Polémica por las peras de China en Argentina: lo que no se está diciendo
La reciente llegada de peras chinas a la Argentina generó controversia. Sin embargo, el país también avanza con sus exportaciones hacia China.
La reciente llegada de poco más de 17 toneladas de peras provenientes de China al mercado interno argentino ha generado un debate intenso en el sector frutícola nacional. En medio de un contexto económico desafiante, caracterizado por altos costos de producción, fuerte presión impositiva y una paridad cambiaria desfavorable, muchos productores de los Valles de Río Negro y Neuquén —el corazón de la producción de peras en Argentina— ven esta importación como una amenaza directa a la competitividad local.
La controversia no gira únicamente en torno al volumen —que, si bien marginal en términos absolutos, despierta alertas simbólicas y comerciales— sino también al precio de venta de estas peras importadas. A pesar del costo logístico que representa el transporte marítimo internacional, sumado a la logística terrestre desde los puertos hacia los centros de distribución nacionales, las peras chinas estarían ingresando al mercado argentino a precios competitivos, lo que pone en tela de juicio la sostenibilidad del modelo productivo local.
Productores y empresarios del Alto Valle sostienen que esta situación se explica, en parte, por un atraso cambiario que encarece artificialmente los costos internos mientras favorece las importaciones. “Hoy producir una pera en la Argentina implica enfrentar costos mucho más altos que en países como China, donde los costos laborales, energéticos y logísticos son más bajos”, señalan fuentes del sector.
No obstante, otros observadores del comercio internacional llaman a mirar el panorama completo. Argentina no solo importa fruta. También participa activamente como exportador, y en este sentido, la mirada hacia el oriente ofrece una oportunidad que aún está lejos de ser aprovechada plenamente.
Argentina, una puerta que se abre lentamente en China
Desde hace algunos años, Argentina viene incrementando su presencia en el mercado chino, especialmente con peras producidas en los Valles de Río Negro y Neuquén, reconocidas internacionalmente por su calidad y sabor. Aunque el volumen sigue siendo bajo en relación con el tamaño del mercado chino —el mayor productor mundial de peras, con una cosecha que supera los 20 millones de toneladas anuales—, el acceso a este mercado representa una oportunidad estratégica para el sector frutícola argentino.
Entre 2019 y 2024, Argentina exportó un promedio cercano a las 1000 toneladas anuales de peras a China. En términos relativos, puede parecer poco, pero hay que considerar que las importaciones totales de peras en China no superan las 12.000 toneladas anuales. Es decir, la participación argentina alcanza casi un 10% de este segmento importador, una cifra nada desdeñable si se considera la concentración y las barreras fitosanitarias que caracterizan al mercado chino.
El principal proveedor de peras en China es Chile, con entre 3000 y 4000 toneladas anuales, seguido por Sudáfrica. Argentina está entre los cinco principales exportadores en este reducido grupo de países con acceso al gigante asiático. Según datos del Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA), en 2024 se exportaron 720 toneladas, una cifra inferior al pico alcanzado en 2021, cuando se rozaron las 1500 toneladas. No obstante, las estadísticas del primer cuatrimestre de este año muestran un crecimiento interanual de las exportaciones hacia China del 245%, con un crecimiento promedio en los últimos cinco años del 12% anual.
Además, los registros muestran que la ventana de exportación se concentra principalmente entre los meses de febrero y mayo, coincidiendo con la temporada de cosecha en el hemisferio sur. Esta estacionalidad permite a las peras argentinas ocupar un espacio en los anaqueles chinos cuando la producción local comienza a disminuir.
Calidad frente a cantidad: una posible estrategia argentina
China, como principal productor mundial, no tiene una necesidad estructural de importar peras. Sin embargo, hay un nicho importante en los segmentos de alta calidad, especialmente en zonas urbanas desarrolladas donde los consumidores buscan productos importados, reconocidos por su sabor y textura. En este contexto, las peras argentinas tienen una ventaja competitiva clara en términos de calidad, especialmente frente a algunas producciones masivas chinas que, aunque han mejorado con nuevas tecnologías agrícolas, aún presentan variaciones considerables en textura, dulzura y presentación.
La región de Shandong, una de las principales zonas productoras de pera en China, ha avanzado mucho en prácticas agrícolas sostenibles, incluyendo mejoras en el suelo, uso de fertilizantes orgánicos y técnicas de acolchado de malezas. Sin embargo, muchos pequeños productores todavía enfrentan desafíos técnicos al adoptar nuevas variedades como Qiuyue o Cuiguan, cuyas plantaciones se expandieron rápidamente sin el conocimiento agronómico necesario, lo que impactó negativamente en la calidad. Por el contrario, la producción del Alto Valle argentino cuenta con certificaciones internacionales de calidad, trazabilidad y un historial exportador probado, no solo hacia China, sino también a destinos exigentes como Europa y Estados Unidos.
El consumo de peras en China se ha incrementado moderadamente, favorecido por el aumento en la disponibilidad de variedades y mejoras en sabor. Además, la percepción de la pera como alimento saludable impulsa su demanda: los consumidores chinos creen que ayuda a limpiar los pulmones y aliviar la tos, especialmente cuando se consume cocida o al vapor.
El desarrollo del comercio electrónico y los nuevos hábitos de compra en línea también están ampliando la base de consumidores, especialmente en zonas urbanas del sur del país, donde el consumo tradicionalmente era bajo. Hoy, las peras jugosas, crujientes y dulces dominan las preferencias, y las importadas, por su exotismo y calidad percibida, pueden posicionarse favorablemente en segmentos premium.
Una relación comercial con potencial
Volviendo al caso que desató la polémica —las 17 toneladas importadas desde China, por un valor de aproximadamente 25.000 dólares—, es importante dimensionar su impacto: Argentina exporta a China unas 30 veces más de lo que importa en este rubro. Si bien es válido que los productores locales exijan condiciones de competencia más justas y equidad cambiaria, no se puede perder de vista que el comercio internacional es bidireccional y que el posicionamiento en mercados estratégicos como el chino puede ser la clave para sostener y expandir la producción nacional.
Además, las perspectivas en el mercado chino siguen siendo positivas. A pesar de que se espera una leve recuperación de la producción interna y de las importaciones chilenas para la campaña 2024/25, la reducción de la superficie cultivada y las condiciones climáticas adversas en algunos años han dejado espacio para una mayor diversificación de proveedores. Argentina, con su experiencia, calidad y capacidad de adaptación, está en condiciones de aumentar su participación en este mercado, siempre y cuando acompañe sus esfuerzos productivos con una estrategia comercial agresiva y sostenida, inversiones en marketing, promoción de marca país, y sobre todo, con una política económica que favorezca a los sectores exportadores.
En definitiva, la controversia por la llegada de peras chinas a la Argentina debe ser leída en un contexto más amplio: el comercio global de frutas frescas está en constante transformación, y las oportunidades para países como Argentina no pasan solo por la defensa del mercado interno, sino por su capacidad de posicionarse en mercados exigentes como el de China.
El desafío es doble: por un lado, proteger a los productores locales de prácticas comerciales desleales; por el otro, capitalizar la demanda global de fruta de calidad con un producto que ha demostrado, en muchas ocasiones, estar a la altura de las circunstancias. Las peras del Alto Valle tienen mucho para ofrecer, y el mercado chino, con sus millones de consumidores, puede ser una de las llaves para el futuro de la fruticultura argentina.
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