Argentina

¿Por qué Trump decidió apostar por la Argentina?

El apoyo financiero de Estados Unidos reconfigura la relación bilateral y genera tensiones en plena campaña electoral.

El tema irrumpió como un huracán hace pocas semanas, pero hoy domina todas las conversaciones y podría decirse que se convirtió, casi, en una nueva grieta.

A favor y en contra.

Es que la “ayuda”, inesperada para algunos, de los Estados Unidos a la crisis financiera que atraviesa la Argentina, a pocas semanas de las elecciones de medio término, dio vuelta el tablero y transformó por completo el juego local.

La relación entre el “necesitado” (la Argentina) y el “rescatista” (Estados Unidos) ya alcanzó ribetes inéditos. En menos de un mes pasó de ser una mera asistencia del FMI —que, de todos modos, domina EE. UU.— a un aporte directo del Tesoro estadounidense en forma de swap, junto con la cobertura de los vencimientos de deuda hasta 2027 y el respaldo de bancos privados. Todo esto conforma un paquete de entre 50 000 y 60 000 millones de dólares, que se irán desembolsando según lo poco que se ha filtrado hasta ahora.

La reacción más inmediata fue de las voces críticas: por la “soberanía”, por la intromisión directa de la Administración Trump en otro país, por la operatoria en la Argentina de algunos bancos extranjeros comprando y vendiendo divisas, entre otros motivos. En Estados Unidos, por su parte, fueron los productores agropecuarios quienes pusieron el grito en el cielo.

Y podrían seguir sumándose argumentos, aunque, para simplificar, el tema puede resumirse en unas pocas preguntas:

¿Por qué la Administración Trump usó una carta semejante de forma tan directa?

¿Podía el gobierno local, acosado por su propio sector financiero, rechazar la “oferta”?

¿Le conviene este acercamiento a la Argentina en general, y al campo en particular? ¿Es favorable o peligroso?

Conviene recordar lo ya debatido en la Argentina de los años noventa, sobre la integración tanto con el Mercosur como con el Nafta (EE. UU., México y Canadá), ambos resistidos, y eso que el gigante vecino, Brasil, estaba entonces muy lejos de ser la potencia actual. Cualquier asociación, acuerdo, sociedad o pacto implica obligaciones y derechos. Pero la Argentina, desde mediados del siglo pasado, no se ha mostrado muy acostumbrada a competir, especialmente en su sector industrial, de perfil proteccionista.

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El campo argentino históricamente estuvo abierto a la competencia internacional, cosa que no se vio en la actividad industrial.

El campo argentino históricamente estuvo abierto a la competencia internacional, cosa que no se vio en la actividad industrial.

El campo, históricamente más abierto, debió soportar las restricciones impuestas por el resto del mundo, sin tener el peso político suficiente para incidir en las decisiones internas (igual que ahora).

Respuestas al apoyo de Trump

De todos modos, en un mundo globalizado ya no es viable un país cerrado, como tampoco existe ninguno absolutamente bilateral, es decir, con un solo socio.

Partiendo de esto, y aunque las opiniones son muchas y variadas, las respuestas a las tres preguntas anteriores, con base en lo que se sabe, serían:

1. Con la asunción del republicano Donald Trump, Estados Unidos entró en una fuerte pulseada mundial por la división del poder político, enfrentando nada menos que a China. Las herramientas actuales de esa disputa pasan casi todas por el comercio (a pesar del rebrote de conflictos armados, como hace un siglo).

En esa lucha, cuya manifestación más visible fue la “guerra de los aranceles” para “reordenar el comercio” que impusieron los estadounidenses, y ante el debilitamiento de una Europa comunitaria inmersa en sus propios conflictos, Trump parece haber optado por América Latina (¿“América para los americanos”?). Sin embargo, no tenía demasiadas opciones, debido a las antinomias políticas con Brasil, Chile, Venezuela, entre otros.

Tal vez la Argentina no era el aliado ideal, pero era la única alternativa para evitar que China siguiera avanzando sobre el continente, como ya lo hizo en África.

2. Era prácticamente imposible rechazar la oferta, dadas las condiciones a las que se había llegado (en parte por errores del propio gobierno y, en otra, por los déficits políticos de aliados y opositores), sumados a malas prácticas enquistadas tanto en el empresariado como en buena parte de la sociedad, que por razones obvias resiste los cambios.

Por supuesto, aún falta conocer las condiciones para hacer efectivo todo el paquete financiero, pero conviene recordar que la mayor deuda externa del mundo es la de EE. UU., y eso no representa una gran preocupación mientras la fuerza productiva se mantenga sólida.

3. En cuanto a la conveniencia, lo primero sería definir qué se hará con esos fondos. Sería un error —repetido— dilapidar una fortuna sin impulsar con ella una transformación productiva e inversiones sostenibles. La Argentina no puede seguir viviendo solo de las glorias del pasado.

No parece que a EE. UU. le interese “invadir” el mercado argentino con sus productos industriales o agropecuarios. Más bien, su interés principal pasaría por realizar inversiones estratégicas en áreas clave como inteligencia artificial, biotecnología, comunicaciones, energía nuclear, medioambiente o tierras raras.

Es lógico que, tras el aluvión de noticias, tanto la industria como el campo mantengan sus alertas sobre la mesa, sin olvidar que la Argentina podría ganar mucho más mercado con este acercamiento que los propios Estados Unidos.

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El aumento del cupo de exportación de carne de la Argentina al mercado de los Estados Unidos, es parte de la agenda pendiente de negociación.

El aumento del cupo de exportación de carne de la Argentina al mercado de los Estados Unidos, es parte de la agenda pendiente de negociación.

Todo indica que, para el país del norte, el tema es mucho más estratégico: excede los límites del mero comercio. Se trata de un gran player (jugador, en la jerga de los mercados), que en la mayoría de las áreas es exportador, pero también un importante importador.

Un caso claro es el de la carne vacuna: EE. UU. compra más de 1,5 millones de toneladas por año, aunque también produce y exporta grandes volúmenes.

Si esta teoría prevalece, entonces se trataría de un acuerdo entre “aliados estratégicos”, con grandes inversiones en temas clave para el “rescatista”, como minería, energía y medioambiente, procurando alterar lo menos posible el comercio local, que hoy sigue siendo la principal fuente de divisas hasta que se desarrollen nuevos sectores.

En general, mucho dependerá de la capacidad de negociación —y del conocimiento— de los funcionarios locales para defender, en el caso del campo, cuestiones como las ventajas de la “contraestación”, una reducción de aranceles para una canasta de productos, los biocombustibles, la ampliación de las cuotas de carne, leche, azúcar, cítricos, entre otros.

Al mismo tiempo, aparecer como aliados podría abrir nuevos mercados dispuestos a recibir productos argentinos.

Por su parte, seguramente habrá temas “no negociables” para EE. UU., como la propiedad intelectual, la propiedad privada o el libre comercio.

Ambas partes deberán, además, conformar a sus propios sectores, que podrían verse afectados en una negociación que deberá ser beneficiosa para ambos, pero no “exclusiva” (con todo lo que encierra esa palabra).

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