El vino y la economía del ajuste: un mercado en retracción
En el país, el mercado se contrae al mismo ritmo que el de las bebidas masivas. En ese contexto, se ha dado en el mercado doméstico una pelea feroz por los precios.
No corren buenos tiempos para el negocio del vino. A una crisis mundial por la caída del consumo tanto en los países productores como en los bebedores, se le suma en Argentina una coyuntura recesiva.
Por primera vez en casi dos décadas, el mercado interno del vino argentino se contrae al mismo ritmo que el de las bebidas masivas. Según el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), los despachos al mercado doméstico cayeron cerca de un 3% interanual durante 2024, y la tendencia se mantuvo en 2025. En paralelo, el Observatorio Vitivinícola Argentino advierte que muchos productores están “vendiendo a pérdida”, incapaces de compensar el alza de costos de uva, energía e insumos importados con precios de venta contenidos por la competencia entre canales.
Caída espejo
El fenómeno no es aislado. La consultora Scentia registró para 2024 una baja general del 7,3 % en el consumo masivo, con una contracción particularmente severa en bebidas alcohólicas (−19,6 % interanual) y bebidas sin alcohol, ambas entre las más castigadas de la canasta. En ese contexto, el vino siguió la tendencia: perdió volumen y no logró defender precios en la misma proporción que otros rubros como harinas o lácteos, cuyos incrementos acompañaron más de cerca a la inflación.
La diferencia radica en la estructura del canal de ventas. Mientras la leche o la harina se colocan en supermercados bajo contratos estables y márgenes fijos, el vino se distribuye en un entramado heterogéneo dominado por autoservicios y vinotecas. Lo que podría a priori ser una ventaja, en este contexto parece una debilidad: allí, las promociones agresivas y el pago al contado —característicos de los supermercados de cercanía, genéricamente conocidos como chinos— generan un efecto deflacionario que presiona a toda la cadena. Están los comercios que aplican márgenes del 30% hasta el 100%, dependiendo de la formalidad y la escala, e incluso más en canales especializados y a contar de determinados precios.
En ese contexto se ha dado en el mercado doméstico una pelea feroz por los precios, con marcas que han jugado por debajo incluso de márgenes de rentabilidad. Mientras unas ganan terreno, otras miran con estupor el fenómeno.
La pérdida de valor en la cadena
De acuerdo con Bodegas de Argentina, la facturación total del sector vitivinícola se redujo a casi la mitad de lo que representaba en 2010, y los ingresos actuales son los más bajos en 15 años. La combinación de costos internos —en dólares crecientes—, consumo local deprimido y precios internacionales estancados explica por qué muchas bodegas medianas operan hoy con márgenes mínimos o negativos. Lo que supone un problema mayor en un contexto como el actual, donde no se avizora una puerta de salida para una recuperación en el mediano plazo.
La comparación con otras bebidas da una idea del problema. En 2024, el segmento cervecero también sufrió una contracción de doble dígito en volumen, pero las grandes marcas pudieron sostener precios de lista mediante estrategias de segmentación y “packs económicos”. El vino, más atomizado y con menor inversión publicitaria, tuvo que resignar precio para conservar presencia en góndola. En consecuencia, la rentabilidad promedio cayó más que en el resto de las bebidas.
El precio, rehén del canal
En el segmento medio-bajo —entre 3.000 y 6.000 pesos la botella—, la competencia es feroz. Las cadenas y supermercados de cercanía, que concentran el grueso del consumo cotidiano, promueven descuentos permanentes, mientras que las vinotecas intentan sostener valor con asesoramiento personalizado o ventas directas. Esta tensión define una brecha de precios que, según distintos operadores, puede superar el 40% entre un mismo vino vendido en un autoservicio y en una tienda especializada.
En ese escenario, cada vez más marcas desembocan en estos canales formales e informales. La dispersión de precios ha roto incluso la lógica de competencia: hay marcas que por política comercial no tocan su precio de venta público y que, frente a la competencia, pierden hasta 40 puntos en precio. En ese río revuelto el consumidor puede hacer su diferencia, y aun así las ventas están deprimidas.
Un síntoma más amplio
La recesión no distingue productos: los lácteos registraron en 2024 su consumo más bajo en 20 años, y la harina cayó por la retracción del pan y la pasta fresca. Pero el vino enfrenta un problema adicional: su reconexión cultural con el consumo masivo. Las nuevas generaciones lo asocian a ocasiones especiales, no al consumo diario. Esto explica por qué, aun con precios contenidos, el volumen no se recupera.
El escenario de 2025 tiene stocks elevados en las bodegas, con ventas que no despegan. A diferencia de otros productos, el vino no puede trasladar aumentos de manera lineal sin perder demanda. En esa encrucijada —entre el costo de producir y el límite de lo que el mercado puede pagar— se juega hoy el futuro inmediato del vino argentino. A juzgar por lo que se escucha entre las bodegas y los productores de uva, entre los retailers y los distribuidores, la mano viene muy dura.
Lanzamientos 2025
De cara a fin de año las bodegas apuestan por nuevas marcas y productos. Bianchi lanzó un Whisky irlandés bajo el nombre de Temple Bar, elaborado en barricas de Enzo; Escorihuela Gascón su nuevo vino Rousara Malbec 2024; Callia una Criolla Chica 2024; y Peñaflor, Marantiqua, una colección de varietales de Neuquén, sólo por mencionar algunas marcas de amplia distribución.
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