro y Neuquén respecto de lo que ocurre en el resto del globo. Como la mayor parte del comercio de la Argentina, también la actividad regional se viene desconectando del mundo en forma progresiva. La manzana es un claro ejemplo de ello.
En varios de los países productores de pomáceas, en todos estos últimos años, existió algún tipo de ajuste. La tradicional oferta fue modificada por nuevas variedades y, en otros casos hubo sustitución por otras especies. Pero todos estos casos siempre fueron ordenados, tenían un patrón dentro de la estrategia comercial de cada país que permitió sostener el desarrollo de la actividad. Aquí, en nuestros Valles, se perdieron más de 14.000 hectáreas frutícolas en pocos años sin que nadie levante la voz por ello. Pero volvamos a las crudas estadísticas. Tomemos como ejemplos naciones del hemisferio sur para tratar de entender donde estamos parados.
Tal lo refleja el gráfico adjunto, nuestra región es la que presenta la peor matriz comercial por la alta participación que tiene la industria. Este esquema sin dudas se traslada a los ingresos que logra cada uno de los sistemas presentados, independientemente de los niveles de productividad que reflejan a nivel primario (volumen de producción por hectárea y/o cantidad de bultos embalados por hectárea). Sin dudas, aquellos que orientan su oferta comercial a la exportación, son los que mayores márgenes de rentabilidad presentan.
Sin embargo, cada país tiene su propia estrategia. En el caso de Chile y Nueva Zelanda, apuntan a consolidarse en los mercados externos ya que no tienen un importante mercado interno que abastecer. Ambos países muestran una velocidad de rotación importante (adaptación a las condiciones de la demanda internacional) que se observa no sólo con las pomáceas sino, con muchas otras especies frutícola. De ahí que son considerados como verdaderas potencias frutícolas en los mercados internacionales.
En Brasil, por el contrario, toda su estrategia comercial está centrada en el mercado interno local ya que viene trabajando hace un par de décadas en el proceso de sustitución de importaciones de manzanas. Y claramente lo está logrando. Hacia principios de la década de los 80 la producción de manzanas se ubicaba en torno a las 100.000 toneladas. Hoy esa cifra alcanza -promedio de las últimas temporadas- a los 1,1 millones de toneladas. El éxito plasmado en una estrategia de crecimiento y desarrollo de la actividad.
En estos tres casos, la industria tiene una participación relativa baja en el total del comercio. Una obviedad, ya que es el canal comercial sobre el que menos retornos tiene la manzana en dólares por kilo. En este punto se puede agregar que, tanto la matriz comercial de Chile como Nueva Zelanda, casi duplican los valores promedio que obtienen por kilo de manzana respecto de la Argentina.
Con toda la estadística sobre la mesa, queda reflexionar: con más del 50% de la especie destinada a la industria, ¿Cuál sería la estrategia comercial de los Valles de Río Negro y Neuquén?
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