¿Por qué ya no comemos manzanas? El cambio silencioso del paladar argentino
Las manzanas pierden terreno en la canasta de consumo de los argentinos. La presión de la importación de frutas alternativas.
El mercado interno argentino de manzanas, que básicamente se abastece de los Valles de Río Negro y Neuquén —zonas históricas y estratégicas para la producción frutícola nacional—, sigue sin mostrar señales de recuperación. Esta situación responde a múltiples factores, aunque hay dos claves que explican con mayor claridad el fenómeno: el estancamiento sostenido del consumo interno y la creciente competencia de frutas importadas, potenciadas por un contexto económico adverso.
En primer lugar, el consumo general en la Argentina se encuentra en franco retroceso desde hace ya un par de años. Esta tendencia descendente se profundizó aún más a partir de diciembre de 2023, con la implementación de un fuerte ajuste macroeconómico por parte del gobierno de Javier Milei. Si bien algunas variables macroeconómicas muestran hoy signos incipientes de estabilización o crecimiento —limitados a sectores como energía, minería o servicios tecnológicos—, la demanda interna continúa desplomándose, y con ella se arrastra al comercio de productos básicos, como las frutas frescas.
En este contexto, la manzana, considerada durante décadas un alimento accesible, saludable y popular, ha perdido protagonismo en las mesas argentinas. Desde hace más de una década, el consumo interno de esta fruta presenta una tendencia sistemática a la baja, un fenómeno que llama aún más la atención si se considera que la población argentina ha mantenido un crecimiento vegetativo estable.
Las cifras oficiales son contundentes. En 1997, el consumo per cápita de manzanas en Argentina era superior a los 12 kilos por año. Desde entonces, la curva ha sido casi exclusivamente descendente. En 2024, el consumo promedio ronda los 5 kilos por habitante por año. Esto implica que el país ha dejado de consumir unas 320.000 toneladas anuales respecto a los niveles de hace poco más de 25 años.
Este desplome no solo refleja un cambio en los hábitos alimenticios, sino también una transformación profunda del mapa de consumo frutícola. Los consumidores, presionados por la pérdida de poder adquisitivo y estimulados por nuevas ofertas, han comenzado a reemplazar la manzana por otros productos que ahora son más accesibles, están de moda o simplemente son más visibles en góndolas y ferias.
Desde el punto de vista económico, perder un mercado implica mucho más que una baja en las ventas. Es, en términos prácticos, dejar de ser competitivo, ceder espacio a otros actores —nacionales o internacionales— y debilitar estructuras productivas que tardaron décadas en consolidarse. Para las economías regionales como el Alto Valle, esto representa menos empleo, menor rentabilidad para los productores y un retroceso en la cadena de valor que va desde los cosechadores hasta los exportadores.
Desde una mirada más emocional y cultural, la pérdida de mercado de la manzana también duele. Esta fruta no es cualquier producto agrícola: es un símbolo de la identidad frutícola del sur argentino, un emblema que representó bienestar, salud y prosperidad para miles de familias a lo largo del siglo XX. Ver cómo su lugar es ocupado por productos importados genera frustración e impotencia entre los productores locales, que perciben no solo una crisis económica, sino también una pérdida de pertenencia y reconocimiento social.
Frutas importadas: una competencia creciente
El atraso cambiario que se observa actualmente en la economía argentina actúa como un incentivo para las importaciones. Las frutas extranjeras se vuelven más competitivas en términos de precio y disponibilidad, erosionando aún más el ya debilitado consumo de productos nacionales. Las estadísticas del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA) dan cuenta de esta tendencia, al mostrar un marcado aumento en las importaciones de frutas en lo que va del año. Tomando cinco especies representativas, se observa lo siguiente:
- Banana: La banana es la fruta más vendida de todo el globo, y el mercado argentino no queda fuera de este contexto. Los datos oficiales muestran que en esto primeros cuatro meses del año las importaciones se ubicaron en las 185.700 volumen que representa un crecimiento interanual del orden del 28% y del 15% cuando se lo compara con el promedio de las tres campañas anteriores (2022-2024).
En términos nominales, en este primero cuatrimestre ingresaron al mercado argentino 41.000 toneladas de bananas más respecto de 2024. Para tener una referencia de los números que estamos mencionando, hay que destacar que, en los primeros cuatro meses de cada año, se venden en promedio de 70.000 toneladas de manzanas en el mercado interno. La presión de más de 40.000 toneladas adicionales de banana, sin dudas golpean en el mercado de las frutas.
- Naranja: es otro de los productos importados que refleja un importante crecimiento en lo que va del presente año. En 2024, Argentina produjo entre 550.000 y 600.000 toneladas de naranjas, de las cuales entre 200.000 y 250.000 toneladas fueron consumidas en el mercado interno como fruta fresca. El resto de la producción se destinó a la industria de jugos.
