Más de 214 mil toneladas de pera a industria: el lado B de la cosecha 2025
El fuerte crecimiento de la pera destinada a la industria confirma una tendencia que impacta de lleno en la rentabilidad del productor.
La fruticultura del Valle de Río Negro y Neuquén atraviesa una campaña marcada por fuertes contrastes. Por un lado, los volúmenes de pera destinados a la industria alcanzan cifras récord y confirman una tendencia creciente de los últimos años. Por otro, los productores enfrentan retornos cada vez más ajustados, una caída abrupta de las ventas en el mercado interno hacia el final del año y una suba de precios que responde más a la escasez de oferta que a un aumento genuino del consumo.
Según un reciente informe elaborado por el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA), durante los primeros once meses del año el total de pera destinada a la industria superó las 214.300 toneladas. Este volumen representa un crecimiento interanual del 11% y un salto aún más significativo, del 17%, cuando se lo compara con el promedio de las últimas cinco temporadas, correspondientes al período 2020-2024. Los datos confirman una tendencia clara y sostenida: cada año una mayor proporción de la cosecha de pera termina en distintos segmentos de la industria frutícola.
Las proyecciones oficiales indican además que, al cierre de la campaña 2025, se alcanzará un récord histórico de pera destinada a la industria si se toman como referencia las últimas diez temporadas. Se trata de un dato contundente que, lejos de ser una buena noticia para todos los actores de la cadena, expone uno de los principales problemas estructurales que enfrenta la fruticultura regional.
De acuerdo con el informe del SENASA, del total de pera comercializada en la campaña 2025, un 33% fue orientado directamente a la industria. En términos simples, una de cada tres peras que se cosechan en el Valle de Río Negro y Neuquén no llega al mercado en fresco, ni al interno ni al de exportación, sino que tiene como destino final la industria, con valores sensiblemente más bajos para el productor.
El impacto de esta situación sobre los ingresos del sector primario es directo y profundo. El productor debe afrontar el 100% de los costos por hectárea —mano de obra, insumos, riego, energía, mantenimiento del monte frutal— sobre un volumen de fruta que, en una proporción significativa, se vende a precios que apenas alcanzan, en el mejor de los casos, el 20% de lo que podría obtener en el mercado en fresco. Esta brecha de precios hace que la rentabilidad de muchas explotaciones sea prácticamente inexistente.
Especialistas y referentes del sector coinciden en que este fenómeno constituye una de las variables estructurales más problemáticas de la fruticultura del Valle. La elevada proporción de fruta que se destina a la industria no solo reduce los ingresos, sino que también limita la capacidad de reinversión, deteriora la competitividad y pone en riesgo la continuidad de muchos productores, especialmente los más pequeños.
La situación no es exclusiva de la pera. Algo similar ocurre con la manzana, otro de los pilares productivos de la región. En la presente temporada, alrededor del 40% del total de manzana producida en Río Negro y Neuquén fue orientada al segmento industrial. Al igual que en el caso de la pera, los retornos obtenidos por esta fruta fueron muy inferiores a los logrados tanto en el mercado interno como en la exportación, profundizando las dificultades económicas del sector.
Empresarios y operadores del mercado consultados sobre esta problemática señalan que los altos niveles de descarte que terminan en la industria se concentran, en general, en productores no integrados o pequeños productores que enfrentan dificultades para alcanzar los estándares de calidad exigidos por los mercados más rentables. “Los altos porcentajes de fruta que va a industria corresponden, en muchos casos, a problemas de calidad, ya sea por manejo, falta de tecnología o limitaciones financieras”, explican.
Desde el sector empresarial aseguran además que esta realidad no se replica con la misma intensidad en las grandes compañías integradas. “En las grandes empresas, estos porcentajes son mucho menores. En la mayoría de los casos se ubican por debajo del 25%”, destacan. La diferencia vuelve a poner en evidencia la brecha existente entre productores según su escala, nivel de inversión y grado de integración dentro de la cadena.
Menos ventas en noviembre
A pesar de este panorama preocupante, las estadísticas del SENASA también muestran que, durante gran parte del año, un mayor volumen de pera se orientó al mercado interno. Sin embargo, esta tendencia se interrumpió de manera abrupta en noviembre, encendiendo nuevas señales de alerta.
Durante ese mes salieron de los galpones de empaque del Valle poco más de 4.560 toneladas de peras con destino al mercado interno. Este volumen representa una caída interanual del 28% y una baja intermensual —es decir, en comparación con octubre de 2025— del orden del 40%. Si bien es habitual que la oferta de pera disminuya entre octubre y noviembre, la magnitud de la caída resulta llamativa. Para dimensionar el fenómeno, basta señalar que en 2024 la diferencia entre ambos meses había sido de apenas el 8%.
Este fuerte retroceso en las ventas internas deja en claro que hay muy poca pera disponible en las cámaras frigoríficas de la región. A ello se suma otro factor clave: una parte importante de la fruta almacenada no presenta las calidades necesarias para venderse con retornos aceptables, ni en el mercado interno ni en la exportación.
En el acumulado de los primeros once meses del año, los volúmenes de pera destinados al mercado interno totalizaron poco más de 98.100 toneladas, lo que representa un crecimiento del 3% en relación con el mismo período del año anterior. No obstante, noviembre marcó una baja significativa respecto del mismo mes de 2024, confirmando un cambio brusco en la dinámica de oferta.
Precios en alza por escasez
La menor disponibilidad de fruta tuvo un correlato inmediato en los precios. Durante diciembre se observó una continuidad de la caída de volúmenes, lo que se reflejó con claridad tanto en los mercados mayoristas como en los minoristas. Según las estadísticas del Mercado Central de Buenos Aires —que concentra cerca del 30% del total de fruta que se comercializa en el país y funciona como referencia nacional— los precios de la pera mostraron subas muy significativas en comparación con el mismo período del año pasado.
Al 23 de diciembre de 2025, el precio máximo de la pera se ubicó en 2.944 pesos por kilo, lo que representa un incremento interanual del 73%. El valor mínimo alcanzó los 2.363 pesos, con una suba superior al 80%, mientras que el precio promedio se situó en torno a los 1.722 pesos por kilo, casi un 90% más que en la misma fecha de 2024.
Estos aumentos reflejan con claridad que el mercado está reaccionando, pero no como resultado de una mayor demanda, sino principalmente por una marcada escasez de oferta. La suba de precios, en este contexto, no necesariamente se traduce en una mejora para el productor, ya que buena parte de la fruta ya fue vendida a valores bajos o destinada a la industria.
Así, la campaña 2025 deja un saldo complejo para la fruticultura del Valle: récords productivos para la industria, dificultades estructurales persistentes para los productores y un mercado que ajusta precios por falta de fruta más que por dinamismo del consumo. Un escenario que vuelve a poner sobre la mesa la necesidad de discutir cambios de fondo en el modelo productivo y comercial de la región.
Fuente: Redacción +P.
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