Fruticultura en la Patagonia: el desafío de competir con los salarios de Vaca Muerta
¿Existe una amenaza o una oportunidad? Este dilema laboral pone en jaque un sector que genera 450.000 empleos.
Aunque cedió terreno a pasos agigantados durante los últimos años (o décadas), lo cierto es que la fruticultura en la Patagonia argentina, especialmente en Río Negro y Neuquén, es un pilar económico regional, impulsando el desarrollo de economías locales a través de una intensa demanda de mano de obra.
Según el "Informe de empleo agroindustrial 2025" de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA) -con base en Estadísticas del mercado de trabajo del INDEC y contribuciones del Ministerio de Trabajo-, el sector de frutas y hortalizas genera más de 450.000 puestos directos e indirectos en 2025, distribuidos principalmente en producción primaria (33%), comercio (27%) e industria (22%). Este impacto subraya su importancia en regiones con limitadas alternativas laborales, donde actúa como motor de inclusión social y estabilidad económica.
A pesar de este crecimiento en el empleo durante el último año, no hay dudas sobre la persistencia de desafíos estructurales que afectan la rentabilidad y la competitividad. La informalidad laboral y la falta de infraestructura adecuada agravan la situación, demandando políticas públicas que prioricen la calidad y la estabilidad del empleo. En este punto, los especialistas coinciden en que, sin intervenciones estatales estables, el sector podría enfrentar mayores tensiones en la atracción y retención de trabajadores.
Facundo Fernández en entrevista: fuente clave revela salarios de 1.400 dólares vs. 680 en Chile y Nueva Zelanda.
Costos laborales, un obstáculo para la competitividad global
Uno de los principales retos es el alto costo de la mano de obra, que, de acuerdo a declaraciones de Facundo Fernández, secretario de Fruticultura rionegrino, representa el 55% de los gastos totales del sector. Con salarios promedio de 1.400 dólares, los productores argentinos enfrentan una desventaja significativa frente a competidores internacionales como Chile y Nueva Zelanda, donde los salarios rondan los 680 dólares. Esta disparidad impacta directamente en la viabilidad económica, especialmente en un contexto de precios internacionales volátiles y exigencias crecientes de calidad.
La escasez estructural de trabajadores calificados se acentúa en nichos específicos, como la producción orgánica de peras y manzanas en Norpatagonia. Aquí, se requiere un 40% más de trabajadores para tareas manuales como el raleo, comparado con la producción convencional, lo que resulta en rendimientos 15-30% inferiores. Esta limitación no solo afecta la eficiencia en grandes explotaciones, sino que también frena la transición hacia prácticas sostenibles, cada vez más demandadas por mercados globales.
Economistas de FADA analizando datos: fuente del informe 2025 que revela el agro como motor de 4,2 millones de trabajos.
El impacto de Vaca Muerta: Desplazamiento laboral y tensiones sociales
El auge del sector hidrocarburífero en Vaca Muerta ha generado un éxodo masivo de mano de obra agrícola hacia empleos mejor remunerados en petróleo y gas. Este desplazamiento profundiza las tensiones sociales en localidades tradicionalmente frutícolas, como Añelo, reconvirtiendo su tejido productivo y reduciendo la disponibilidad de trabajadores para la fruticultura en 2025.
Hace unos meses, María de Los Ángeles Montiel, directora de Nova RR.HH., destacaba esta problemática: "Hay cuestiones que no debemos dejar de observar. Por un lado, toda la gente que se instala en la zona quiere trabajar en el petróleo, pero hay otras industrias periféricas o satélites que no tienen que ver exclusivamente con el convenio de petroleros y que tienen demanda laboral no cubierta”.
“A estas otras industrias les cuesta mucho conseguir personal porque los sueldos no son competitivos. Entonces, tenemos mucha demanda de mano de obra periférica, pero debido a la disparidad de salarios, nadie los quiere contratar. Trabajo hay y bastante, ya que la industria del petróleo es la que más mueve a nivel económico. Pero hay otra realidad con estas otras industrias", aseguraba Montiel.
Este testimonio ilustra cómo la disparidad salarial no solo afecta a la fruticultura, sino a todo el ecosistema económico regional, donde la atracción de talento se concentra en sectores de alto ingreso.
Tecnificación: solución ante 55% de gastos en mano de obra, impulsando eficiencia en producción orgánica.
Innovación y adaptación: Hacia una fruticultura más tecnificada
Frente a estos desafíos, la incorporación de tecnología emerge como una solución clave para mitigar los altos costos laborales y la escasez de mano de obra. Todo parece indicar que el retraso tecnológico en la fruticultura patagónica es un obstáculo persistente, pero iniciativas recientes, como el desarrollo de maquinaria avanzada para la cosecha, apuntan a una mayor eficiencia. Empresas locales están invirtiendo en sistemas productivos atractivos, cambiando la imagen tradicional del campo hacia uno más moderno y apelativo para generaciones jóvenes.
Francisco Pilli, referente de CREA en Patagonia Norte, enfatiza esta evolución: "Competimos con salarios del petróleo (Vaca Muerta), pero ofrecemos calidad de vida superior. El campo está cambiando su imagen: tecnología, maquinaria avanzada y sistemas productivos atractivos. Sin embargo, sueldos no compiten con lo industrial”.
“Buscar tractoristas, regadores o pastores es un reto; no existe la demanda y oferta de trabajo masiva de Vaca Muerta, donde por puesto hay decenas de aspirantes. Aquí, valoramos estabilidad anual y compromiso, pero las empresas deben adaptarse a perfiles millennials o Gen Z", explicaba PIlli.
Repasar los datos y hablar con especialistas deja una idea fuerza sobrevolando: la fruticultura patagónica enfrenta una problemática laboral multifacética, pero con oportunidades para reinventarse.
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