Explosión en alta mar: así fue el espectacular rescate del Maersk Sana
El Sea1 Ruby salió al rescate del Maersk Sana, que tras una explosión, estuvo a la deriva en ultramar cerca de tres semanas.
El 28 de abril de 2025, una explosión en la sala de máquinas del portacontenedores Maersk Sana alteró la calma del Atlántico y dio inicio a una compleja operación de salvamento marítimo que se extendió por casi tres semanas. El buque, que cubría la ruta de Newark (EE. UU.) a Singapur, quedó a la deriva a unas 254 millas náuticas al este de las Bermudas, luego de que su sistema de propulsión principal quedara inutilizado. La logística para su rescate representó un verdadero desafío técnico y estratégico, evidenciando los riesgos que aún enfrenta la navegación comercial global en pleno siglo XXI.
La explosión ocurrió sin previo aviso, causando estragos en la maquinaria principal del Maersk Sana, un coloso marítimo de 102.000 toneladas con capacidad para transportar hasta 8.450 contenedores TEU. Aunque el buque pudo seguir generando energía auxiliar, su capacidad de maniobra quedó reducida a propulsores laterales, lo que le permitía apenas sostener el rumbo en mares afortunadamente tranquilos.
Tres marinos resultaron heridos en el incidente. Uno fue atendido a bordo, mientras que los otros dos fueron evacuados en una maniobra coordinada con otro buque de Maersk que transitaba por la zona. Uno de ellos recibió el alta en Bermudas, pero el tercero, con lesiones graves, tuvo que ser trasladado de urgencia en helicóptero a un hospital en Estados Unidos, donde permanece en estado crítico pero estable.
La compañía naviera Maersk activó inmediatamente sus protocolos de emergencia, comunicando que el barco estaba a salvo y a la espera de ayuda, al tiempo que se iniciaban evaluaciones internas y se establecía contacto con autoridades marítimas.
La elección del buque de salvamento no estuvo exenta de controversia. Maersk optó por desplegar el Sea1 Ruby, un remolcador noruego especializado en asistencia offshore, propiedad de la firma Sea1 Offshore (anteriormente Siem Offshore). Este buque, con 3.800 toneladas de peso muerto y una potencia de 28.000 caballos de fuerza, fue seleccionado por su capacidad técnica para afrontar el desafío.
El Sea1 Ruby zarpó desde Bergen, Noruega, el 4 de mayo, haciendo escala en Ponta Delgada, Azores, antes de dirigirse a la ubicación del Maersk Sana. En total, recorrió más de 3.000 millas náuticas para alcanzar el buque averiado. Esta decisión fue cuestionada por no aprovechar remolcadores más cercanos disponibles en la costa este de EE. UU. o el Caribe. No obstante, voceros de Maersk defendieron la estrategia, argumentando que "era esencial acertar a la primera" y que el Sea1 Ruby ofrecía la confiabilidad y el equipamiento adecuados para una operación de esta magnitud. Una operación que tenía muchos riesgos para poder cumplirse.
Precisión noruega en el Atlántico
El 16 de mayo, el Sea1 Ruby finalmente alcanzó al Maersk Sana en alta mar. Con un sistema de tracción a punto fijo de 310 toneladas, el remolcador estaba sobradamente preparado para iniciar el remolque de regreso hacia puerto seguro. El destino: Freeport, Bahamas, a unas 900 millas náuticas de distancia. Dadas las condiciones del mar y la velocidad promedio de remolque (alrededor de cinco nudos), se espera que el convoy llegue a finales de mayo.
Además del equipo técnico y de maniobra, el Sea1 Ruby transporta a bordo personal especializado y repuestos clave que permitirán comenzar evaluaciones mecánicas y preparativos para reparaciones una vez que el buque llegue a puerto.
La operación ha involucrado una intrincada red de cooperación internacional entre Maersk, autoridades marítimas estadounidenses, noruegas y bermudeñas, así como empresas privadas del sector logístico y de salvamento marítimo. Todo esto en un entorno donde las interrupciones en las cadenas de suministro pueden tener repercusiones económicas significativas.
La calma del mar en los días posteriores al incidente fue un factor determinante que permitió mantener la estabilidad del buque y evitó una catástrofe mayor. Sin embargo, el episodio ha reavivado las preocupaciones sobre los estándares de seguridad a bordo de grandes portacontenedores. Es llamativo que apenas doce días antes del incidente, el Maersk Sana había sido inspeccionado por la Guardia Costera en Charleston, Carolina del Sur, sin que se detectaran irregularidades.
Maersk ha iniciado una investigación exhaustiva para determinar las causas exactas de la explosión y evaluar posibles fallas mecánicas o humanas. Asimismo, la empresa ha mantenido una política de comunicación constante con sus clientes, asegurando que está tomando todas las medidas posibles para minimizar el impacto en la cadena de suministro y reforzar los protocolos de seguridad a futuro.
Un rescate que deja lecciones
La odisea del Maersk Sana subraya no solo la vulnerabilidad inherente al transporte marítimo moderno, sino también la importancia crítica de una planificación logística acertada, incluso bajo presión. En un mundo donde los márgenes de error son mínimos y los tiempos lo son todo, el rescate del buque representa una victoria técnica, aunque deja abierta la discusión sobre cómo prevenir incidentes similares y responder de forma aún más eficiente ante emergencias de esta escala.
La historia del Maersk Sana se suma así a la larga lista de desafíos que enfrenta el comercio global, recordándonos que, aunque invisible para muchos, la seguridad en alta mar es un engranaje esencial del sistema económico mundial.
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