Ganadería

Ganadería argentina: señales de recuperación, precios firmes y un dilema clave para 2026

Con exportaciones en alza y precios sostenidos, la ganadería muestra señales de mejora, aunque la falta de vientres y de crédito plantea un desafío estructural.

El año que está por terminar ha sido muy agitado y, probablemente, el 2026 también lo sea, aunque por causas distintas. Es que, aunque todavía falta mucho camino que recorrer, las “variables macroeconómicas” (como le gusta decir a los funcionarios) están bastante controladas, y hay una serie de indicadores, comenzando por la menor inflación, o el nivel del dólar que comenzará a moverse al ritmo del IPC (Índice de Precios al Consumidor), lo que comienza a dar alguna previsibilidad y despierta buenas expectativas.

También, el “año par” (sin elecciones) calma un tanto las aguas de la política, pero lo hecho hasta ahora no impacta en todos los sectores por igual.

El caso es que el campo está entre los que avanzan (tal vez, porque partía de un piso muy bajo) y, de lograrse avances, tanto en materia de una nueva política tributaria como en flexibilización laboral, es muy probable que la producción agroindustrial siga creciendo como lo está haciendo en este ciclo 25/26.

Habría que sumarle, además, la posibilidad de que se dé otro recorte de las mal llamadas retenciones (impuestos a la exportación), más cerca del segundo semestre y, aunque las cotizaciones internacionales sigan “variables”, es previsible que el mayor volumen compense los precios futuros, ya que los presentes, en el disponible local, siguen todavía muy firmes para los principales granos. Y eso mismo sucede con otros rubros como la fruta o los ovinos (también con precio récord internacional), entre otros.

Pero el caso más emblemático, sin embargo, sigue siendo la carne vacuna, primera exportación de la Argentina (los cueros y el tasajo salado), que, aunque fatalmente golpeada por sucesivas políticas intervencionistas a lo largo de la historia, todavía ostenta una envidiable “salud” exportadora, que permitió que el año que acaba de terminar cerrara holgadamente por encima de los U$S 3.500 millones en ventas al exterior, superando a 2024, a pesar de la caída de volumen que terminó en alrededor de 700.000 toneladas.

Esto da, “con relación a los primeros once meses de 2024 (que son los que ya están cerrados), que los volúmenes exportados son -7,9 % inferiores; mientras que el valor obtenido fue +27,7 % superior”, sostuvo Mario Ravettino, titular del Consorcio de Exportadores ABC. Lo que refleja el fuerte repunte internacional que viene teniendo el producto.

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Con más demanda y pasto disponible, la ganadería debe decidir entre retener vientres o priorizar liquidez en un contexto de stock ajustado.

Con más demanda y pasto disponible, la ganadería debe decidir entre retener vientres o priorizar liquidez en un contexto de stock ajustado.

Pero la demanda doméstica también está firme y, aunque se espera que ahora ya “afloje” (después de las Fiestas, aguinaldos, etc.), sigue teniendo precios que reflejan el interés de los consumidores que volvieron a poner la ingesta en alrededor de 50 kilos/persona/año.

Crecimiento, límites y dilemas estructurales

Ante eso, los dilemas son varios: con mucho pasto “barato”, debido a las lluvias, ¿conviene esperar y meter más kilos? Es bien conocido que ahora tanto la recría como el encierre a corral buscan animales más pesados, ya que se sabe que son imprescindibles a la hora de cumplir con las crecientes demandas internacionales. Y después de mucho tiempo, los frigoríficos ya no “castigan” esos animales como hacían en el pasado cuando el consumo local dominaba con novillitos de 350-380 kilos…

Igual, faltan muchos terneros, tal vez la pieza más preciosa; tampoco hay demasiado gordo y, con los últimos años de demanda china (que todavía se lleva más del 70 % del total exportado), también fueron desapareciendo hembras. Primero fueron las conserva de descarte, después las conserva buenas, tras estas las “vacías”, para caer finalmente en las vacas nuevas y hasta en vaquillonas.

Y, si bien ahora comienza a notarse más presión sobre los vientres para producción, según Informe Ganadero, el porcentaje de hembras en la faena sigue en un alarmante casi 48 %, muy lejos aún de un porcentaje de retención, que es lo que se necesitaría para reconstituir el stock, al menos, al nivel histórico de 60 millones de cabezas.

El récord, sin embargo, fue en 1977 con más de 61 millones de cabezas, mientras que el nivel más bajo de las últimas décadas fue en 2011, cuando se ubicó en 48,8 millones de vacunos tras una abrupta liquidación de casi 11 millones de animales entre 2008 y 2011 (sequía, Resolución 125, precios máximos/controlados, etc.).

Esa pérdida, si bien se fue recuperando luego paulatinamente hasta 2019, a partir de ese momento volvió a caer hasta ahora, cuando el rodeo local se ubica alrededor de 50 millones de cabezas, tras la pandemia, la sequía de 3 años, las altas faenas y los graves incendios del norte, en plena zona de cría.

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La ganadería muestra signos de mejora, aunque arrastra desequilibrios que ponen un techo a su expansión.

La ganadería muestra signos de mejora, aunque arrastra desequilibrios que ponen un techo a su expansión.

Lo más grave, sin embargo, sigue siendo el alto porcentaje de hembras en la faena que impide (e impedirá) una recomposición sostenida y estructural de la producción, que no logra salir de los 3,3 millones de tn anuales de carne vs. los más de 12 millones de toneladas de Brasil (hoy 1.º productor mundial de carne vacuna) y EE. UU., o los 7,5 millones de tn que ya alcanza China.

Y, si bien ahora el actual gobierno mantiene la no intervención en los mercados y la remoción de restricciones, impedimentos y burocracia, todavía faltan líneas de crédito a tasas acordes a una actividad que necesita de 3 a 5 años para arrancar, y con costos de infraestructura muy altos.

Sin mencionar que la producción también incluye más mano de obra que la agricultura, que se necesitan mayores inversiones en sanidad y que también la implantación de pasturas (sea cual fuere el eslabón productivo: cría, recría o invernada) tiene costos crecientes, y hay problemas fiscales como los créditos IVA estructurales por la diferencia de 10,5 % a 21 %, y la demora en su devolución, entre otras cuestiones.

A partir de ahí, aunque es sabido que se puede mejorar mucho la productividad, aumentar el nivel de extracción, la sanidad y los pesos de faena, el dilema mayor sigue siendo: “¿Liquidación o retención de vientres?”, ¿Presente o apuesta al futuro en el cual la ganadería vacuna ya es evidente que se seguirá consolidando?, ¿Vender grano o esperar y seguir sacando hembras para conseguir liquidez?, ¿Cuál es el costo de oportunidad de cada una de las variables?

Disyuntiva difícil cuando la sábana es corta…

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