Hay una nueva ganadería que acepta el cambio climático, ajusta sus costos y planifica
La ganadería del norte de la Patagonia tuvo su epicentro en el Encuentro Ganadero Regional que se hizo en Río Colorado. Hablaron los productores.
Se realizó el miércoles pasado en Río Colorado un Encuentro Ganadero Regional que tuvo varias particularidades muy interesantes. La primera fue que se dio vuelta la taba: en vez de dar las charlas los técnicos, esta vez las dieron los productores. Obviamente, luego también hablaron los técnicos. Fue una larga jornada que comenzó a las 9 de la mañana y terminó a las 5 de la tarde, en la sede de la Sociedad Rural local. Se registraron 113 inscriptos, un número alto para cualquier evento del sector.
Las charlas giraron en torno a las experiencias acumuladas en la implementación del manejo regenerativo de los campos. Se pueden adelantar algunas conclusiones antes de hacer un desarrollo detallado de los contenidos: se ha logrado incrementar hasta un 50 % la productividad (terneros), respetando los ciclos de la naturaleza. Y si se asocia con otros pares, todo ganadero puede tener un adecuado asesoramiento técnico. También vincularon cada paso adelante que dio el sector a determinadas —y muchas veces desconocidas— políticas públicas.
Como hitos fueron citadas la Ley de Conservación de Suelos, de mediados de los años 80, la cual permitió hacer potreros y aguadas a ganaderos con rentabilidades ajustadas. Se subsidió hasta el 60 % de la inversión. Más acá en el tiempo, pusieron en valor las iniciativas del gobierno de Río Negro y del INTA de organizar viajes a otras provincias para conocer experiencias de manejo holístico.
“Nosotros siempre mirábamos la vaca, y muy poco al suelo, al pasto”, dijo Fernando Segura, uno de los ocho ganaderos que tuvieron sus 15 minutos para exponer cómo hicieron la transición desde el pastoreo tradicional a uno más planificado. Hoy algunos hacen casi una “ganadería de precisión”.
La ganadería y el cambio climático
Luego de escucharlos, quedaron algunas definiciones compartidas: las sequías e incendios son cíclicos e inevitables; en los campos faltan registros de todo tipo (lluvias, kilos ganados por hectárea, costos, estado de pastizales); el cambio climático llegó y es definitivo (las lluvias anuales pasaron de 450 a 350 milímetros promedio); asociarse con otros productores es decisivo para evolucionar; y es necesario buscar asesoramiento técnico externo que rompa la inercia familiar o los conocimientos que quedaron en el tiempo.
Además, quedó claro que la energía solar (para impulsar las bombas) y el internet satelital han significado una verdadera revolución en los campos perdidos de la estepa patagónica.
La coordinación de la jornada estuvo a cargo de Federico Boggio, ingeniero agrónomo, docente de la Universidad Nacional del Comahue y titular de Halkis, una empresa que presta servicios de asesoramiento técnico. Trabajan con un grupo de ocho productores ganaderos en la provincia de Neuquén y con otro grupo de 15 miembros de la zona del Valle Medio.
Nicolás Marinzalta es veterinario y contó que tuvo que convencer a su padre, en 2013, de no vender el campo. Arrancó con 20 vacas, creció, y en 2015 el fuego no le dejó nada en pie. “Era todo un desierto”. Con la división de su campo de dos leguas (5.000 hectáreas) en 15 potreros, comenzó a rotar la hacienda, dejando descansar los suelos y permitiendo que la vegetación se regenere.
Eso se tradujo en rendimiento: hoy su campo puede soportar 200 vacas en 2.500 hectáreas, cuando la media —siguiendo el pastoreo tradicional— es de 120 cabezas en la misma superficie. Eso sí, rotan con una frecuencia que va de los 7 a los 25 días. Otra consecuencia de su manejo regenerativo: no tuvieron mortandad de animales en la última sequía, rompiendo así un círculo vicioso inmemorial.
Martín Echave tiene un campo de 30.000 hectáreas cerca de San Antonio Oeste, pero solo 5.000 eran utilizables, porque el 70 % del campo forma parte del bajo de El Gualicho. El punto más alto de su campo está a 125 metros sobre el nivel del mar, y el punto más bajo, a 40 metros por debajo.
Con una técnica de desarrollo propio, logró almacenar agua en tanques que colocó sobre los médanos y evitó grandes inversiones en bases de cemento, utilizando solo plástico aislante. “Me cansé de ver a mi viejo acarreando agua del canal (Pomona) en un camión. Y dije: eso no es para mí”, comentó. Hoy logró pasar de 5.000 a 12.000 hectáreas productivas. Para conocer los hábitos de pastoreo de las vacas, les colocó collares con GPS. En base a esa información, compró manguera negra. Por eso el internet satelital es revolucionario, explicó. Así armó una serie de tanques que se abastecen con bombas que usan energía solar. Luego, todo funciona por gravedad. Sabe que “tenemos que hacer descansar las zonas comprometidas”. Para eso, resaltó la importancia de planificar y diseñar los próximos pasos.
