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La economía revive, el dólar se atrasa y Milei apuesta de lleno a las elecciones 2025

El atraso cambiario pareciera que llegó para quedarse. Mientras la economía pegó un importante salto en febrero, pero solo en ciertos sectores.

El atraso cambiario es una de las principales señales de alarma que suelen encenderse en toda economía. Este fenómeno ocurre cuando el tipo de cambio nominal avanza a un ritmo inferior al de la inflación, provocando una apreciación real de la moneda local, debilitando la competitividad externa y sembrando dudas sobre la sostenibilidad del crecimiento.

Argentina está sufriendo pérdida de competitividad por el atraso cambiario, pero, paralelamente, parece estar viviendo una recuperación más sólida de lo esperado. Las estadísticas oficiales difundidas esta semana muestran que la actividad económica creció un 5,7 % interanual en febrero, y las previsiones para 2025 son igualmente optimistas: el Fondo Monetario Internacional (FMI) estima un avance del 5,5 % del Producto Bruto Interno (PBI), el mayor crecimiento proyectado en América Latina.

Después de dos años consecutivos de recesión —una caída del 1,6 % en 2023 y otra del 1,7 % en 2024—, este repunte no es menor. Aunque, como advierten los analistas, crecer tras tocar fondo es distinto a crecer de manera sostenida en el tiempo.

¿Qué implica el atraso cambiario?

“Cuando los precios internos suben mucho más rápido que el tipo de cambio oficial, las exportaciones pierden rentabilidad, las importaciones se abaratan y la economía se desequilibra”, explica el economista Daniel Artana, director de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL). En otras palabras, el atraso cambiario pone en jaque la balanza comercial, deteriora la generación genuina de dólares y puede desembocar en una crisis cambiaria si no se corrige a tiempo.

Sin embargo, en escenarios de estabilización de precios, recuperación segmentada de salarios y acceso al financiamiento, los efectos de ese atraso pueden demorarse, alimentando rebotes económicos importantes, como el que hoy registra Argentina.

Parte del impulso actual se explica por la desaceleración de la inflación y salarios reales estabilizándose, observándose en ciertos segmentos de la sociedad que la capacidad de compra empieza a recuperarse. Sectores clave de la actividad económica muestran mejoras notables. Tal como señala el reciente informe del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), la suba de la actividad económica en febrero —último dato oficial disponible— fue impulsada por la intermediación financiera, con una impresionante expansión del 30,2 % interanual. La reactivación del crédito tras años de parálisis, sumado a operaciones de "bicicleta financiera" —cambio de dólares a pesos, inversión en bonos y reconversión a dólares con ganancia—, explica buena parte del momento dorado que viven bancos y fintechs en el país.

La estadística oficial muestra también que la pesca quebró una racha negativa, con un crecimiento del 28,3 % interanual, impulsada por una mayor demanda de exportaciones y mejoras tecnológicas en la captura. Por su parte, el comercio creció un 7,4 % y la minería avanzó un 5 %, sectores que contribuyeron a empujar la actividad económica general. “El rebote es real y más rápido de lo que muchos anticipaban. Aunque claro, parte de esta mejora es estadística: venimos de dos años muy malos”, matiza Lorenzo Sigaut Gravina, de Equilibra.

El crecimiento, sin embargo, no es homogéneo ni inclusivo. El 38,1 % de la población sigue bajo la línea de pobreza, y algunos sectores esenciales están en retracción. Los datos del INDEC remarcan que los servicios comunitarios y sociales cayeron un 2,6 % interanual; el sector salud retrocedió un 0,5 % y educación apenas creció un 0,5 %, muy por debajo del promedio. Mientras tanto, el consumo sigue sin despertar.

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Uno de los síntomas del atraso cambiario: las kilométricas filas de autos argentinos en la frontera para ir de 'compras' a Chile.

Uno de los síntomas del atraso cambiario: las kilométricas filas de autos argentinos en la frontera para ir de 'compras' a Chile.

La contracara del crecimiento actual es la fragmentación social. La recuperación beneficia a sectores vinculados a las finanzas, el comercio exterior y algunos servicios de alta rentabilidad, pero deja rezagados a los rubros más asociados a la demanda pública y el bienestar social.

