La historia del pionero de la Patagonia que desafió la sequía: "La escasez de alimento es crítica"
Revela por qué su ambicioso proyecto forrajero es hoy la única línea de defensa ante el peor escenario hídrico de la Precordillera, y advierte sobre las "trabas absurdas" que aíslan a la Patagonia.
Miguel de Larminat es un verdadero pionero de la Patagonia. Es productor ganadero y en 2021 comenzó un proyecto innovador de agricultura en 43 hectáreas zona del aeropuerto de Chapelco. Por aquellos años nos contaba que se había decidido porque “el pasto que tenemos en los valles de la precordillera es insuficiente”. Hoy, cuatro años después, ¿la pastura alcanza para sobrellevar la sequía?
En una extensa y rica charla con +p, el ganadero neuquino hace un balance por el estado de situación de la producción, habla de posibles estrategias de manejo si la sequía se produndiza y desliza: “La escasez de alimento es crítica. La preocupación es alta".
A continuación la entrevista completa
¿Cómo progresa el proyecto de desarrollo forrajero?
Hemos continuado la expansión, alcanzando 43 hectáreas de superficie nivelada, bajo riego y ya sembrada. Las 23 hectáreas iniciales están notablemente estabilizadas, y la nueva siembra de este otoño pasado se encuentra en pleno desarrollo. La pastura luce vigorosa, de un verde intenso y con un crecimiento excepcional. Nuestra expectativa es cosechar este año entre 700 y 800 rollos, una reserva crucial para afrontar el otoño venidero, que anticipamos extremadamente seco.
Mencionó la remolacha forrajera en ocasiones anteriores, ¿han avanzado en esa dirección?
Aún no hemos sembrado. Es una idea que evaluamos seriamente, dado el potencial de la remolacha como forraje en esta zona, pero requiere un nivel de expertise y manejo técnico superior al que poseemos actualmente. Estamos investigando a fondo y buscando posibles vías de asesoramiento o colaboración. Creemos que el esfuerzo vale la pena, ya que la escasez de alimento es crítica. La sequía es tremenda; todo el campo, incluyendo los mallines, está supersaturado, seco y sin reservas hídricas. Lo más preocupante es la cordillera, que recibió una nevada mínima este invierno. El deshielo será rápido, y tememos el impacto en la disponibilidad de pasto para febrero o marzo. La preocupación es alta.
Ante este escenario, ¿cuál es su proyección del panorama hídrico para la región?
Monitoreamos las precipitaciones constantemente. Llevamos 280 mm acumulados en lo que va del año 25, cuando nuestro promedio histórico es de 670 mm. Estamos muy por debajo de la mitad. Si bien el río Chimehuín ha sido tradicionalmente una fuente casi inagotable, hemos tenido veranos con caudales muy bajos al final de la temporada. Esto no solo impactará el riego de nuestras pasturas, sino también los múltiples puntos de agua en el campo que son vitales para el pastoreo y la movilidad del ganado. Muchos de estos bebederos naturales ya están secándose.
Respecto a las temperaturas, ¿cómo estiman que se desarrollará el verano?
Estamos inmersos en el mismo patrón de calentamiento global paulatino. Los últimos veranos han sido marcadamente más cálidos de lo normal, con un agravante crítico en la problemática de incendios forestales. Con la vegetación tan seca, un foco de fuego puede volverse incontrolable rápidamente. Existe un temor tangible a cualquier descuido o accidente.
¿Qué plan de manejo ganadero tienen previsto si las condiciones se complican?
Mi enfoque inmediato es observar la evolución hasta fines de diciembre, que suele ser el límite razonable. Si la sequedad persiste y el riesgo de escasez de forraje se confirma, tendremos que tomar la decisión de sacar hacienda. El destino probable sería el envío a feedlots del Valle del Río Negro. Actualmente, la oferta de feedlots en nuestra provincia, limitada a la zona del Limay (Pichún Leufú), es insuficiente para las necesidades de la región.
Este tema, junto con la barrera sanitaria, seguramente será central en la próxima exposición rural.
Sin duda. Sé que colegas y parientes con campos tanto en el centro como en el norte de la provincia enfrentan una situación similar, o incluso peor. Toda la precordillera está sufriendo severamente por la falta de agua.
Y la cuestión de la barrera zoosanitaria...
Es un tema que requiere una resolución urgente. Es absurdo que debamos mover nuestra carne, ganado y producción recorriendo un desierto de más de 1.000 km, cuando a solo 200 km tenemos un mercado de consumo estable y demandante en el lado chileno. Las trabas burocráticas impiden este intercambio lógico y beneficioso.
La barrera es, por tanto, el otro gran foco de debate que surgirá en la Expo.
Absolutamente. Es importante destacar que los chilenos reaccionaron con seriedad al levantamiento intempestivo e inconsulto de una parte de la barrera por nuestro gobierno. Tras una revisión exhaustiva, afortunadamente concluyeron que podían mantener la importación, evitando prohibir la entrada de ganado patagónico argentino. No obstante, el tema sigue trabado por diversas instancias, incluyendo aspectos sanitarios y políticos. La apertura debería ser una prioridad.
¿Esta situación de trabas comerciales con Chile siempre fue así, o se agravó con los recientes vaivenes políticos?
Se agravó significativamente este último año. La irresponsabilidad del gobierno argentino al levantar la barrera sin consulta previa y sin acordar el protocolo con Chile, que es el principal importador de ganado en pie de la Patagonia, fue un desastre.
Históricamente, ¿cuál era el mercado natural de la región?
Antes de la gran crisis de los años 30, nuestro mercado natural era el chileno. El flujo comercial y social cruzaba la cordillera, ya que era un trayecto de pocas horas, en contraste con el tren o los vehículos para cruzar la Pampa. A partir de los años 30, se impusieron barreras proteccionistas y trabas de todo tipo, lo que llevó a la pérdida total del mercado chileno. Durante los últimos 90 años, el comercio bilateral ha sido casi inexistente. Cuando se mira el mapa, resulta incomprensible; es el resultado de la burocracia, el proteccionismo y las ideologías.
Volviendo al comienzo, un balance final sobre su proyecto forrajero...
Nos embarcamos en este desarrollo con un esfuerzo y una inversión personal enorme, a pulmón, y los resultados técnicos son innegables y muy positivos. Hemos demostrado que es posible producir pasto, generar reservas de rollos, incrementar la superficie productiva y mejorar la calidad de la pradera para nuestra hacienda. El sistema funciona. Estoy muy satisfecho de haber iniciado este proyecto y, sobre todo, de sostenerlo.
El esfuerzo de Miguel de Larminat y su equipo en Chapelco es una metáfora de la resiliencia productiva de la Patagonia. Hace cuatro años, se lanzó a este desafío porque "el pasto era insuficiente". Hoy, esas 43 hectáreas bajo riego son más que pastura; son la línea de flotación ante la temporada de calor que se acerca.
Mientras se prepara para poner en marcha una estrategia de manejo de “emergencia”, De Larminat no solo mira al cielo. Su frustración también apunta a las fronteras invisibles: un mercado natural que permanece trabado por "burocracia y proteccionismo".
Sin embargo, el pionero cierra la charla con una nota de inquebrantable optimismo: "El sistema funciona. Estoy muy contento de haber podido empezar este proyecto y de sostenerlo".
En esta nota
Dejá tu comentario
Te puede interesar