Tal como se refleja en la gráfica adjunta, las importaciones de naranjas en estos primeros cuatro meses del año alcanzaron las 5.900 toneladas, un volumen 180% superior cuando se lo mide en términos interanuales y del 170% cuando se lo relaciona con el promedio de las últimas tres temporadas (2022-2024). La participación de la oferta importada de naranjas en el mercado interno se encuentra cerca del 10% en estos primeros meses de 2025. Un número no menor teniendo en cuenta la evolución histórica que mostró este indicador.
- Uva de mesa: mostraron un salto importante en esta primera parte del año. Los datos del SENASA certifican que ingresaron en el período enero-abril del corriente año unas 3.200 toneladas, número 16 veces (1500%) superior al consolidado durante el primer cuatrimestre del año pasado.
La tendencia respecto de las últimas tres campañas, es muy parecida al interanual. Es decir que este año se produjo una explosión de importaciones, siempre hablando en términos relativos, sobre las uvas de mesa. En términos absolutos, las 3.200 toneladas también son importantes en un mercado interno donde el consumo está en franco retroceso.
- Kiwi: La misma foto se observa cuando se analizan las importaciones de kiwi. Los datos oficiales dan cuenta de que en esta primera parte del año ingresaron de terceros países cerca de 3.000 toneladas de esta especie de fruta, cifra que representa un incremento interanual del orden del 150% y del 67% cuando se lo relaciona con el promedio de las últimas tres campañas (2022-2024).
- Palta: Con un fuerte componente de importación desde Chile, su consumo crece aceleradamente. Su versatilidad gastronómica la convierte en una alternativa cada vez más valorada, especialmente entre sectores jóvenes y de mayor poder adquisitivo. Es otra de las frutas que está creciendo en forma importante en el mercado argentino. Este fruto se puede comer solo, ya sea troceándolo o untándolo en una tostada. Pero también se está imponiendo en el mercado incorporarlo como postre junto a ensaladas de fruta o platos selectos en los eventos públicos o privados.
La manzana, en desventaja
Frente a esta avalancha de productos, la manzana compite en desventaja. Aunque sus importaciones también crecieron —un 130% interanual en el primer cuatrimestre de 2025, alcanzando las 550 toneladas—, su participación sigue siendo marginal, representando menos del 1% del total de manzanas comercializadas localmente. Aun así, este dato no debe leerse con optimismo: su problema no es la competencia externa directa, sino la pérdida de interés del consumidor nacional.
Las nuevas generaciones tienen hábitos diferentes. Prefieren frutas más exóticas, listas para consumir, con menos desperdicio o que se ajusten a las tendencias de alimentación saludable de moda. Mientras tanto, la manzana, símbolo de lo natural y lo simple, parece haber quedado fuera de ese radar.
La competencia entre frutas también se explica según el segmento de consumidores. La banana y la naranja son frutas de consumo masivo, accesibles y ampliamente distribuidas, y por tanto compiten directamente con la manzana en todos los niveles socioeconómicos. En cambio, el kiwi, la uva de mesa y la palta apuntan a segmentos altos, urbanos y más influenciables por campañas de marketing o tendencias globales. Estas últimas frutas son las que compiten con la oferta de manzana del segmento de alta calidad que llega del Valle de Río Negro, único segmento que hoy garantiza rentabilidad al sistema.
En este marco, no solo se trata de precio, sino de percepción del valor. La manzana ha perdido parte de su valor simbólico. Ya no es necesariamente sinónimo de salud, ni de frescura, ni de innovación. No es una fruta “de moda”.
Un llamado a repensar el modelo
Recuperar el mercado interno no será fácil. Implica mucho más que bajar precios o aumentar la producción. Se requiere un rediseño de la estrategia de comercialización, una reconexión con el consumidor moderno, y una narrativa que vuelva a posicionar a la manzana como un producto deseable. La comunicación es clave: la fruta debe reconquistar al público, especialmente a los jóvenes.
Asimismo, el Estado puede jugar un rol importante a través de políticas públicas que fomenten el consumo de frutas nacionales, subsidios a la producción, campañas de concientización nutricional o normas que prioricen la compra de productos locales en escuelas, hospitales y organismos oficiales.
Perder el mercado de la manzana es mucho más que perder toneladas de ventas. Es perder empleo, perder territorio económico, perder identidad regional y perder vínculo emocional con el consumidor. La manzana representa historia, trabajo y cultura productiva. Ignorar su retroceso es ignorar una parte esencial del ADN agroindustrial del país.
La recuperación exige un esfuerzo coordinado, integral y sostenido. Porque no se trata solo de volver a vender más. Se trata de volver a importar sentido, pertenencia y orgullo a una fruta que supo estar en la cima.
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