Vitivinicultura

La vitivinicultura perdió 21.500 hectáreas en la última década

Los números relejan parte de la crisis de las economías regionales del país. La vitivinicultura hoy se sostiene con poco más de 200.000 hectáreas.

En los últimos diez años la vitivinicultura argentina perdió 21.541 hectáreas productivas. La puesta en marcha, en los últimos años, de políticas con fuerte sesgo anti exportador fueron clave en esta importante caída. Así lo confirma un reciente estudio elaborado por el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) en el que se destaca que la superficie implantada con uva para vinificar retrocedió a los niveles de principios de la década del 2000. Dato alarmante.

La estadística del INV muestran que en 2014 la superficie con viñedos en todo el país alcanzaba las 226.388 hectáreas. Cerrado el 2023, esa cifra se había desplomado a 204.847 hectáreas.

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Tras la crisis de fin del siglo pasado, la vitivinicultura argentina dio un salto cualitativo que le permitió a las bodegas salir a competir al mundo y crecer en los mercados de la mano del Malbec. Estos cambios también impactaron en el mercado interno, que se consolidó con vinos de mejor calidad y suba de los precios promedios en góndola.

Sin embargo, en los últimos diez años el sector ha mostrado signos de agotamiento, que se reflejan en la pérdida de hectáreas en producción y caídas de ventas tanto a nivel externo como interno. Este fenómeno no se da solo en el país, es global. Pero en la Argentina, como ocurre en muchas actividades, el golpe siempre es más duro.

En la región productiva del norte de la Patagonia, la situación presenta algunas particularidades. En el caso de Río Negro, la superficie plantada no para de caer.

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Los datos del INV muestran que en los últimos diez años cayó 10% la superficie plantada en Río Negro, perdiendo cerca de 170 hectáreas. El año pasado siguió con esta misma tendencia y, en el balance final, se fueron del sistema otras 49 hectáreas. Las estadísticas reflejan que la provincia no termina de hacer pie con la actividad.

En el caso de Neuquén, a partir del inicio de la década pasada supera en superficie a Río Negro, y se mantiene estable con las hectáreas implantadas.

Tal como ocurrió hace ya más de un cuatro de siglo, la industria deberá reconvertirse para encontrar la forma de poder volver a posicionarse tanto en los mercados externos como internos. El nivel de consumo de vinos está cayendo en forma importante en los últimos tiempos y, de seguir esta tendencia, habrá que esperar un ajuste compulsivo sobre el sector como ya ocurrió en otras oportunidades.

Consolidar marca, la clave

La crisis que está sufriendo la industria vitivinícola traspasa las fronteras de la Argentina. Pero como mencionamos párrafos arriba, el contexto que vive nuestro país potencia aún más esta crisis que se sobrelleva en otras naciones.

Los problemas macro económicos que golpean a todas las economías regionales, como las subas de costos, la alta presión tributaria y la falta de reglas claras sostenibles en el mediano plazo, conspiran contra la industria y esto se refleja en la caída progresiva de ventas.

Cuando se analizan las estadísticas a nivel internacional, se observa que existe un segmento de la oferta que no ha sido tan afectado por estos vaivenes de los mercados. Son aquellas bodegas que mantienen el valor de su marca, un intangible que compensa las tendencias que se reflejan en los ciclos económicos negativos.

Pero lograr el valor de una marca en el mercado internacional de vinos, no es algo sencillo. Son años, decenios y hasta siglos los que se necesitan para poder consolidar un intangible de estas características en un mercado tan complejo como es el de los vinos. En Argentina, lamentablemente no hay bodega de volumen que pueda defenderse de los avatares de los mercados con su marca. Sí existen pequeñas instalaciones que llegaron a invertir en nuestro país cuya producción se exporta en un muy alto porcentaje. En Río Negro tenemos un par de bodegas de estas características: inversores europeos que tienen historia en la industria del vino y unen a la marca de origen Patagonia, su propia marca, que termina potenciando el producto en el mercado internacional de alta calidad, que es el que paga un diferencial de precios que sostiene altos los niveles de rentabilidad de la empresa.

Sin dudas, la industria vitivinícola argentina y del mundo está ingresando en tiempos de cambio. Habrá que explorar los caminos que permitan volver a reinventarse en un mercado que cada vez esta más ‘comoditizado’ y donde la oferta con intangibles es la que emerge, potencialmente, como la gran ganadora.

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