Miguel Silva integra el grupo ganadero “Monte Profundo”, de Cambio Rural. Llegó desde el partido de Patagones para contar cómo le va con su campo. El manejo regenerativo le permitió pasar de una vaca cada 12 hectáreas a una cada 8 hectáreas, un 30 % más de carga en el mismo campo, y con el cambio climático encima. Puso el acento en que “falta una sistematización de la información” que genera el campo. Tiene presente que en los campos de la región las lluvias son erráticas, hay carencia de pasturas verdes en verano y que las aguadas están mal ubicadas y mal distribuidas.
Otra meta de quienes optan por pasar de un manejo tradicional a uno regenerativo u holístico es evitar que su producción quede atada a las lluvias. Con cuadros en reserva, con pastos que crecieron en algunos casos hasta un año antes, siempre hay una reserva. En cuanto a la necesidad de agruparse, Silva sentenció que “en compañía se llega más lejos”. Todo con la premisa de “regenerar el ambiente”.
Segura, del establecimiento “La Libertad”, logró incluir su campo en un programa de bonos de carbono a través de la empresa OVIS21, luego de certificar cuánto dióxido de carbono logra fijar en los suelos con el manejo regenerativo. Aseguró que “lo holístico —que se puede traducir como un sistema interconectado, donde la salud del suelo, la biodiversidad y la producción animal están interrelacionadas— comprende un todo y ayuda a empresas familiares a que exista un tercero, en este caso un técnico, que observa y analiza”. Con no más de dos reuniones anuales de dos o tres días, “puedo saber hasta cuándo me puedo tomar vacaciones”.
Carga de hacienda en los campos de Río Colorado
En el último encuentro con su asesor, y luego de recorrer todo el campo, concluyeron que, por el estado del pastizal, podrá incrementar la carga de vacunos entre un 10 y un 15 % para este año. Resaltó además la importancia de la planificación financiera. Ajusta los gastos a los recursos disponibles y “evita los baches que siempre tenemos”, y que en algunos casos empujan al productor a malvender su hacienda.
Julia Melnichuk contó que tuvo que aprender “a leer el monte”, para saber cuándo sacar su hacienda y cuándo rotar. En 2012 tenía, junto a su madre y su hermana, un campo de 5.000 hectáreas con una sola división al medio y una aguada, el cual “nunca había tenido un descanso”. Luego de disolver la sociedad familiar, se quedó con 2.500 hectáreas, las que dividió en ocho cuadros. Pasó de 120 a 180 animales “por legua de campo”, lo que le permitió afirmar que “logré más ingresos con el mismo capital”. Igual reconoció que, como le gustan los riesgos, se endeudó para seguir mejorando el predio, al que aún le faltan más alambrados. Por lo pronto, calculó que necesitaría unos 13 rollos para hacer un nuevo potrero.
Sobre el final, a la hora de los talleres, todos debían trabajar algunas consignas, como qué tanto adoptaban ciertas prácticas de manejo ganadero. Se reconoció que hay baja adopción de las capacitaciones, un uso mediano de la suplementación nutricional y una alta incorporación de la energía solar e internet.
En cuanto a las líneas de base actuales a superar, consideraron necesario: la formación y mantenimiento de grupos de productores, realizar giras técnicas para conocer otras experiencias, compartir conocimientos, planificar financieramente y llevar registros más rigurosos de todas las actividades del campo.
La mayoría concluyó que, para lograr mejores resultados, es necesario “estar en el campo”. Un modelo muy distinto al del manejo extensivo, en el cual se esperaba que llueva para luego realizar la cosecha de terneros.
El INTA, también presente
El cierre de la primera parte lo realizó Antonia Devesa, agrónoma de la Agencia de Extensión Rural INTA Río Colorado, quien habló sobre el rol institucional y repasó los primeros pasos que se dieron en su zona respecto a los cambios en el manejo de los campos. Fue, junto a Santiago Villalba, del Programa Ganadero Bovino de Río Negro, responsable de seleccionar a los expositores y poner en marcha la jornada.
Luego del break del mediodía, se realizaron otras tres presentaciones institucionales. La primera estuvo a cargo de Marta Colabelli, del INTA, quien presentó el libro Sistemas bovinos y sostenibilidad: desafíos globales y estrategia para un futuro verde. Luego, la agrónoma Alina Aramburu, de Halkis, hizo un repaso de los principales conceptos en los que se basa la ganadería regenerativa. Por último, el también agrónomo y docente Pedro Helling habló sobre manejo holístico y bonos de carbono.
El secretario de Producción de Río Negro, Norberto Bassi, hizo el cierre. Agradeció a los productores por el esfuerzo de preparar sus presentaciones (todos fueron con sus power points), “porque no está en el día a día de ustedes”. Y recordó: “Nosotros estamos al servicio de ustedes y necesitamos que nos guíen hacia dónde ir, de acuerdo a sus necesidades de capacitación o conocimiento de nuevas experiencias”.
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