Patagonia

Vascos en la Patagonia y una tradición que persiste en la sidra

A través de la asociación Baskos de la Confluencia hasta la elaboración de la sidra Txapela en Río Colorado, reconstruimos parte de la inmigración vasca en la Patagonia.

Una caminata en grupo, una comida, una clase de idioma o un vaso de sidra nos remontan hacia el País Vasco o Euskadi (en euskera). Y todo eso sucede en la Argentina, producto de la inmigración europea que recibió nuestro país entre finales del 1800 y principios del 1900.

Si bien no se conocen cifras exactas de cuántos vascos llegaron, se sabe que fueron cientos de miles y que muchos de ellos se dedicaron a las tareas rurales. Específicamente en la Patagonia, algunos trabajaron en fruticultura y otros con el ganado ovino, ya que venían con esa experiencia desde su región de origen.

Actualmente, en el Alto Valle existe una asociación que intenta recuperar algo de sus raíces y mantener viva su cultura a través del encuentro y diferentes actividades. Baskos de la Confluencia se formó hace unos 15 años y nuclea a parte de las familias que viven en la zona.

Caminata de Baskos de la Confluencia
Caminata de Basckos de la Confluencia.

Caminata de Basckos de la Confluencia.

Las casas vascas como refugio cultural

Gabriela Allaria, es la actual presidente de la Asociación Baskos de la Confluencia (Baskos es así en euskera), si bien ella es de origen italiano, adoptó la cultura de su esposo, Pedro Arana Urionabarrenechea. “Nosotros formamos parte de las casas vascas”, nos cuenta.

Los vascos que llegaron al país “se organizaban en grupos para mantener sus costumbres y ahí surgen estas casas vascas para contenerlos a ellos en la lejanía y a esto de extrañar a su familia”, explica y agrega que muchos de ellos se asentaron en La Pampa húmeda porque tenían experiencia en las labores de campo.

Cecilia y su esposo Pedro
Gabriela Allaria, de "Baskos de la Confluencia".

Gabriela Allaria, de "Baskos de la Confluencia".

“El caserío vasco es una vivienda rural tradicional clave en el País Vasco y en Navarra, una casa de labranza familiar de varias plantas construida en piedra y madera, que funcionaba como unidad autosuficiente, con graneros y establos en la planta baja y vivienda arriba, siendo un símbolo de la arquitectura, la historia y la vida rural de la región” agrega Gabriela.

También hay registros de que algunos vascos fueron a las Islas Malvinas y otros hacia el Alto Valle para trabajar en la fruticultura, aunque se desconoce la cantidad exacta. Lo cierto es que Argentina tiene más de la mitad de las casas vascas en el mundo.

“En cada pueblito de la provincia de Buenos Aires hay casas vascas, acá somos Baskos de la Confluencia, algunos de Cipolletti y otros de Neuquén… estamos reconocidos en el país vasco y formamos parte de una federación que nuclea a los centros vascos” describe la presidente de la Asociación.

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 Xabier Aguirre y su esposa María Milena Aramburu en País Vasco.

Xabier Aguirre y su esposa María Milena Aramburu en País Vasco.

Costumbres que persisten

Ante la consulta sobre cómo viven las fiestas los vascos, Gabriela nos cuenta que comen comida de olla, las alubias, los guisados y el pescado, y que no tienen la tradición de los regalos como en Argentina.

Ya hacia febrero, abren las sidrerías donde se muestra la producción de la temporada “Antes tenían esas barricas donde se servían los chorros para probar, pero luego se sumó la comida. La costumbre, antes de cenar, es dar una vuelta por los bares. Hacen mucha vida en la calle”. Se le llama “chiquiteo” al acto de ir de bar en bar a tomar una bebida, mientras que en las barras tienen los “Pintxos” que es un pan con diferentes acompañamientos.

Con la inmigración se sabe que hubo un primer centro vasco en Cipolletti que ya no existe, y hoy son ellos lo que impulsan las actividades para que la cultura no se pierda. En este sentido, desde Baskos de la Confluencia, intentan mantener algunas costumbres a través de actividades como comidas típicas, caminatas educativas y clases de idiomas, entre otros.

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 Grupo de hombres en Durango, Bizkaia, Euskal Herria. compañeros de fábrica de Juan Arana, padre de Pedro.

Grupo de hombres en Durango, Bizkaia, Euskal Herria. compañeros de fábrica de Juan Arana, padre de Pedro.

Del País Vasco a Río Colorado

Xabier Aguirre es el elaborador de la sidra Txapela en la Patagonia. Su padre era vasco nacido en Berriz y su madre de la localidad de Azcoitia “Ellos se conocieron en el centro vasco de Rosario, yo soy nacido allí” cuenta en diálogo con +P.

Xavier puso un restaurante de cocina vasca que aún continúa a cargo de una hermana “viajábamos mucho al país vasco a toda la zona de Guipúzcoa a donde están las sidrerías”. Particularmente Astigarraga es un municipio español en Guipúzcoa, País Vasco, famoso por ser la capital de la sidra vasca.

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 Juan Arana  y Tomasa Urionabarrenechea con Pedro de bebé. Sacada en la Euskal Etxea Laurak Bat de Buenos Aires.

Juan Arana y Tomasa Urionabarrenechea con Pedro de bebé. Sacada en la Euskal Etxea Laurak Bat de Buenos Aires.

“Allá no solo se consume la sidra, sino que hay un contexto alrededor que implica ir a la bodega y te sirven diferentes pasos para acompañar la sidra” toda esa cultura le llamó la atención y así fue que se decidió elaborar la bebida en nuestro país.

“La cultura de la sidra en Argentina, en realidad tiene que ver con los asturianos que entran con la sidra en el gaitero, primero fue en las casas del litoral, luego las sidras españolas ya se focalizan en el sur. A partir de todo esto me propuse hacer la misma sidra que en el País Vasco, pero con manzanas de acá”, recuerda.

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 Una tradición que persiste a través de la sidra Txapela que se sirve de a chorros.

Una tradición que persiste a través de la sidra Txapela que se sirve de a chorros.

Con este fine se contactó con la cooperativa de jugos de Río Colorado, Río Negro, que es una cooperativa de productores de manzanas y peras y son los que actualmente producen la sidra en la Patagonia. Esta elaboración se realiza según las técnicas impartidas por la sidrería Petritegui de San Sebastián.

Se trata de una sidra de doble fermentación que no tiene azúcar ni gas agregado, no se le siente el dulce y es muy ligera” explica Xabier. Para servirla, se hace a través de la técnica de escanciar, que es arrojar al vaso desde una cierta distancia… donde se liberan la efervescencia y todos los aromas”, finaliza.

Así, entre caminatas compartidas, recetas heredadas, palabras en euskera y el ritual de escanciar la sidra, la cultura vasca sigue encontrando su lugar en la Patagonia. Una tradición que reafirma que, la memoria y las costumbres, también pueden echar raíces lejos de su lugar de origen.

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