El rol crucial del financiamiento externo

En este contexto, el reciente préstamo de alrededor de 25.000 millones de dólares otorgado por el FMI y otros organismos internacionales resulta clave. Esta línea de financiamiento, acordada a comienzos de abril, tiene un doble objetivo: reforzar las reservas del Banco Central y permitir intervenciones en el mercado cambiario para evitar saltos bruscos en la cotización del dólar. “El financiamiento externo permite sostener un tipo de cambio real atrasado por más tiempo, pero no lo hace sostenible indefinidamente”, advierte Gabriel Rubinstein, exviceministro de Economía.

En efecto, el Gobierno de Javier Milei, que enfrenta en octubre elecciones legislativas cruciales para consolidar su poder político, apuesta a que este "colchón" de divisas le dé la estabilidad necesaria para transitar el año sin sobresaltos cambiarios que deterioren la incipiente recuperación.

La aceleración de la actividad, además, representa una bocanada de oxígeno para el oficialismo. Según el INDEC, el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) mostró no solo crecimiento interanual, sino también un avance del 0,8 % de enero a febrero, es decir, una mejora secuencial, algo que no se veía desde mediados de 2022. Milei no dudó en capitalizar estos números, celebrándolos públicamente —incluso con fuertes críticas a economistas y medios de comunicación que habían puesto en duda su modelo económico— y enmarcando la recuperación como un éxito de su programa de "shock liberalizador".

La agenda política de cara a octubre vuelve a centrarse en la economía, el terreno donde el Presidente se siente más cómodo y donde apuesta a cosechar votos. Está claro que, a contramano de lo que sucede a nivel global, las perspectivas para Argentina mejoraron. Mientras el FMI recortó medio punto la previsión de crecimiento mundial (de 3,3 % a 2,8 %), debido a las tensiones comerciales lideradas por Estados Unidos, la estimación para la Argentina subió. De hecho, la expectativa para Estados Unidos cayó a solo 1,8 %, casi un punto menos que lo previsto inicialmente.

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La subdirectora gerente del FMI, Gita Gopinath, manifestó este jueves su respaldo a la política económica del Gobierno argentino, tras reunirse con el ministro de Economía, Luis Caputo.

La subdirectora gerente del FMI, Gita Gopinath, manifestó este jueves su respaldo a la política económica del Gobierno argentino, tras reunirse con el ministro de Economía, Luis Caputo.

Este contexto le da a la Argentina una ventana de oportunidad rara: crecer mientras el mundo se desacelera.

Los riesgos siguen latentes

Aunque las cifras son positivas, los economistas advierten que los desequilibrios no se han corregido:

- El tipo de cambio oficial sigue muy rezagado frente a la inflación.

- La desaceleración de la inflación perdió fuerza.

- La deuda pública sigue siendo elevada.

- La pobreza continúa en niveles críticos.

- El acceso a los mercados financieros internacionales continúa restringido.

“El atraso cambiario puede sostenerse mientras haya dólares para defenderlo. Si las reservas vuelven a caer o si las expectativas cambian, el ajuste será inevitable”, alerta Artana. La historia argentina está plagada de ciclos donde el atraso cambiario sostuvo breves períodos de bonanza antes de devaluaciones abruptas, saltos inflacionarios y recesiones.

La pregunta de fondo es si Argentina logrará transformar este rebote inicial en un proceso de crecimiento sostenible. Para ello, sería necesario avanzar en reformas estructurales que mejoren la competitividad genuina —muchas veces señaladas en esta misma columna, como es el caso de las reformas tributaria, laboral y financiera— y no depender exclusivamente de la bicicleta que hoy se genera en el mercado cambiario y de bonos, o de financiamientos extraordinarios para sostener artificialmente un modelo. Como resume Eduardo Levy Yeyati, de la Universidad Torcuato Di Tella: “Crecimiento real implica inversión, empleo de calidad e inclusión social. No alcanza con atrasar el dólar o recibir un préstamo del FMI”.

En definitiva, el gobierno de Milei enfrenta un dilema clásico de la política económica argentina: administrar el emergente alivio actual y buscar que sea sostenible en el tiempo, sin repetir los errores del pasado.

¿Será esta vez diferente?

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